Escrito por Esquerda Marxista
Estamos asistiendo a otro capítulo de la operación “Lava Jato” (Lava Coches): la condena de Lula por el juez Sergio Moro a 9 años de cárcel. Como ya ha explicado la Esquerda Marxista en artículos anteriores, el Lava Jato es una maniobra impulsada por los intereses de la clase dominante.
Su principal objetivo político es promover una supuesta «limpieza» y renovación del sistema político de la burguesía para salvar sus podridas instituciones de la ira popular. Las acusaciones contra Temer, Aecio y otros políticos de diferentes matices forman parte de esta maniobra.
Están propagando la idea de que todos los problemas a que nos estamos enfrentando se reducen a la corrupción, y que es suficiente con eliminar las manzanas podridas. Pero las masas comienzan cada vez más a entender que todo el sistema está podrido y necesita ser derrocado.
Condenamos los ataques a las libertades democráticas promovidos por el Lava Jato, con sus abusos y convicciones basados en no disponer de ninguna prueba concreta. La sentencia de Lula es otro ejemplo de este tipo de poder judicial que actúa fuera de la ley y por razones políticas e impone penas de prisión sobre una base muy frágil, al tiempo que prepara el terreno para una mayor criminalización de los movimientos sociales.
No olvidemos que este es el mismo poder judicial que sentenció a Rafael Braga dos veces, [Rafafel Braga es un joven negro pobre detenido en Río con frágiles acusaciones, y alrededor del cual se lanzó una gran campaña para su liberación], la primera vez, por llevar un una botella de Pinho Sol [un producto de limpieza] y otra de un producto blanqueador durante una manifestación en junio de 2013; la segunda vez, por presuntamente encontrárserle 0,6 g de marihuana y 9,3 g de cocaína, lo que sirvió para justificar su detención y condena por narcotráfico y asociación con el crimen organizado. Todo esto se basó únicamente en las acusaciones de los agentes de policía mientras que las afirmaciones de Rafael y de los testigos de que las pruebas estaban falsificadas, fueron ignoradas.
No defendemos a Lula ni su política de colaboración de clases, de sumisión a los intereses de los capitalistas. Esta fue la política que confundió y desorganizó a la clase obrera y allanó el camino para los ataques a los derechos de los trabajadores, como la reforma laboral. Lula y el PT adoptaron la política y los métodos del gobierno de la burguesía, básicamente metiéndose en la cama con los grandes negocios.
Sin embargo, reiteramos que los que tienen derecho a juzgar a Lula y a los líderes del movimiento obrero por su conducta traicionera son los trabajadores, no la justicia burguesa que busca usar tales sentencias para promover sus propios intereses políticos de clase.
La posible condena de Lula tras su apelación podría resultar en su detención y evitar que sea candidato en las elecciones presidenciales del próximo año [gracias a la ley antidemocrática de la «Ficha Limpa» – que hace que un candidato que ha sido condenado, incluso si hay una apelación, sea inelegible por ocho años]. Una decisión sobre esto es parte de los cálculos de la burguesía sobre si Lula todavía puede desempeñar un papel en la defensa de sus intereses. Después de todo, con el estado general de descrédito de las instituciones del Estado, partidos y políticos, Lula sigue siendo el líder que tiene cierta autoridad entre las masas y que aún puede desempeñar un cierto papel en la contención de su rebelión.
Esto se confirma por el hecho de que incluso bajo ataque, Lula mantiene un tono conciliador. Cuando se le preguntó si derogaría las recientes leyes de seguridad social y laborales si fuera elegido, respondió que: «Sería falso declarar que anularía todo». Mientras tanto, el PT trabaja para desviar de la lucha contra Temer y el Parlamento, la lucha contra los recientes ataques hacia la clase trabajadora. Esta es la misma línea que preparó la situación actual y que en realidad puede facilitar las condiciones para el arresto de Lula.
El anuncio de la sentencia del juez Moro llegó apenas un día después de que la nueva reforma laboral fuese aprobada en el parlamento. Evidentemente, el plan también era distraer la atención de este ataque brutal contra los derechos laborales, en un intento por reducir su impacto entre los trabajadores, a fin de reducir las movilizaciones contra ella.
La salida para la clase obrera no se encuentra en la Lava Jato, ni en las políticas de Lula y de la dirección del PT. Los trabajadores y los jóvenes no han sido derrotados. Las movilizaciones victoriosas de la primera mitad de este año han demostrado claramente la voluntad de luchar por parte de las masas. La clase obrera necesita una nueva voz independiente para allanar el camino para derribar al régimen y lanzar al basurero de la historia al capitalismo, sus instituciones y los líderes reformistas que frenan la lucha de los trabajadores.