El acoso sexual y la violencia hacia la mujer en las escuelas es una cuestión deplorable que se reproduce de manera sistemática. Muchos piensan que por tratarse de una institución educativa a cargo de gente de alta preparación académica y culta, los vicios de la sociedad dividida en clases no se tendrían que reproducir, sin embargo, la realidad nos demuestra que ninguna institución está aislada del sistema social y su barbarie.
Estadísticas sobre el Acoso Sexual Escolar
Las estadísticas sobre el acoso sexual en las escuelas mexicanas revelan una realidad preocupante. Según datos de la Secretaría de Educación Pública (SEP), aproximadamente el 23% de las estudiantes de nivel secundaria han reportado algún tipo de acoso sexual. Estas cifras aumentan en el nivel medio superior, donde se estima que el 30% de las alumnas han sido víctimas de acoso.
Un estudio realizado por la organización México Evalúa encontró que el 42% de las estudiantes universitarias han experimentado acoso sexual en sus campus. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN) son algunas de las instituciones donde se han registrado más casos, aunque la problemática está extendida a nivel nacional. La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) también señala que el 22% de las mujeres que sufrieron violencia en su infancia o adolescencia fue en el ámbito escolar.
Procedimientos inconclusos y abusos institucionales
La respuesta institucional al acoso sexual escolar en México suele ser deficiente y en muchos casos, perpetúa la revictimización. Las denuncias frecuentemente se topan con procedimientos burocráticos lentos e ineficaces, dónde la impunidad es la norma. Las víctimas denuncian que, tras presentar una queja, los casos se archivan sin resolución o se les culpa indirectamente por lo sucedido.
En algunas instituciones, como la UNAM, se han implementado procedimientos internos que buscan dar respuesta a las denuncias de acoso como el Protocolo para la atención integral de casos de violencia por cuestiones de género. Sin embargo, estos protocolos han sido criticados por estar plagados de machismo y favoritismo. La autonomía universitaria, que debería ser un baluarte de libertad y justicia, en estos casos se convierte en un escudo para proteger a los agresores y silenciar a las víctimas.
Otro ejemplo es el del IPN. En 2012 se creó la Unidad Politécnica de Gestión con Perspectiva de Género (UPGPG), para fomentar medidas para erradicar la violencia de género. Sin embargo, en 2016 se presentó el feminicidio de María de Jesús Jaimes Zamudio, se esperaría que después de 4 años en funcionamiento la UPGPG hubiera actuado bajo el protocolo y atendido el caso con “perspectiva de género”, pero fue todo lo contrario. Fue tanta la presión que ejerció la familia, colectivas y el movimiento amplio de mujeres que las autoridades del IPN tuvieron que dar una disculpa pública por su actuar encubridor.
Así vemos como la existencia de protocolos y de dependencias con “perspectiva de género” se nos han presentado como grandes avances en la atención del acoso y la violencia hacia las mujeres dentro de las universidades, pero estos no son más que procedimientos administrativos que no son capaces de combatir la base fundamental del problema real.
El acoso y la violencia se reproduce dentro de las escuelas como un reflejo de la barbarie de la sociedad dividida en clases, donde las bases económicas de producción en este sistema nos ha colocado a las mujeres en una situación de vulnerabilidad y dependencia que facilita la proliferación de la violencia.
Por eso no podemos pretender primero que las universidades sean espacios seguros donde no se reproduzca la violencia y segundo que un simple protocolo con “perspectiva de género” resuelva un problema que va más allá de las aulas y de la institucionalidad universitaria. La vía real de una lucha seria contra la violencia y el acoso dentro y fuera de las universidades es la lucha contra este sistema de explotación sin límites.
Soluciones Propuestas por Colectivos Feministas
Ante la ineficacia de las respuestas institucionales, diversos colectivos feministas han propuesto y llevado a cabo acciones directas para combatir el acoso sexual escolar. Los «escraches» y «funas» son dos de las estrategias más comunes utilizadas por estos colectivos.
Otra propuesta de estos colectivos es la creación de «espacios seguros» donde las mujeres puedan estudiar y convivir sin temor al acoso. Sin embargo, estas medidas, se perciben como insuficientes, ya que se centran en proteger a las víctimas en lugar de transformar la sociedad actual que perpetúa la violencia. La creación de estos espacios puede también llevar a un cierto grado de segregación y no aborda directamente la responsabilidad de los hombres en la reproducción de estas conductas.
Adicionalmente, se ha observado que algunos colectivos feministas a menudo se hacen de la vista gorda cuando se trata de reconocer que la violencia contra las mujeres es una condición derivada del capitalismo y no solamente de lo que ellas llaman “patriarcado”, pues asumen como iguales a todas las mujeres, sin importar la clase social a la que pertenecen, quitando toda responsabilidad a las mujeres burguesas que se benefician de las condiciones de explotación de las mujeres obreras. La lucha feminista, en este sentido, está desconectada de las realidades de las mujeres proletarias, pues anteponen la condición de género frente a la cuestión de clase, que es la fundamental para comprender las bases materiales que originan la violencia.
La Alternativa Comunista
Las respuestas institucionales como las feministas no abordan de manera integral las raíces del problema. Las autoridades implementan medidas superficiales que no cambian las estructuras sociales, mientras que algunas estrategias feministas, aíslan a los hombres de la discusión poniendo una barrera artificial de género que impide lograr un cambio sistémico.
La alternativa comunista propone un entendimiento de la superestructura del capital y una crítica profunda a la sociedad clasista que dieron origen a las relaciones subordinadas entre hombres y mujeres. El acoso sexual escolar no puede ser abordado de manera efectiva sin cuestionar el sistema capitalista que perpetúa la desigualdad, la opresión y la violencia hacia la mujer. Por esa razón apelamos a la organización y lucha de los oprimidos contra este sistema, mientras emprendemos una lucha para incentivar la conciencia colectiva con respecto al problema de la violencia hacia la mujer.
Erradicar la violencia hacia la mujer bajo los marcos del sistema capitalista es imposible, vemos que se han aprobado una serie de leyes que proponen castigar actos de violencia como el quemar con ácido a mujeres, castigar a quienes difunden contenido íntimo sin el consentimiento de la persona, los protocolos de género en las universidades, acompañados de botones de pánico que no han servido para resolver el problema sino para reafirmar que existe, pues solo funcionan como termómetros de la violencia y para la acumulación de datos estadísticos.
El acoso sexual escolar en México es un problema complejo que requiere respuestas multifacéticas. Nuestro papel como comunistas en las escuelas es presentar un programa de reivindicaciones inmediatas, crear círculos de discusión en donde podamos abordar la problemática de la violencia y el acoso a las mujeres en las escuelas, y cuando se presente un caso llamar a una asamblea, volver el problema colectivo para buscar una solución colectiva. Solo así podremos ir incrementando el grado de conciencia de los diferentes sectores de las escuelas a la par que emprendemos una lucha decidida contra este sistema de barbarie y opresión.