Algunos grupos o tendencias ideológicas afirman que la opresión de la mujer ha existido siempre, que «de manera histórica ha sido subordinada al hombre», además de sostener que el origen de la opresión es un aspecto meramente cultural del cual deviene el machismo. El argumento cúspide es que el patriarcado ha sido la causa por la cual las mujeres han sido explotadas y, por ende, se debe erradicar. Esto no dice mucho, en realidad no dice nada. Se debe analizar cuáles fueron los factores que dieron pie a la opresión y explotación de las mujeres, de esta manera habrá más claridad en cuanto al método que debe usarse para lograr la liberación y emancipación de las mujeres proletarias.
De acuerdo con el materialismo histórico, la opresión a las mujeres surge junto con el desarrollo de la propiedad privada y la división de clases sociales. Pero, ¿Cómo puede explicarse esto de manera sencilla?
Engels en su obra “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” retoma y desarrolla el estudio antropológico de Lewis Henry Morgan, el cual clasifica el desarrollo de la humanidad en tres etapas principales: el salvajismo, la barbarie y la civilización.
En el estadio inicial, la producción como la recolección y la caza respondían a una necesidad material concreta, subsistir. Pero a diferencia de otras especies, el ser humano era ya capaz de analizar e intervenir en su entorno natural. Esto no surge de la nada, pues la humanidad desde sus inicios como especie, ha sido un ser social, y justamente la socialización y la distribución del trabajo han sido los factores que le permitieron sobrevivir.
Actualmente, bajo los marcos del capitalismo la familia funciona como una unidad económica, siendo las mujeres quienes sostienen la reproducción de la clase trabajadora; es decir, para que un trabajador logre soportar toda la jornada laboral, este debe estar alimentado, descansado y aseado, y las mujeres han asumido estas tareas nada sencillas. Por supuesto, esto es causado porque el Estado prefiere mil veces conservar tal arreglo en vez de invertir en el gasto social que implicaría desplazar las tareas domésticas del hogar a la responsabilidad social. La doble explotación de la mujer, en el hogar y el trabajo, es un engrane fundamental para la sociedad capitalista.
Pero no siempre fue así. Durante el salvajismo y la transición a la barbarie inferior/media, la organización familiar se basaba en la colectividad, y el papel de las mujeres era de gran importancia para el desarrollo de la sociedad. La forma de organización genealógica era matrilineal, es decir, que las líneas de parentesco se establecían a partir de la consanguineidad materna, ya que las mujeres eran las únicas que podían saber quiénes eran sus hijos durante la gestación. Posterior e inmediatamente, los hijos pasaban a ser cuidados comunalmente por toda la sociedad. Es impensable el avance hacia la agricultura sin la intervención de las mujeres, pues eran selectivas recolectoras de granos y de cultivo.
La forma familiar que se basaba en la colectividad y la solidaridad sobrepasa a la familia nuclear que conocemos actualmente. Pero, ¿en qué punto se rompen estas formaciones colectivas de línea consanguínea materna y dan pie a la línea consanguínea paterna, ¿y por qué sería este el preludio a la opresión de la mujer?
Bien, pues el aumento de los bienes y de la producción (agrícola, expansión de cultivo, alfarería, ganadería) generó el desarrollo del nuevo modo de producción, que rebasó las necesidades de consumo comunal, permitiendo generar un excedente y por ende una acumulación de este sobrante de bienes. Esto requería romper con las antiguas formas comunales, transformándolas en formas privadas de acumulación que preservaran los excedentes. En pocas palabras, esta fue la consolidación de la propiedad privada, lo que transformó a la familia y la condición de la mujer.
Engels explica:
Pues, las riquezas, a medida que iban en aumento, daban, por una parte, al hombre una posición más importante que a la mujer en la familia y, por otra parte, hacían que naciera en él la idea de valerse de esta ventaja para modificar en provecho de sus hijos el orden de herencia establecido. Pero esto no podía hacerse mientras permaneciera vigente la filiación según el derecho materno. Éste tenía que ser abolido, y lo fue […] Bastó decidir sencillamente que en lo venidero los descendientes de un miembro masculino permanecerían en la gens, pero los de un miembro femenino saldrían de ella, pasando a la gens de su padre. Así quedaron abolidos la filiación femenina y el derecho hereditario materno, sustituyéndolos la filiación masculina y el derecho hereditario paterno.
A partir del punto en el que se implanta el patriarcado, se aísla a la mujer al ámbito privado, siendo obligada a cumplir únicamente con las tareas del hogar y la crianza de los hijos. Y a través de la imposición de la monogamia es que la familia patriarcal adquirió gradualmente la forma definitiva que conserva hasta la actualidad: “El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”.
El patriarcado entonces es consecuencia directa de condiciones específicas: de preservar la propiedad privada. No puede derribarse al patriarcado sin antes sepultar lo que le dio origen. Esto quiere decir que hay una necesidad imperante por derrocar al sistema basado en la propiedad privada y la división de clases. Solo comenzando una lucha implacable contra el capitalismo lograremos la emancipación de la mujer y nuestra clase.
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