Desde el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 contra el sur de Israel, la lógica de la situación en Oriente Medio ha ido avanzando en la dirección de una escalada de la guerra más allá de Gaza. Todos los intentos de frenar este proceso han seguido el mismo curso. Los estadounidenses declaran en primer lugar que no quieren una escalada. Pero cada vez Netanyahu hace algo para empujar hacia la ampliación de la guerra, porque sabe que EEUU siempre caerá del lado de Israel.
Esto sucedió una vez más con el ataque de Israel a Líbano, con Biden declarando que «comprende» las necesidades de seguridad de Israel, etc.
Después de las represalias de Irán tras el asesinato de Nasrallah, los israelíes se frotaban las manos. Se trataba de una oportunidad para ir a por los centros de investigación nuclear de Irán, para asestar un golpe al enemigo más formidable del país, y quizás implicar a Estados Unidos a una guerra más amplia, que ha sido el objetivo de Netanyahu desde el principio.
Biden, sin embargo, ha declarado públicamente que Israel no debe atacar ni las instalaciones nucleares iraníes ni sus instalaciones petrolíferas, y que las represalias deben ser «proporcionales». El problema de las represalias proporcionales es que cada vez que se toman represalias, la siguiente represalia tiene que ser mayor. De hecho, este segundo lanzamiento de misiles por parte de Irán fue el doble de grande que el que lanzaron en abril.
Los estadounidenses participaron en el derribo de cohetes procedentes de Irán en abril, y también participaron esta vez. Pero la magnitud del ataque iraní ha llevado a Estados Unidos a enviar a Israel sistemas de defensa más potentes, junto con 200 soldados para manejarlos.
Esto le viene como anillo al dedo a Netanyahu. Puede que esté dispuesto a renunciar a un ataque de represalia contra las instalaciones nucleares o petrolíferas de Irán en favor de atacar objetivos militares, por ahora. Después de todo, Biden le ha dado algo mucho más valioso: Personal del ejército estadounidense sobre el terreno. Ahora están en la línea de fuego en caso de que Irán lance nuevos ataques. La próxima vez que Netanyahu provoque que Irán devuelva el golpe a Israel, si las tropas estadounidenses acaban figurando en la lista de bajas, a Estados Unidos le resultará extremadamente difícil evitar una confrontación directa con Irán.
Mientras tanto, Starmer ha declarado que los británicos -que tienen una base militar en Chipre- también han estado participando intensamente en apoyar a Israel. Vemos cómo el conflicto está atrayendo a los principales miembros de la OTAN, especialmente a Estados Unidos, pero también a británicos y franceses. Y a pesar de todo esto, algunos de los misiles iraníes lograron pasar.
Tras las represalias iraníes, ahora escuchamos el mantra habitual, culpando a Irán por su política agresiva. Todas las noticias giran en torno a la «agresión iraní». La verdad, sin embargo, es que el agresor es Israel, y es Netanyahu quien ha intensificado sistemáticamente la guerra, atrayendo deliberadamente a Irán a un conflicto. Ha estado provocando repetidamente a Irán desde el bombardeo de la embajada iraní en Damasco, y más tarde con el asesinato del dirigente de Hamás en Teherán a finales de julio.
Los asesinatos de Haniyeh en julio y de Nasralá más recientemente, pusieron a los iraníes ante un dilema. Su pensamiento era: «¿cómo medimos las represalias de forma que no perdamos la cara, pero no provoquemos una guerra?». El problema con esto es que cualquier represalia por parte de Irán daría a Netanyahu la excusa para tomar represalias mayores. Eso es lo que ha estado esperando.
En los próximos días, podemos esperar una represalia de Israel, aunque no podemos decir con certeza cuándo Israel va a golpear a Irán.
Así pues, la situación sigue una espiral ascendente hacia la guerra, a pesar de que el imperialismo estadounidense preferiría contener el conflicto en el Líbano y evitar una guerra regional más amplia, que tampoco beneficiaría a Irán.
La situación dentro de Israel
En Israel, lo que se hizo evidente a principios de septiembre, con el asesinato de los seis rehenes, es que la sociedad israelí está dividida.
La sociedad israelí está sometida a una enorme tensión. Esto se puede ver en el enorme aumento del consumo de drogas, tranquilizantes y somníferos. La gente está sometida a un enorme estrés. La economía israelí se ha visto gravemente perturbada.
La industria de la construcción y la agricultura están paralizadas, y muchas empresas se enfrentan a la quiebra y el cierre. Por si fuera poco, ahora la población civil se enfrenta a la amenaza real de ser alcanzada por misiles. Esto se hizo evidente con el segundo ataque con misiles iraníes, que alcanzó varios objetivos dentro de Israel. Uno puede imaginarse la enorme tensión a la que se ha visto sometida la sociedad israelí debido a la política de Netanyahu.
Sin embargo, las divisiones en la sociedad israelí no se refieren tanto a la cuestión del apoyo al esfuerzo bélico. Más bien, hay un sector de la población que apoya el llamamiento a un alto el fuego para salvar a los rehenes. Su preocupación por los rehenes es genuina, mientras que la de Netanyahu es falsa hasta la médula. A Netanyahu le importan un bledo los rehenes que Hamás mantiene en Gaza. Se limita a explotar la cuestión de los rehenes para seguir intensificando la guerra.
Eso quedó claro a principios de septiembre, cuando podría haber dado un paso hacia Hamás, abriendo negociaciones para un alto el fuego retirando las fuerzas de las fuerzas israelíes del Corredor Filadelfia que discurre a lo largo de la frontera de Gaza con Egipto. Hizo todo lo contrario. Sistemáticamente, a lo largo del año, ha saboteado las negociaciones.
Mató a Haniyeh y a Nasralá precisamente cuando estaban en medio de negociaciones para un alto el fuego. De hecho, Nasralá había aceptado la propuesta de alto el fuego el mismo día en que fue asesinado. Netanyahu se negó a retirar las tropas del corredor Filadelfia, en la frontera con Egipto, pues sabe que es una línea roja para Hamás.
Sin embargo, una gran parte de la población se ha dado cuenta de sus maniobras. Hasta 700.000 personas salieron a las calles de Israel para protestar. Incluso se produjo una huelga general, aunque de corta duración y con poco entusiasmo por parte de los dirigentes sindicales, que no quisieron llevarla a cabo realmente y la desconvocaron en cuanto intervinieron los tribunales. Sin embargo, en ese momento concreto, todos los sondeos de opinión mostraban que el apoyo a la coalición de Netanyahu había disminuido drásticamente. Si hubiera habido elecciones en ese momento, habría perdido la mayoría.
Esto juega un papel importante en el pensamiento de Netanyahu. Permitir que esa situación continuara habría significado arriesgarse a su propia caída. Y su propio destino personal es un elemento importante en toda la situación.
¿Cómo trató de salir de este callejón sin salida? Hizo lo que ha hecho a lo largo del último año: elevó el nivel de tensión en la guerra desviando la atención hacia Hezbolá, destacando su amenaza para Israel. Miró las encuestas de opinión en Israel y pudo ver que había más apoyo a una guerra contra Hezbolá que contra Gaza.
Todo el mundo puede ver que Hezbolá es una amenaza mucho mayor para Israel de lo que lo ha sido nunca Hamás. Tiene armas sofisticadas y misiles teledirigidos. Y, al igual que ha utilizado a los rehenes retenidos en Gaza, ahora Netanyahu está utilizando cínicamente a los 60.000 evacuados israelíes de la frontera norte de Israel. Una vez más, no se preocupa realmente por ellos. ¿Cómo puede alguien afirmar que está haciendo que la frontera con Líbano sea más segura para estas personas?
Netanyahu no está loco
El comportamiento de Netanyahu ha llevado a algunos a afirmar que está loco, pero no lo está. Es un político muy astuto. Puede que sea un psicópata, pero los psicópatas son gente inteligente, y por eso son tan peligrosos. Es completamente indiferente a toda la muerte y destrucción, a todo el sufrimiento infligido al pueblo palestino, y no tiene ningún reparo en extender un sufrimiento similar a millones de personas en la región.
«Si Hezbolá se lanza a una guerra total, convertiremos Beirut y el sur del Líbano en una Gaza», dijo a sus jefes militares en la frontera norte. Está bastante claro lo que eso significa, y estamos empezando a verlo en nuestras pantallas de televisión todos los días.
También se sabe que los psicópatas son bastante despiadados a la hora de defender sus intereses fundamentales. Netanyahu ciertamente encaja en ese rasgo. Sin embargo, la clase dirigente de Israel está cometiendo un grave error al seguirle por ese camino. Veamos su posición en Gaza. Tras 12 meses de incesantes bombardeos, ¿han ganado? Cuentan con el respaldo de la superpotencia, Estados Unidos; disponen de un potente armamento y de toda la tecnología más avanzada, pero ¿han ganado?
Para responder a esa pregunta hay que recordar cuáles eran los objetivos: liberar a los rehenes y destruir a Hamás. Han fracasado en ambos frentes, y ésa es en parte la razón por la que los generales querían un alto el fuego. Entienden que Hamás gana porque no ha perdido. Lo único que tiene que hacer Hamás es seguir existiendo, a pesar de sus terribles pérdidas.
El odio y el deseo de venganza que han engendrado las atrocidades de Israel garantizarán que más reclutas y combatientes sigan uniéndose a Hamás y, por tanto, seguirá adelante, casi indefinidamente. Sólo por esa razón, Hamás ha ganado e Israel ha perdido.
Ahora bien, si esto es cierto en Gaza, lo será mil veces más en Líbano. A pesar de haber sufrido muchas y graves pérdidas en los últimos tiempos, Hezbolá no es Hamás. Es una fuerza de combate mucho más poderosa. El hecho de que estemos empezando a ver un mayor número de bajas entre los soldados israelíes en el sur del Líbano es prueba de ello.
Perspectivas de una guerra en el Líbano
Hezbolá representa una fuerza militar mucho más profesional que Hamás. Tienen soldados curtidos en batalla que combatieron en Siria. Disponen de tecnología, armas, etc., que Hamás nunca tuvo. Es cierto que no tienen un sistema de defensa antiaérea serio, no tienen una fuerza aérea y son mucho más débiles militarmente que las Fuerzas de Defensa Israelí. Pero su estrategia se basa en atraer a los israelíes más al sur del Líbano, donde lucharán en territorio de Hezbolá, y la naturaleza de la guerra puede cambiar en detrimento de las fuerzas de Israel.
La mayor matanza de soldados israelíes desde que comenzó la guerra hace un año tuvo lugar el miércoles 2 de octubre, cuando murieron ocho soldados israelíes y decenas resultaron heridos. Esto significa que el mayor golpe individual al ejército israelí ha tenido lugar justo al comienzo de la incursión en el sur de Líbano. Esto da una idea de cómo podría empezar a ser esta guerra si se convierte en una guerra terrestre total. El hecho de que tres tanques Merkava israelíes fueran destruidos con cohetes guiados el mismo día es un indicio de lo duro que va a ser para las fuerzas de defensa israelí.
Netanyahu ha estado afirmando que la invasión de Líbano va a ser una operación rápida y quirúrgica. «Hemos destruido muchas de las bases», afirman. Es cierto que Israel lleva años estudiando a Hezbolá, estudiando sus bases, su funcionamiento, sus cuadros, etc.
Un interesante artículo del 29 de septiembre en el Financial Times, Cómo espías israelíes penetraron Hezbolá, mostraba que cuando Hezbolá entró en Siria, tuvo que reclutar a muchos más hombres, y en ese periodo se hizo mucho más fácil infiltrarse en Hezbolá. También hay corrupción dentro de Hezbolá que la abrió a operaciones como los ataques a través de los buscapersonas y walkie-talkie.
Todos estos son elementos que facilitaron el dramático primer golpe de Israel, permitiéndole entrar en los sistemas de comunicación de Hezbolá, algo en lo que claramente llevaba tiempo trabajando. El ataque con buscapersonas alcanzó a comandantes y cuadros clave de Hezbolá, hiriendo a unos 3.000 y matando a varias docenas. Luego fueron más allá y mataron al dirigente, Nasrallah, y a muchos de los principales comandantes de Hezbolá. El mensaje que querían enviar era: «podemos alcanzaros dondequiera que estéis».
Sin embargo, aunque Hezbolá haya sufrido un grave golpe, eso no significa que Israel la haya destruido en absoluto como organización. Han reunido una nueva dirección y ahora están contraatacando. Sobre el terreno están luchando para defender su propio territorio, y ya podemos ver que va a ser una guerra interminable. Habrá mucha destrucción, mucha muerte -obviamente todavía pueden hacer mucho daño en el sur de Líbano-, pero los israelíes sufrirán mucho más que todo lo que han sufrido en la guerra de Gaza, que ha durado un año.
Netanyahu está inflado con su propio ego y su propio éxito. No tiene tiempo para Biden. Puede ver que hay un vacío de poder en Estados Unidos, y Netanyahu lo está aprovechando al máximo. Sabe que, sean cuales sean las críticas verbales que los estadounidenses hagan en público, siempre enviarán a Israel las armas que necesita.
La clase dirigente sionista de Israel está muy orgullosa de sí misma y cree que ésta es su oportunidad de destruir el régimen iraní. Han mordido más de lo que pueden masticar y han subestimado enormemente tanto a Hezbolá como a los iraníes.
A pesar de todas las armas y del respaldo de las potencias imperialistas occidentales, Israel sigue siendo un país pequeño, con poca población y recursos limitados. Tienen muchas armas, muchos misiles, pero hay que reponerlos y son costosos. Si van a enfrentarse a ataques regulares con misiles, sus reservas se agotarán. Esto ocurre en un momento en que Estados Unidos está siendo presionado para que proporcione misiles a Ucrania. No disponen de suministros ilimitados.
Un artículo del Financial Times , Israel lidia con la escasez de misiles de defensa aérea, confirma este hecho al citar a Dana Stroul, «un ex alto funcionario de defensa de EE.UU. con responsabilidad en Oriente Medio», quien afirma que: «El problema de las municiones de Israel es grave. Si Irán responde a un ataque de Israel [con una campaña masiva de ataques aéreos], y Hezbolá se une también, las defensas aéreas de Israel se verán desbordadas».
Israel no está, por tanto, en condiciones de librar una guerra larga. Una victoria corta y exitosa es lo que se necesitaba, y sería lo mejor para Israel a largo plazo. Pero en el sur del Líbano, las Fuerzas de Defensa Israelí se van a empantanar en una larga guerra de desgaste.
Más allá de esto existe el peligro creciente de una guerra más amplia. En su discurso ante las Naciones Unidas, Netanyahu dejó claro que puede golpear en cualquier lugar de Oriente Próximo, no sólo en Líbano y no sólo en Irán. Su pavoneo en el escenario de la ONU puso de relieve un importante cambio en el equilibrio de fuerzas a nivel mundial, en el sentido de que Estados Unidos ya no domina el mundo como lo hacía en su apogeo.
Netanyahu es plenamente consciente de ello y se comporta en consecuencia, es decir, actúa de una manera diseñada para atraer a Estados Unidos cada vez más hacia sus planes de guerra.
Mientras estaba en Estados Unidos, ordenó descaradamente el ataque para matar a Nasrallah e incluso se hizo filmar y televisar dando la órden. ¿Y cuál fue la reacción de la administración Biden? Están apoyando plenamente a Netanyahu en su guerra en el sur del Líbano.
Les gustaría que la guerra se limitara al Líbano y a las incursiones para golpear a Hezbolá. Pero lo que quieren y cómo se desarrollará realmente son dos cosas distintas. Todos los analistas serios están señalando que una guerra que comienza con pequeñas incursiones no se detendrá ahí.
Los EE.UU. arrastrados a implicarse
Sin embargo, los ataques de Netanyahu contra Hezbolá son también claramente una provocación destinada a involucrar a Irán en la guerra. Como hemos visto, Irán había estado actuando de manera de evitar una escalada. Pero hay divisiones dentro de Irán.
El nuevo presidente de Irán, Pezeshkian, pertenece al ala reformista, más moderada. Ha declarado públicamente que «no queremos una guerra». Representa a esa ala del régimen iraní a la que le gustaría entablar negociaciones con Occidente para poner fin a todas las sanciones, y que Irán volviera al redil, para facilitar el comercio, etc.
Parece que los estadounidenses le dijeron al Presidente: «usted espere y nosotros le garantizamos un alto el fuego en el Líbano». Se lo creyó tontamente y se abstuvo de llevar a cabo un ataque de represalia contra Israel durante prácticamente dos meses.
Su problema es que sólo representa a una facción del régimen. Y hay otra facción, muy poderosa, conocida como los conservadores, que no está contenta con la postura de compromiso de Pezeshkian hacia Occidente, que ha perjudicado gravemente la relación del régimen con Hezbolá. Esto ha provocado amargas recriminaciones y la sensación dentro de Hezbolá de que Irán les estaba traicionando.
Pezeshkian pagó un precio por ello dentro de Irán, ya que los conservadores fueron a por él, humillándolo en las redes sociales. La postura de Pezeshkian convenía a Netanyahu, pero había límites hasta dónde podía llegar el régimen iraní con esto. El asesinato de Nasrallah fue definitivamente un paso demasiado lejos, colocando al presidente iraní en una posición muy incómoda.
Debemos recordar que el Presidente no ostenta el poder real en Irán. Más bien, el «Líder Supremo» es la máxima autoridad dentro del régimen y, lo que es más importante, es el comandante en jefe de las fuerzas armadas. Al final, el Presidente fue anulado por el Líder Supremo, que dio el visto bueno al ataque con misiles contra Israel.
Sin embargo, incluso esta vez dieron «aviso previo», aunque no tanto como en abril. Esta vez sólo les dieron dos horas, y no directamente a los israelíes. A pesar de ello, fue una advertencia seria, con la implicación de que la próxima vez no habría advertencia.
Sean cuales sean sus divisiones internas, Irán se ve obligado a devolver el golpe. Y ahora que lo ha hecho, Israel se prepara para devolver el golpe con más fuerza. Netanyahu espera escalar hacia una guerra más amplia, que implicará no sólo a Irán, sino también a los hutíes, que también han lanzado misiles y han sido alcanzados por Israel.
El ataque iraní, que sólo alcanzó objetivos militares, fue una advertencia de lo que esto podría suponer. Israel declaró inmediatamente que «derribó el 90 por ciento» de los misiles entrantes, cifra que posteriormente rebajó al 75 por ciento. La verdad es que muchos de esos misiles sí los alcanzaron y causaron graves daños. No están dispuestos a admitirlo, pero es un hecho. Y eso es sólo una pequeña advertencia de lo que podrían esperar la próxima vez.
Si esto se convierte en una guerra total, y los iraníes utilizan toda su potencia de fuego, las defensas aéreas israelíes serían incapaces de detener todos los misiles. Esto significa que los estadounidenses tienen que involucrarse de una manera mucho mayor. El envío del sistema de defensa antimisiles THAAD a Israel es una confirmación de ello.
Sin embargo, no sólo Israel sería vulnerable a los ataques con misiles. Hay bases militares estadounidenses repartidas por todo Oriente Próximo: hay unos 40.000 soldados estadounidenses en bases desde Turquía hasta Arabia Saudí, en lugares como Kuwait, incluso en Siria e Irak. Y éstas están muy expuestas a ser atacadas por milicias islámicas proiraníes.
Esto ya ha ocurrido en el período reciente, y puede ocurrir a una escala mucho mayor. Estos ataques aumentarían la presión sobre Estados Unidos y le obligarían a reaccionar. El ejército estadounidense ya mantiene conversaciones con los israelíes sobre una respuesta negociada, un ataque acordado y «proporcionado» contra Irán.
Tampoco debemos olvidar que la clase dirigente estadounidense lleva mucho tiempo dividida en torno a la cuestión de Irán. Hay un ala a la que le gustaría atacar abiertamente al país. Ha sido una minoría durante años, pero no obstante es un sector significativo de la clase dirigente estadounidense.
En un momento dado, parecía que estaban preparando el terreno para un ataque contra Irán. Luego, con Obama, cambiaron de política. Intentaron traer a Irán al redil, haciendo un trato para que pudieran inspeccionar sus plantas de investigación nuclear. Después, Trump echó por tierra todo eso, rompió el acuerdo anterior y los iraníes continuaron con su desarrollo nuclear. Ahora, las cosas podrían oscilar una vez más dentro de la clase dominante estadounidense a favor de apoyar un ataque israelí contra Irán.
Israel está muy interesado en la idea, y estaban considerando atacar las refinerías de petróleo de Irán o los centros de investigación nuclear. Incluso estaban considerando atacar ambos. Los estadounidenses le han dicho a Netanyahu que no siga por ese camino. Están dispuestos a contemplar un ataque, pero no uno con estos objetivos, que tendría repercusiones mundiales. Recordemos que cuando los ucranianos atacaron las instalaciones petrolíferas rusas, los estadounidenses protestaron enérgicamente. Dijeron a los ucranianos que pararan, y pararon.
Netanyahu no parece estar preparando un ataque contra esas instalaciones clave, por ahora. Pero a cada paso hemos visto lo mismo. Los estadounidenses hacen gestos verbales de preocupación sobre tal o cual detalle – y luego se ven obligados, les guste o no, a seguir la corriente de todo lo que Netanyahu ha estado haciendo.
Esta debilidad es un reflejo del declive a largo plazo de Estados Unidos y de la crisis del sistema. A cada paso, se quedan intentando sacar lo mejor de un mal acuerdo.
Las guerras se conectan
Aunque el régimen iraní está dividido, con un ala que desea abrirse más a Occidente, Israel ve a Irán como una amenaza existencial. Y por tanto, a pesar de lo que desearía el ala reformista, Irán se está viendo empujado a acercarse más a Rusia y China.
Este es otro aspecto importante de esta guerra: se está conectando cada vez más con la guerra en Ucrania, por la sencilla razón de que la misma gran potencia está implicada en ambos conflictos, Estados Unidos. Aunque no exactamente de la misma manera, están detrás de la guerra de Ucrania, y están detrás de Netanyahu.
Pensemos en esto por un momento. Si Estados Unidos causa problemas a Putin, si le amenazan con la posibilidad de permitir que los ucranianos utilicen misiles que puedan impactar dentro de Rusia -aunque Occidente ya se ha enfriado con esta idea-, entonces Putin tiene muchas formas de devolver el golpe. Una de ellas es en Oriente Próximo, a través de Irán. Irán y Rusia, a pesar de sus diferentes intereses, están siendo empujados a una alianza de facto por Occidente.
No fue hasta el año pasado, por ejemplo, cuando Rusia e Irán acordaron la construcción de una nueva vía férrea a través de Azerbaiyán, lo que permitiría a Putin establecer una ruta comercial alternativa hacia el Golfo, que sustituiría a las antiguas rutas cerradas por las sanciones occidentales. No cabe duda de que el éxito y la precisión de los ataques iraníes contra objetivos militares israelíes habrían requerido la ayuda de la inteligencia y los satélites rusos.
Y Rusia no sólo está estableciendo vínculos con Irán. Ha habido informes de conversaciones entre los rusos y los hutíes sobre el suministro a los hutíes de misiles más avanzados. Estas conversaciones se suspendieron bajo la presión de Arabia Saudí. Sin embargo, si los estadounidenses amenazaran a Rusia a través de Ucrania, Putin tiene una forma de devolver el golpe. Su pensamiento sería: «me estáis molestando en mi patio trasero, causaré un gran lío en el vuestro». Y podría hacerlo en Oriente Medio.
China también está en el fondo. Vimos cómo participó en la intermediación del acuerdo que normalizó las relaciones entre Irán y Arabia Saudí.
Así pues, el comportamiento de Netanyahu está empujando a toda la región hacia una guerra regional en la que Estados Unidos, aunque no necesariamente ponga infantería sobre el terreno, tendría que participar en la defensa de Israel, enviando sus barcos, enviando más fuerzas. Los británicos también han dicho que participarán, utilizando la base militar que tienen en Chipre, que los estadounidenses también están utilizando.
Vemos, pues, abrirse ante nosotros un frente mundial que se extiende desde Ucrania hasta Oriente Próximo, a un lado del cual tenemos a Estados Unidos con sus aliados de la OTAN y, al otro, a Rusia e Irán, con China al fondo.
Regímenes árabes al borde del abismo
El escenario que se dibuja ahora en Oriente Próximo tiene consecuencias para toda la economía mundial. El mismo día en que Irán anunció que preparaba represalias, el precio del petróleo se disparó unos cuatro o cinco dólares en pocas horas, y las bolsas cayeron en todas partes. Cuando Israel anunció que no iba a atacar las instalaciones petrolíferas iraníes, el precio volvió a bajar, pero es indicativo de lo sensibles que son los mercados del petróleo ante la perspectiva de una guerra más amplia en Oriente Próximo.
Hubo, sin embargo, una acciones que no cayeron, sino que subieron: las de las empresas de defensa se dispararon el mismo día que el resto caían. Podemos imaginar el pensamiento de los especuladores bursátiles: «Se acerca la guerra. Estas son buenas acciones en las que invertir».
En una situación en la que la economía mundial está, en el mejor de los casos, estancada o crece lentamente (algunos países están al borde de la recesión, si no ya en ella), un cambio repentino en Oriente Próximo podría tener el efecto de hacer que la economía mundial cayera en picado.
El tráfico a través del Canal de Suez ya se ha visto interrumpido por los ataques de los hutíes a la navegación en el Mar Rojo. Esto ha incrementado enormemente el coste del transporte marítimo, lo que ha repercutido en la economía mundial, especialmente en Europa. Desviar el transporte de mercancías de Asia a través de África triplica el coste de enviar un contenedor de China a Europa. Una guerra regional en Oriente Medio podría empeorar aún más la situación.
Si se llega a una guerra total, lo más probable es que veamos el cierre del Estrecho de Ormuz y otras rutas comerciales. Esto sería catastrófico para la economía mundial. Si Israel atacara las instalaciones petrolíferas iraníes en un futuro próximo -posiblemente después de las elecciones estadounidenses- e Irán devolviera el golpe contra las instalaciones petrolíferas de los países vecinos, como ha amenazado con hacer, esto podría tener un efecto dramático en el precio del petróleo. Irónicamente, este escenario fortalecería a Rusia, ya que Putin empezaría a ver entrar mucho más dinero de sus exportaciones de petróleo.
Es una reminiscencia de la Guerra del Yom Kippur de 1973 y el posterior embargo de petróleo liderado por Arabia Saudí. Una economía mundial que ya avanzaba hacia la recesión se vio abocada a una depresión en 1974, la primera crisis económica grave desde la Segunda Guerra Mundial.
La otra cara de la moneda es el impacto social y económico en todo Oriente Medio. La población de esta región está sufriendo realmente las consecuencias de la crisis mundial del capitalismo.
Egipto, por ejemplo, se ha comportado bien según los imperialistas. Han colaborado, han mantenido relaciones con Israel y no han creado problemas en la frontera con Gaza. En compensación, recibieron un paquete de préstamos de 8.000 millones de dólares a principios de este año.
Sin embargo, como todos los préstamos de este tipo, viene con condiciones, como recortes masivos en las subvenciones a los productos básicos. Los precios de la electricidad se han disparado, con lo que el coste de las facturas energéticas para el ciudadano de a pie ha alcanzado el mismo nivel que los costes de alquiler. El precio del pan se cuadruplicó este verano debido a los recortes masivos de las subvenciones estatales. La pobreza está aumentando enormemente en Egipto.
Jordania se enfrenta a una situación similar, con las mismas políticas impuestas por el FMI y el Banco Mundial. El desempleo supera ya el 20%. En consecuencia, Jordania se ha convertido en uno de los regímenes más inestables de la región. El país también alberga una gran población palestina. Mientras tanto, el régimen colabora activamente con los imperialistas.
Cuando los iraníes tomaron represalias contra Israel en abril, Jordania participó en el derribo de los misiles con la excusa de que sobrevolaban el espacio aéreo jordano. Las masas jordanas consideraron, con razón, que su gobierno colaboraba con los sionistas y con los estadounidenses. Hubo grandes protestas, que el régimen reprimió con dureza.
Eso explica por qué, cuando los diplomáticos llaman globalmente a la calma, los jordanos son siempre los primeros en hacer tales declaraciones. Están aterrorizados ante un posible movimiento de masas que podría derrocarlos en algún momento.
Estos regímenes árabes deben tratar esta crisis con delicadeza. Podría determinar su propia supervivencia. La desestabilización de toda la región que está provocando Netanyahu podría llevar a la caída de varios de estos regímenes.
Implicaciones revolucionarias más amplias
El impacto de la guerra actual, sin embargo, irá mucho más allá del propio Oriente Medio. Va a radicalizar aún más a los trabajadores y a la juventud de los países capitalistas avanzados. Todos esos jóvenes que participaron en los campamentos, en las protestas, en las manifestaciones, verán que, a pesar de todo, la guerra se recrudece. Están viendo que lo que Israel le ha hecho a Gaza se lo está haciendo ahora al Líbano.
Oficialmente, Líbano tiene una población de unos seis millones de personas. Esa cifra es una subestimación, ya que hay muchos más refugiados de Siria, etc. Ya hay un millón de desplazados. Más de 2.000 han muerto y sólo estamos al principio. Todo esto no puede dejar de radicalizar capas más amplias. Y a medida que Estados Unidos se involucre más y más, esto tendrá un efecto en una capa significativa de la juventud y la clase trabajadora de Estados Unidos.
Ya está teniendo un efecto en la campaña de las elecciones presidenciales estadounidenses. Algunos analistas dicen que es un regalo para Trump en las elecciones. No podemos predecir exactamente cómo van a ir las elecciones, ya que parece que Harris y Trump están codo con codo en estos momentos. Pero una mayor implicación de Estados Unidos traería a la memoria el papel de Estados Unidos en Vietnam y tendría un efecto radicalizador entre amplias capas de la juventud y los trabajadores estadounidenses.
En Gran Bretaña, cuando Starmer pronuncia un discurso en el que justifica completamente lo que está haciendo Israel, en el que afirma que Gran Bretaña participó en el derribo de los misiles iraníes, se pone de manifiesto que el gobierno laborista no sólo apoya a Israel de palabra. Está apoyando activamente la guerra de Netanyahu, con la RAF ayudando a las fuerzas israelíes en sus operaciones en Gaza.
En estas condiciones, nuestra lucha como comunistas es contra los belicistas. Nuestro principal enemigo está aquí mismo, en casa. Los mismos que apoyan la barbarie en Gaza, en el Líbano, atacan a los pensionistas, recortan los subsidios de combustible para los ancianos en Gran Bretaña.
Los mismos criminales que están dispuestos a dejar que los ancianos mueran de frío en casa, apoyan la matanza, el incendio, el hambre de miles de personas en Oriente Medio. La barbarie que presenciamos a diario es casi increíble: niños con disparos en la cabeza y en el cuello, pacientes quemados vivos en camas de hospital, pueblos enteros demolidos con explosivos, millones de personas obligadas a abandonar sus hogares, poblaciones a las que se les dice «ríndete o muere de hambre».
Ahora los imperialistas han emprendido un camino que implica extender este horror mucho más allá, por toda la región y más allá. Hoy está más claro que nunca: el capitalismo debe morir, el imperialismo debe morir, para que la humanidad pueda vivir.