Fernanda Mosso
En México, 6 de cada 10 mujeres han sufrido algún tipo de violencia; tan solo el 50% de los feminicidios en América latina han sucedido en nuestro país. En este 2017, hasta el mes de marzo, han ocurrido 369 asesinatos de género (sin contar, claro, los casos en que se prefiere ignorar su carácter como feminicidio) –muchas de ellas son víctimas aún sin identificar.
Hace más de 20 años, los asesinatos de cientos de mujeres en Ciudad Juárez (el peor lugar del mundo para ser mujer en ese entonces) aterrorizaban no sólo por su enorme número, sino por la cruel manera en que eran privadas de la vida. Al día de hoy, los feminicidios sólo en el Estado de México han rebasado las cifras y crueldad de Juárez, siendo éste el estado con mayores casos en México. Millones de mujeres vivimos una insostenible situación de violencia todos los días.
A pesar de las 7 alertas de género emitidas para el Estado de México, Michoacán, Morelos, Chiapas, Veracruz, Nuevo León y Jalisco, existen otros 10 Estados que han solicitado la Alarma de Género: Tlaxcala, Puebla (con 51 desapariciones y 18 feminicidios), Guerrero, Nayarit, Tabasco, Sinaloa, Quintana Roo, Querétaro, San Luis Potosí y Sonora.
Evidentemente, los crímenes de género van en aumento, así como la complicidad y los falsos esfuerzos de las autoridades por cesarlos. 177 Millones de pesos destinados a combatir la desigualdad de género se han invertido en fracasados programas como el “30-100 contra la violencia hacia las mujeres en el transporte y los espacios públicos”, el silbato para combatir el acoso sexual en las calles (además de costar 80 pesos, sólo dos mujeres lo utilizaron) y las nulas especializaciones de los servidores públicos sobre la figura de feminicidio y sus procedimientos.
Es claro que esta ola de violencia, discriminación, desapariciones y asesinatos no será resuelta por la buena voluntad de nuestros políticos. Ha sido la movilización de cientos de personas en diferentes sitios lo que han empujado el esclarecimiento de algunos casos; desgraciadamente son sólo algunos. Debemos preguntarnos entonces, ¿por qué estos casos van en aumento? ¿Qué ha provocado la incontrolable degeneración social en la que vivimos?
Al igual que los robos, los secuestros, el desempleo y el crimen organizado, que son problemas sociales que reflejan el grado de descomposición en una sociedad, la violencia de género también lo hace. No es casualidad que después del agravamiento de la crisis económica del sistema capitalista muchos aspectos de la vida colectiva sean cada vez más complicados, pues todo el entretejido social descansa sobre una base material.
La mujer como mercancía
Cabe aclarar que el machismo y la opresión de las mujeres no son cuestiones biológicas sino situaciones que nacen con la aparición de la propiedad privada, creadora de las clases sociales. Si bien en los inicios de la historia humana (comunismo primitivo) existía una división sexual del trabajo (mujer predominantemente recolectaro, el homre predominatemente cazador), no había de ninguna manera una dominación por alguna parte, las tareas eran igual de importantes, incluso la filiación de los hijos se seguía a través de la línea materna.
Por supuesto, con el surgimiento d ela propiedad privada la mujer se convierte en nada más que un objeto, propiedad del padre, esposo u hombre cercano, con las obligaciones sociales respectivas de la época en que se encontrara. Con el paso al capitalismo y la explosión de desarrollo industrial, fue necesario que las mujeres se incorporaran a la vida laboral –más aun durante procesos como la primera guerra mundial– para compensar la presencia de los hombres en el frente de batalla. Pero esto no significaría la liberación femenina.
El papel social de la mujer como ama de casa no es una casualidad –no sólo renueva las fuerzas del obrero cansado– sino que se trata también de una cuestión económica. Si la mujer trabaja (por más de 20 horas) cuidando a los niños, a los enfermos, lavando y limpiando los enseres domésticos, preparando el alimento de la familia entre otras muchas tareas, entonces el capitalista no debe gastar en nada de eso. Dejando a la mujer una doble carga como ama de casa y trabajadora, al mismo tiempo.
La lucha por la vida; mujeres en las calles.
Desde hace muchos años, las mujeres no se han resignado e vivir entre cuatro paredes. La necesidad de desarrollo, así como las necesidades económicas, han llevado a éstas a luchar por su emancipación, naciendo así los movimientos feministas. En un principio era el llamado a las mujeres a luchar contra su opresión, sin embargo, su limitación a la lucha de género ocasiono que las mujeres se agrupen sin importar su clase social, desvinculándolas de otras luchas. El feminismo burgués busca que la mujer burguesa disfrute del derecho de lucrar con el trabajo ajeno y participar en la política burguesa que antes estaba reservada a los varones administradores d ela clase dominante. El movimiento de las mujeres se ha desvinculado de la lucha obrera, dejando como resultado movimientos feministas burgueses o separatista que no construyen un verdadero camino a la liberación.
Por supuesto que es necesario comprender las características de la opresión del género femenino, denunciarlo y dar un giro cultural de 180° tomando las medidas necesarias para sumar a las mujeres a la lucha, sin embargo, debe quedar claro que éstas no deben desvincularse de la lucha de los trabajadores, pues la raíz no está en un enfrentamiento de genero sino una lucha de clases. El sistema capitalista ha caducado y no tiene más que explotación, hambre y miseria para ofrecer. Es sólo a través de la transformación socialista de la sociedad –de la economía planificada– que las mujeres podrán desprenderse de su doble carga, colectivizando el trabajo. Establecer comedores, guarderías, lavanderías comunitarias que permitan la liberación de la mujer.
La violencia, discriminación, secuestro y asesinato no terminarán solos: conformemos la organización revolucionaria que pueda cambiar nuestra sociedad.
¡Únete a la Izquierda Socialista y luchemos juntos, porque viv@s y libres nos queremos!