El lanzamiento de la Internacional Comunista Revolucionaria (ICR) el pasado mes de junio, fue un gran acontecimiento que ha provocado importantes expectativas en miles de revolucionarios de todo el mundo. Las diferentes secciones nacionales de la ICR están creciendo a buen ritmo, y lo harán más a lo largo de los meses venideros. La reacción histérica de algunos medios de comunicación burgueses al relanzamiento de nuestras secciones como organizaciones comunistas revolucionarias, en países como EEUU, Gran Bretaña, Suiza, Dinamarca, y otros, nos reafirma en que vamos por buen camino.
Desafortunadamente, algunos de la llamada “izquierda revolucionaria” no están felices con estos avances de la ICR. Con la mentalidad de pequeños tenderos enfadados por el miedo a la competencia, se dedican a lanzar todo tipo de fango, falsedades y tergiversaciones sobre nuestra Internacional con la esperanza de que eso melle de alguna manera nuestro desarrollo. Les auguramos un rotundo fracaso en sus intentos.
Recientemente, tuvimos conocimiento de un artículo de este espécimen escrito por Nathaniel Flakin, dirigente de un minúsculo grupo de EEUU llamado “Left Voice”. Este grupo forma parte de una corriente internacional llamada Fracción Trotskista-Cuarta Internacional (FT-CI), que Flakin proclama, ni más ni menos, como “el proyecto trotskista más grande y exitoso del mundo”. Su principal referente es el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), de Argentina.
El artículo es un ataque vitriólico contra la Corriente Marxista Internacional (CMI) –que fue refundada como ICR en su conferencia constitutiva de junio– en la mejor versión de la amalgama estalinista: miente, inventa, tergiversa y calumnia sobre nuestra historia y nuestras posiciones políticas, en casi cada una de sus frases ¡un logro realmente notable! Por supuesto, en el 90% de sus afirmaciones mentirosas y de medias verdades, nuestro amigo Nathaniel Flakin no se molesta siquiera en adjuntar un enlace a nuestras páginas web para que el lector pueda comprobar por sí mismo la veracidad de sus aseveraciones. ¿Para qué dejar que los hechos estropeen una buena historia? Y en los casos, escasísimos, donde se molesta en hacerlo se trata de artículos sueltos escritos hace 15 o 20 años, fuera de todo contexto y de la realidad actual.
El camarada Flakin, “revisando” nuestra historia, nos acusa en su artículo de socialdemócratas, centristas, oportunistas, proimperialistas, “jaleadores” de Chávez, de apoyar a gobiernos burgueses en Venezuela, México y Bolivia y, lo más sorprendente, de “antipalestinos” (!!). Por alguna razón, dedica una parte sustancial de su artículo a acusarnos de tener como una actividad principal ¡la defensa de los “sindicatos policiales”! Vamos, que la Corriente Marxista Internacional (CMI) antes, y la ICR ahora, son lo peor de lo peor y ninguna persona sensata debería acercarse a nosotros. La única acusación contra la CMI que le ha faltado a nuestro chistoso amigo Flakin es que hayamos organizado el asesinato de Rosa Luxemburgo, del “Che” Guevara, y quién sabe si hasta de Jesucristo.
Para hacerle justicia a Nathaniel, debemos decir que no hay nada nuevo en la mayoría de estas “acusaciones” que no nos hayan lanzado montones de grupos ultraizquierdistas y pseudotrotskistas, con monótona regularidad durante décadas. Gran parte de ellas ya fueron respondidas extensamente por Alan Woods hace 20 años en un ataque similar protagonizado por el Partido Obrero de Argentina, que los lectores pueden leer para comparar.
La verdad es que a Flakin y a la FT-CI no les mueve ninguna pretensión de polemizar honestamente con la ICR sobre diferencias programáticas y políticas, ni elevar el nivel político de su militancia y de la discusión. Por el contrario, solo les mueve el rencor y tratar de desacreditar a la ICR con todo tipo de afirmaciones escandalosas por la simple razón de que ven en ella, y por muy buenas razones, a un adversario político formidable. Es seguro que muchos de los buenos y dedicados militantes de su organización están formulando dudas y preguntas a sus dirigentes sobre la ICR y su desarrollo en muchos países. Y la dirección solo puede proporcionarles una catarata de insultos hacia la ICR. Estas no son muy buenas credenciales para una organización que se reclama marxista revolucionaria y dice luchar por la revolución socialista mundial.
Para responder adecuadamente a la cantidad de desatinos y tergiversaciones lanzados por Flakin, necesitaríamos escribir todo un libro, pero no podemos desperdiciar nuestro tiempo ni aburrir al lector. Aun así, lamentablemente, nuestra respuesta debe ser necesariamente algo más extensa que las 3100 palabras que nos ha dedicado el compañero Nathaniel. Mentir en una frase solo ocupa 6 o 7 palabras, pero responder a cada mentira y falsificación ocupa unas cuantas palabras más. De cualquier modo, y este es el principal motivo que nos ha animado a responder a Flakin, queremos aprovechar esta polémica para pasar revista al “proyecto trotskista más grande y exitoso del mundo” que dicen representar la FT-CI y el PTS argentino, con la diferencia metodológica respecto a la empleada por Nathaniel y la FT-CI, de citar honestamente y adjuntar los enlaces a su web de las posiciones que someteremos a crítica.
Y es por aquí por donde vamos a comenzar.
“El proyecto trotskista más exitoso del mundo”
Nuestro amigo Flakin, que acusa en su artículo a Ted Grant (dirigente histórico de la CMI) y a Alan Woods (dirigente de la ICR) de “maestros de lo autoproclamatorio”, no tiene ningún empacho en afirmar que: “En Argentina, el PTS y el FIT–U[1] representan el proyecto trotskista más grande y exitoso del mundo”. Si esto no es el pináculo de la autoproclamación, no sabemos qué puede ser tal cosa. En su entusiasmo, el compañero Flakin declara orgulloso que el FIT-U consiguió 700.000 votos en las últimas elecciones presidenciales del pasado mes de noviembre de 2023. Para medir lo “grande y exitoso” de este proyecto es necesario apuntar su porcentaje de voto, que fue exactamente ¡el 2,7%!, un dato que olvidó mencionar nuestro amigo Nathaniel. Este bajísimo porcentaje de voto destaca todavía más porque en Argentina el FIT-U era la única lista de izquierda (reformista o revolucionaria) que se presentaba a estas elecciones, y por lo tanto no tenía competencia en ese campo.
Tampoco este caudal de votos es una novedad. Ya en 2005 –¡hace prácticamente 20 años!– la suma de votos que consiguieron por separado los actuales partidos que conforman el FIT-U fue de 670.000, casi los mismos que ahora, pese al importante incremento experimentado por el padrón electoral desde entonces. Con altibajos, este porcentaje de votos (un 2%-4%) es el que ha venido consiguiendo el FIT desde su formación en 2011. Una excepción, que podía haber marcado una ruptura clara con este estancamiento de décadas, fue el resultado del FIT-U en las elecciones legislativas argentinas de 2021, cuando consiguió 1,28 millones de votos y el 5,41%. Pero el compañero Flakin, extrañamente, se cuida de aportar esta información en su artículo laudatorio hacia el PTS y el FIT-U. Sí, es muy extraño, ya que parece un resultado muy destacable que habría que gritar a los cuatro vientos ¿Por qué lo calla, entonces, nuestro querido Nathaniel? Por una razón muy conveniente: porque tendría que explicar cómo es posible que sólo dos años más tarde, en medio del completo descrédito del kirchnerismo y de la derecha tradicional argentina, y en medio de la mayor crisis social desde el Argentinazo, el FIT-U perdiera 500.000 votos en las últimas elecciones legislativas de 2023, una reducción del 40% de los votos conseguidos dos años antes. Claro, para explicar esto habría que ser honesto con los hechos y los datos, y decir la verdad a la cara, algo que está muy lejos de las pretensiones del compañero Flakin, tanto en esto como en todo lo demás.
Por supuesto, los dirigentes del PTS y del FIT-U no hicieron ninguna autocrítica por estos malos resultados, y lo atribuyeron todo a la “polarización”, “el miedo a Milei” y demás lugares comunes para salvar el prestigio de sus dirigentes.
Flakin ensalza los 5 diputados nacionales conseguidos por el FIT-U en el parlamento argentino, pero olvida mencionar que en Argentina la cámara de diputados renueva la mitad de sus bancas cada dos años y el FIT-U tuvo la suerte de que ninguno de sus 4 diputados conseguidos en 2021 tuviera que renovar su banca en las elecciones de 2023. Simplemente, añadió un diputado más en las elecciones de octubre pasado. Pero si hubiera tenido que renovar los otros 4 diputados, dado que su voto se desplomó, con seguridad habría perdido la mitad de su representación.
A nosotros no nos extraña el mal resultado del FIT-U en las últimas elecciones. A espaldas de la ardiente realidad social, su dirección diseñó una campaña electoralista con consignas políticas y economicistas insulsas y rutinarias, tales como: “Levanta la izquierda” (sic), “Contra el ajuste de los candidatos del FMI”, por más salario mínimo y jubilaciones, etc., cuando se requerían consignas de clara ruptura con el régimen para conectar con el ambiente de rabia que había en amplias capas de la clase obrera y de la juventud. En contraste, el equipo de campaña del ultraderechista Milei entendió mucho mejor la situación, lanzando mensajes simples y demagógicos, pero contundentes, que conectaban con este ambiente: “Vota contra la casta” (que copió de Podemos en España) o “Por un país donde los honestos, los que se rompen el lomo trabajando salgan ganando”, o “que nadie viva de tu trabajo”, etc., apelando ambiguamente por igual a la pequeña burguesía y a los trabajadores.
La verdad debe ser dicha. La campaña del FIT-U careció de conexión con el gran drama social existente en el país. No querían mostrar un cariz excesivamente radical que supuestamente redujera sus expectativas de voto, cuando lo contrario era la verdad. Ante capas amplias de trabajadores y jóvenes lo que se demandaba era una posición radical de rechazo claro al régimen existente. El FIT-U fracasó en mostrar esta alternativa. Su mojigatería electoralista les pasó factura.
Flakin se molesta porque “la CMI plantea vagas críticas al FIT–U, acusándolo de ‘deriva parlamentarista’”. Pero nuestra crítica no es vaga, sino muy precisa, y está totalmente justificada. El colofón de esta deriva parlamentarista es la consigna que corona desde hace años el programa del FIT-U:
“Contra los pactos a espaldas del pueblo para ajustar y entregar el país, luchamos por imponer la institución más democrática concebible dentro de este régimen político: una Asamblea Constituyente. No como la de 1994 ni la de Jujuy, sino una Libre y Soberana, que exprese verdaderamente la voluntad popular y donde se debatan los grandes problemas nacionales, desde las leyes e instituciones que nos gobiernan hasta los derechos sociales y económicos” (negritas en el original).
Pero, vamos a ver, una Asamblea Constituyente no es más que un parlamento burgués que, como el mismo PTS reconoce, se ubica “dentro de este régimen político” capitalista, y cuyo cometido es elaborar una Constitución para el país. Los adjetivos “Libre” y “Soberana”, añadidos para impresionar, no cambian su naturaleza. Así, para llevar adelante el supuesto programa socialista del FIT-U no haría falta el poder obrero, la toma del poder por la clase obrera, sino –fíjese el lector– el parlamento burgués “más democrático concebible”, como si pudiese existir un capitalismo más amable y democrático que el actual régimen capitalista argentino. Claro –dicen– sería una Asamblea Constituyente diferente de las anteriores –“no como la de 1994” que fue convocada por el entonces presidente Carlos Menem– sino otra más bonita y democrática que solo existe en la imaginación de los dirigentes del PTS y del FIT-U. Si esto no es una “deriva parlamentarista”, puro cretinismo parlamentario, ¿qué puede ser? Y el paladín del “trotskismo más exitoso del mundo”, nuestro amigo Flakin, tiene el desparpajo de acusar a la ICR de “posiciones oportunistas”.
Por cierto, los dirigentes del PTS dicen que luchan por “imponer” esa Asamblea Constituyente ideal ¿Cómo piensan hacerlo? No lo dicen ¿Acaso con una insurrección popular, una suerte de nuevo Argentinazo? Pero si ese fuera el caso, si la clase trabajadora argentina y demás sectores populares oprimidos, acumularan tal fuerza y energía para desmantelar el actual sistema parlamentario burgués corrupto y desprestigiado ¿Por qué fijarse como objetivo “imponer” un nuevo parlamento burgués? ¿Por qué no elevar el horizonte de las masas oprimidas que se lanzan a la lucha revolucionaria hacia el “poder obrero y popular”?
Hablemos claro, este confusionismo programático no es casual ni un malentendido, es la posición de una organización que elude plantear ante la clase obrera la tarea central revolucionaria, porque – fíjense ustedes – hablar de poder obrero no da votos entre las capas más conservadoras de la clase. En lugar de utilizar la lucha parlamentaria para agitar ante capas amplias sobre la necesidad de expropiar a los ricos y de que los trabajadores tomen el control de la sociedad, se sacrifica esto último con el fin de conseguir unas pocas bancas en el parlamento rebajando el programa socialista y el horizonte revolucionario de lucha de la clase trabajadora.
Para decir toda la verdad, el fracaso electoral del FIT-U va más allá de aspectos programáticos, consignas y campañas. En realidad, sus resultados electorales son solo un reflejo de sus débiles raíces en la clase trabajadora argentina por el fracaso de sus métodos sectarios en relación a los movimientos de masas en Argentina, que se encolumnan mayoritariamente, guste o no, alrededor del heterogéneo movimiento peronista.
Lo que deben reflexionar los dirigentes del FIT-U y los abnegados militantes de los partidos que lo componen es por qué, pese a las décadas de rica experiencia de la clase obrera argentina, que incluye explosiones revolucionarias, huelgas colosales, levantamientos populares, períodos de reflujo y desmoralización, boom económico, catástrofes económicas, destrucción de partidos tradicionales y centenarios, surgimiento explosivo de otros nuevos, etc., la izquierda revolucionaria argentina no ha sido capaz de ser visualizada como una alternativa relevante a tener en cuenta, aunque sólo sea por el hecho de que en Argentina no existe nada comparable a los partidos de izquierda reformista de masas que vemos en otros países de América Latina y Europa y, por tanto, no tienen competencia en ese campo. La razón de este fracaso es el sectarismo y la incapacidad orgánica de sus dirigentes de comprender la táctica del frente único con las masas de carne y hueso que componen la clase trabajadora de este país; es decir, su incapacidad para tender la mano a los millones que siguen o se organizan alrededor de las organizaciones de masas (sean peronistas, reformistas, u otras) para golpear juntos por los intereses comunes de la clase obrera y contra el enemigo de clase; al mismo tiempo que mantienen su independencia política y programa revolucionario, y su libertad de critica a las direcciones de esas organizaciones.
El FIT-U y el kirchnerismo
Flakin se cree muy gracioso cuando afirma sin sonrojarse que: “Tan solo hace una década, Woods llamaba a los marxistas argentinos a unirse a la coalición progresista burguesa de Néstor y Cristina Kirchner”. Estaríamos encantados de que Flakin o sus amigos en Argentina nos hicieran saber cuándo, dónde, en qué escrito o discurso, hizo Alan Woods esa recomendación. Nos quedaríamos esperando eternamente, porque es una pura invención de la mente febril de Flakin, como todo lo demás. Lo que Alan Woods y la CMI recomendaron a la izquierda argentina era que debía desarrollar políticas de frente único para conectar con la clase obrera cuya mayoría aplastante apoyaba al kirchnerismo. Lamentablemente, nuestro consejo cayó en oídos sordos.
La realidad fue que, en el período de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, la izquierda representada por los partidos que componen el FIT-U apareció ante los ojos de amplias capas de la población, de la mano de la derecha. Y no han podido desembarazarse todavía de ese estigma ante los ojos de muchos trabajadores. Sí, el kirchnerismo[2] tenía en ese momento una dirección burguesa, pero de un carácter peculiar. Surgido tras la resaca del Argentinazo –el estallido revolucionario popular de 2001-2002– el kirchnerismo (Néstor Kirchner fue elegido presidente del país en 2003) se presentaba con un perfil socialdemócrata e interclasista que, aunque salvaguardaba los intereses de conjunto de la burguesía, se apoyaba en las masas de la clase obrera para intentar disciplinar los apetitos más depredadores del capitalismo argentino a fin de conjurar nuevas explosiones sociales. Esto lo obligó a hacer importantes concesiones en materia económica (reestatizando el sistema de jubilación y empresas como la petrolera YPF, etc.), en derechos sociales (subsidios por hijo a familias pobres, subsidios a la energía y el transporte, etc.) y en el terreno democrático (juzgando a los genocidas del proceso militar de 1976-1983, ley de medios de comunicación antimonopolista, etc.). Al tratar de equilibrarse entre la clase trabajadora y la clase dominante –ora girando hacia la una, ora girando hacia la otra– nunca fue un gobierno cómodo para la burguesía argentina, que tenía sus propios partidos en quien confiar (la radicales, la derecha peronista, el PRO de Macri, etc.).
Lo llamativo es que la izquierda que hoy se encuadra en el FIT-U, se negó a dar un apoyo crítico a ninguna de aquellas medidas que suponían un avance social o democrático, apareciendo en el mismo coro de la derecha en contra de las mismas. En su razonamiento obtuso, pensaban que si daban algún tipo de apoyo crítico a estas reformas progresistas, eso incrementaría la autoridad del gobierno kirchnerista. En realidad, eso les habría ayudado a deslindar de la derecha y les habría conferido autoridad para ganar el oído de un sector de la clase obrera afín al kirchnerismo para mostrar las insuficiencias de éste y la necesidad de una alternativa de clase al nacionalismo pequeñoburgués argentino que aquél representaba.
En ese periodo, el gobierno de Cristina Fernández (esposa de Kirchner y su sucesora como presidenta del país entre 2007 y 2015) sufrió un acoso brutal por parte de la derecha y sus medios de comunicación que buscaban activamente su derrocamiento, con la movilización reaccionaria de la pequeña burguesía en su contra. Lamentablemente, en dicho lapso, la izquierda apareció a los ojos de amplias masas posicionándose con el enemigo de clase. Tal fue la vergonzosa conducta de dos de los partidos que integran hoy el FIT-U, Izquierda Socialista (IS) y el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) que, como reconoce el mismo PTS, formaron un bloque con la derecha y los terratenientes de la Sociedad Rural, participando notoriamente en sus movilizaciones reaccionarias durante 2008 en contra de los impuestos de exportación a los productos agrícolas. Los otros dos partidos del FIT-U, PTS y Partido Obrero, mantuvieron una cómoda equidistancia, en lugar de denunciar en primer lugar a los terratenientes de la Sociedad Rural y las maniobras reaccionarias de la derecha. Pero el comportamiento más desafortunado se dio en los años 2012-2014, cuando la izquierda argentina se unió de manera entusiasta a los paros y huelgas generales de los sectores de la burocracia sindical desafectos con el gobierno que, o bien perseguían sus propios intereses de casta (CGT de Moyano y CTA de Micheli) o estaban ligados abiertamente a la derecha (CGT de Barrionuevo), con el único fin de debilitar al gobierno de Cristina Fernández y provocar su caída. En ninguno de estos paros, en absolutamente ninguno, se plantearon reivindicaciones dirigidas a los empresarios privados. Todos estos paros fueron apoyados abiertamente por la derecha y la patronal terrateniente, la Sociedad Rural.
De esta manera, la izquierda le entregó al kirchnerismo el monopolio de la resistencia contra la derecha y éste pudo construir así su épica “antioligárquica”, mientras la izquierda se desprestigiaba.
El gran drama en Argentina es que la izquierda revolucionaria, con sus errores sectarios, fue incapaz de construir por anticipado un puente hacia los trabajadores kirchneristas. Eso le habría permitido ganar para las ideas del marxismo a miles de trabajadores y jóvenes de entre sus capas más avanzadas tras el descrédito y el inevitable fracaso del kirchnerismo. En cambio, hoy, permanece aislada y sigue siendo vista con escepticismo por la mayoría de la clase trabajadora de este país.
El FIT-U: una bolsa de gatos
En realidad, el FIT-U es un ejemplo poco inspirador de lo que debe ser un frente único genuino de organizaciones revolucionarias. Si algo ha caracterizado a la izquierda “trotskista” argentina han sido sus peleas y ataques mutuos despiadados durante décadas que han llevado el fastidio y el escepticismo a amplias capas de trabajadores que se acercaban a ella. La propia formación del FIT-U no tuvo nada que ver con una genuina política de frente único que tuviera en cuenta los intereses de la clase obrera argentina. Durante años, las campañas electorales eran una manera que tenían los diferentes partidos y grupos “trotskistas” de “hacer caja”, para financiar sus aparatos y actividades, ya que el Estado argentino abona dinero a los partidos y coaliciones electorales por cada voto recibido y diputado conseguido. Fue la reforma electoral de 2011 del entonces gobierno de Cristina Fernández, con la instauración de las elecciones primarias simultáneas y obligatorias (PASO) que imponía a cada partido o coalición conseguir al menos el 1,5% de los votos para poder presentarse a las elecciones, lo que obligó al PTS y demás partidos que ahora conforman el FIT-U a coaligarse para alcanzar conjuntamente ese 1,5%, si querían tener la posibilidad de presentarse a las elecciones. No les movieron los intereses de la clase obrera para unirse, como proclaman pomposamente, sino sus intereses de aparato.
Lo realmente cómico es que la ferocidad de los ataques mutuos entre los partidos que conforman el FIT-U no cesó ni un minuto tras su formación, y continúan. Así, en la campaña de las PASO en agosto de 2023, para elegir los cabezas de lista del FIT-U para las elecciones de octubre de ese año, se presentaron dos listas enfrentadas. Aquí Gabriel Solano, dirigente del Partido Obrero, acusó a la candidata del PTS, Myriam Bregman, de “blanquear al kirchnerismo” y de girar en torno a “la clase media progresista” en lugar de hacerlo alrededor de “los sectores populares”. Por su parte, el PTS acusó antes al PO de “adaptarse al régimen y al Estado [capitalista]”, y al MST (otro de los integrantes del FIT-U) de “estrategia oportunista”. ¿Puede alguien dudar del efecto deprimente que este tipo de acusaciones y de actitudes provoca en cualquier obrero y joven argentino corriente que sigue al FIT-U o simpatiza con él? Aparte de eso, los integrantes del FIT-U carecen de una política de frente único entre ellos mismos en ningún campo de la lucha de clases: ni a nivel sindical, vecinal, piquetero ni estudiantil. Cada uno tiene su propia plataforma, separada y enfrentada a las demás, en cada uno de estos campos de lucha.
Si este es el tipo de “proyecto exitoso” que el amigo Nathaniel nos recomienda a los comunistas revolucionarios de la ICR, cortésmente declinamos el ofrecimiento. Al final, el FIT-U es un mero proyecto electoralista, donde sus integrantes se odian y atacan despiadadamente. Sólo les une el espanto, la mera supervivencia política electoral y, de paso, sostener su dependencia de la financiación del Estado burgués que aquélla conlleva.
Un programa confuso y calculadamente ambiguo
En una parte de su artículo contra la CMI, el compañero Nathaniel Flakin se asigna el papel de agorero, cuando afirma: “Sin una base programática seria, el deslizamiento de la CMI hacia la izquierda no será duradero y volverá a donde estaba con el próximo cambio de tendencia.”
Respondemos cortésmente al amigo Flankin que la CMI (actual ICR) no necesita volver a donde estaba anteriormente porque nunca se ha movido de un programa comunista revolucionario serio y consistente. Los lectores pueden juzgar por si mismos yendo directamente a nuestro sitio web marxist.com, mejor que a través de los anteojos de Flakin. Pero ¿podemos decir lo mismo del PTS y del FIT-U? Tenemos dudas al respecto.
Ya hemos visto en un recorrido por las “bases programáticas” del PTS argentino y de sus seguidores en los demás países, como en el Estado español, que siempre que pueden eluden consignas a favor del poder obrero, de la toma del poder por la clase obrera, o lo disfrazan con posiciones democratizantes haciendo referencia a una fantástica “Asamblea Constituyente Libre y Soberana”, dentro de los marcos del capitalismo, que además está completamente fuera de lugar en países como Argentina o España que son democracias burguesas y no regímenes dictatoriales. En general, el enfoque del PTS en muchos de los puntos de su programa es confuso. Mientras defienden algunas posiciones correctas, en otras hay una ambigüedad que parece calculada. Así, por ejemplo en su artículo programático titulado: 10 puntos para unir al pueblo trabajador, la juventud y las mujeres contra Milei y el poder económico saqueador, podemos leer:
“Nacionalización integral de los recursos estratégicos del país bajo control y gestión de los trabajadores y comunidades involucradas”. (Punto 4). Pero, ¿Cuáles son esos recursos estratégicos? Eso es decir todo y decir nada. Y, por tanto, no compromete a nada.
Igualmente, en el Punto 8, se lee:
“hay que nacionalizar el sistema bancario creando una banca estatal única que permita centralizar los ahorros, impedir la fuga, otorgar créditos baratos a los pequeños productores, cuentapropistas y trabajadores (para vivienda, comprar un auto o vacacionar). Tiene que ser bajo gestión de las y los trabajadores, empezando por los bancarios y de entidades financieras, que conocen perfectamente cómo funciona el sistema.”
Esto, aparentemente, suena bien, pero no se plantea que dicha nacionalización debe hacerse sin indemnizar a los banqueros. Al no plantear esto, la nacionalización que propone el PTS significa comprarles a estos parásitos su negocio y descapitalizar a un futuro Estado obrero que acometa esa nacionalización. Estaríamos de acuerdo en indemnizar a pequeños ahorristas e inversores que carezcan de otros recursos, que sería una parte muy pequeña del capital social de los bancos, pero no a los grandes tiburones financieros que se han hecho de oro saqueando al pueblo. En definitiva, lo que nos propone el PTS es una nacionalización burguesa, y no socialista.
Por otro lado, sorprende en estas bases programáticas que, en un país como Argentina, donde el sector agroexportador representa una parte muy importante del capitalismo y es la principal fuente de entrada de divisas, el PTS no defienda la consigna de nacionalización sin indemnización de los terratenientes y agroexportadores. Esto, no es solo una necesidad para planificar de manera adecuada los recursos del país en beneficio de la mayoría de la sociedad, sino que dejar la tierra en manos de los terratenientes y fondos de inversión internacionales sería un arma formidable en sus manos para poner al país de rodillas y desestabilizarlo con la escasez de alimentos, cortes de ruta, etc. como ya vimos en los paros agrarios patronales de 2008, que tan alegremente celebraron algunos de los aliados políticos del PTS en el FIT-U.
Vemos aquí en qué se concreta la base programática “seria” que el amigo Nathaniel Flakin quiere oponer al programa rigurosamente revolucionario que defiende la ICR.
Nuevamente, volvemos a colocar la pregunta: ¿Está relacionado este programa ambiguo, que escamotea medidas revolucionarias claras contra la clase dominante y su Estado, con la política electoral del PTS y del FIT-U para no “espantar” posibles votantes, o es simplemente un reflejo de la inconsistencia y debilidad teórica de su dirección?
El imperialismo y la guerra de Ucrania
Alguien podría argumentar que, pese a todas sus insuficiencias, el FIT-U es un frente único electoral, lo cual ya representa un paso adelante comparado con el anterior fraccionamiento político de la izquierda argentina, y que además se ha formado sobre una base principista, asentada en los sólidos principios del marxismo revolucionario. Lamentamos advertir a esta alma bienintencionada de su grave error.
La prueba definitiva para una tendencia revolucionaria es su actitud hacia la revolución y hacia la guerra. Sobre la revolución, la prueba sigue pendiente evidentemente, aunque ya hemos señalado las ambigüedades y tendencias oportunistas programáticas del FIT-U; y sobre la guerra nos bastaría echar un ojo sobre la posición de los diversos grupos del FIT-U sobre la actual guerra en Ucrania. Y lo cierto es que, dentro del FIT-U vemos igualmente divergencias abismales sobre este punto. Tan es así que dos de sus cuatro integrantes, Izquierda Socialista y el MST apoyan el envío de armas de la OTAN a Ucrania, posicionándose en la práctica, y para su vergüenza, con el campo del imperialismo occidental. Por su parte, el PTS y su corriente internacional (Fracción Trotskista) mantienen una posición de equidistancia, culpando por igual a la OTAN y a Rusia. Para ellos, el énfasis no debe ser puesto en luchar en primer lugar contra “nuestro” campo imperialista que, en el caso de Argentina, es el imperialismo occidental:
“Desde los grupos que integramos la Fracción Trotskista hemos sostenido una posición de independencia de clase ante esta guerra reaccionaria, en la cual tanto Putin como Zelensky, subordinado a la OTAN, buscan someter Ucrania en función de sus intereses geoestratégicos. Planteamos la necesidad de un movimiento internacional contra la guerra, por la retirada inmediata de las tropas rusas de Ucrania y contra el intervencionismo militar de la OTAN en Europa del este y el rearme imperialista. Con esta posición independiente para enfrentar la ocupación rusa y la dominación imperialista hemos participado en las movilizaciones y acciones contra la guerra, especialmente en Europa y EE. UU.”
Dicho esto, debemos hacer justicia al Partido Obrero que, al menos en este caso, ha adoptado una posición más correcta (y valiente), culpando en primer lugar al imperialismo occidental del estallido de la guerra de Ucrania.
Lo cierto es que el principal responsable de la guerra fue EEUU, que empujó a Zelensky a una guerra que era perfectamente evitable, si hubiera renunciado a la pretensión de Ucrania de entrar en la OTAN. Esto hay que decirlo alto y claro, y no esconderlo como hacen los dirigentes del PTS, que no ha sido capaz de resistir la presión ambiental de la opinión pública imperialista occidental, actualmente dominante.
Volvemos a plantear la misma cuestión al compañero Nathaniel Flankin que hicimos en el apartado anterior: ¿Cómo puede afirmarse que el FIT-U representa el proyecto trotskista más exitoso del mundo, y un modelo para el resto, cuando en su interior coexisten posiciones antagónicas en todos los aspectos fundamentales; más aún, cuando se defienden abiertamente posiciones que lo colocan en el campo proimperialista occidental y que ensucian la bandera del marxismo y del trotskismo genuinos?
Por último, queremos mencionar al pasar, en la misma declaración sobre su posición sobre Ucrania, la alternativa que la FT-CI propone para América Latina, cuando se habla de la militarización del subcontinente:
“Ante esta situación, una salida a favor de las clases trabajadoras y los sectores populares pasa por la ruptura de la subordinación de América Latina a los designios del imperialismo estadounidense y los organismos internacionales. Es necesario poner un alto a la militarización y que los presupuestos asignados a las fuerzas represivas se destinen a salud y educación. Solo la clase trabajadora y los sectores populares pueden garantizar la seguridad de comunidades y ciudades, porque no tienen intereses en común con el crimen organizado ni con los ejércitos ni las policías.”
La salida, como se ve, no es la revolución socialista; la toma del poder por los obreros y campesinos, sino la simple ruptura con el imperialismo y sus organismos internacionales, sin modificar las estructuras económicas ni estatales. Un programa así podría bastar para cualquier movimiento nacionalista antiimperialista (como el chavismo en sus orígenes, o el APRA de Haya de la Torre en su momento) pero no para una organización comunista revolucionaria. Y es una prueba más, por si hiciera falta otra, del carácter confuso, vacilante, miedoso y centrista del programa de esta corriente internacional.
Eclecticismo teórico
Al final, los errores en el programa, la táctica y la organización siempre encuentran un reflejo, o son consecuencia, de errores en la teoría.
Partimos de reconocer que, a diferencia de los demás integrantes del FIT-U, que desprecian la teoría marxista y se abocan a una política estrictamente economicista, la dirección del PTS presta cierta atención a la teoría: le dedica espacio en sus materiales, edita regularmente publicaciones teóricas propias y de los clásicos del marxismo, e interviene en debates teóricos relevantes. También nos halaga, y tenemos constancia de ello, que hayan tomado en serio algunas publicaciones teóricas de la CMI, como el libro “Bolchevismo, el camino a la revolución”, de Alan Woods, entre otras.
Sin embargo, no podemos dejar de advertir una tendencia al eclecticismo teórico en el PTS y su corriente internacional, a amalgamar el marxismo con todo tipo de teorías ajenas y “modas” del mundo académico. Por ejemplo, la dirección del PTS –como la inmensa mayoría de las corrientes revolucionarias actuales– ha claudicado ante el feminismo, que siempre ha representado una concepción interclasista de la lucha de la emancipación de la mujer. Se definen a sí mismos como “feministas marxistas” que sería lo mismo que reclamarse “nacionalistas marxistas” o “ecologistas marxistas”. Tanto el feminismo, como el nacionalismo de una nación oprimida, o el ecologismo, son movimientos heterogéneos que engloban a individuos de diferentes clases. No existe un feminismo “de clase” como tampoco existe un nacionalismo “de clase”. El marxismo no necesita del feminismo ni del nacionalismo para explicar la causa de la opresión de la mujer ni de las pequeñas naciones, ni necesita pedirles permiso para proponerse liderar cualquier movimiento contra la opresión. Lo que el marxismo debe hacer es revelar la conexión de todas estas opresiones con la opresión general del capitalismo y del imperialismo, y situar a la clase obrera como la única clase social oprimida consistentemente revolucionaria capaz de dirigir estas luchas, vinculándolas a la transformación socialista de la sociedad. Debemos enfatizar que sólo el marxismo, y ninguna otra corriente de pensamiento más, ha dado una explicación científica al origen de la opresión de la mujer, así como de la dominación imperialista del mundo colonial y demás naciones oprimidas, y es la única doctrina que ha formulado las condiciones para terminar con ambas opresiones. La ICR ha abordado en profundidad estos aspectos en Marxismo frente a políticas de identidad.
Consecuentemente con lo anterior, el PTS – como el FIT-U – ha caído preso de aspectos de la política de identidad, tales como el (mal) llamado “lenguaje inclusivo”, sometiendo a su público a todo tipo de giros extraños en el lenguaje para eludir el neutro gramatical en castellano y otras lenguas, retorciendo la fonética con la utilización de la “x” para este fin (en trabajadorxs, luchadorxs, y otras palabras). Nosotros hemos abordado nuestra crítica a esto en El “lenguaje inclusivo” y la opresión de la mujer: una posición de clase.
En ninguna otra parte se puede apreciar mejor el eclecticismo teórico y academicista del PTS como en el de la filosofía marxista, el materialismo dialéctico, donde mezcla a partes iguales confusión y desdén, en particular hacia la dialéctica y sus leyes, sintetizadas por Hegel y asentadas sobre bases materialistas por Marx y Engels. Juan Dal Maso, uno de los teóricos más relevantes del PTS, en un texto coescrito con Ariel Petrucelli, escribe lo siguiente sobre la dialéctica:
“En el marxismo coexisten distintas interpretaciones del problema de la dialéctica, de sus alcances en tanto “método” y de su relación con otras disciplinas, sin que ninguna de ellas haya establecido resultados concluyentes que permitan desechar las otras. Desde nuestra óptica, las definiciones de la dialéctica como una ciencia o como una lógica son las más problemáticas y las que tienen menos asidero, aunque puedan parecer útiles en aras de la popularización” (Juan Dal Maso y Ariel Petrucelli en https://www.laizquierdadiario.com/Althusser-y-Sacristan-problemas-y-debates énfasis nuesto).
Ahí, lo tenemos. En el más puro eclecticismo, se nos dice: hay muchas interpretaciones de lo que es la dialéctica y todas son igualmente marxistas. Pero, vamos a ver, la validez de la dialéctica no es un asunto de “interpretaciones” sino de su “aplicación a la realidad”. ¿Cómo interpretaciones diferentes y, por lo tanto, aplicaciones diferentes de un mismo “método” pueden ser igualmente válidas? A diferencia de Dal Maso, para la ICR hay solo una interpretación válida de la concepción y de la aplicación de la dialéctica en el marxismo, y es la formulada y aplicada por los fundadores de nuestra doctrina, Marx y Engels, y sus más fieles continuadores: Lenin, Trotski y Rosa Luxemburgo. Lo que Dal Maso debe responder concretamente es si le satisface la concepción de la dialéctica explicada y aplicada por los maestros del marxismo o no. Y parece que no, porque según él no han “establecido resultados concluyentes” ¿En qué o sobre qué no lo han hecho? El compañero calla. Esto nos lleva a la cuestión central, y es que parece que ni el PTS ni la FT-CI tienen una posición definida (oficial, diríamos) sobre el materialismo dialéctico, sobre este pilar central de la teoría marxista formulado por Marx y Engels. Pero más relevante aún es lo que sí desecha abiertamente Dal Maso: la concepción dialéctica de Marx, Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo y Trotsky, considerada como una ciencia, “la ciencia de las leyes generales del movimiento y la evolución de la naturaleza, la sociedad humana y el pensamiento” (Engels, Anti-Dühring), el método de análisis y columna vertebral del marxismo. Lo que esto quiere decir que, para Dal Maso, la dialéctica es en el mejor de los casos una especie de método de razonamiento elaborado por el pensamiento humano, pero no una manifestación objetiva de la materia, de la naturaleza.
La dialéctica marxista, que extrae sus postulados de la observación y del estudio de la materia, la naturaleza y la sociedad humana, concibe todas ellas en constante movimiento y transformación, por medio de sus contradicciones y tensiones internas. Para comprender cabalmente un fenómeno, el método dialéctico analiza todos los elementos presentes en el mismo, no aisladamente, sino en sus relaciones recíprocas. La evolución de las cosas no se da gradualmente, sino a saltos, tras una acumulación de cambios cuantitativos. A largo plazo, dicha evolución parece repetir estadios anteriores, pero a un nivel de complejidad y desarrollo superiores. Esta forma de concebir y analizar la realidad es un arma colosal para avanzar en el conocimiento de la realidad y prever los acontecimientos, no sólo para el científico experimental sino también para el científico social y los revolucionarios.
El rechazo a la dialéctica marxista, tal como fue formulada por los fundadores del socialismo científico, es simplemente una actitud revisionista y, consecuentemente, un camino que abona al impresionismo y al empirismo y, consecuentemente, a posiciones oportunistas y ultraizquierdistas. Una síntesis de nuestra defensa de la dialéctica marxista puedes encontrarla en Introducción al materialismo dialéctico.
Es de destacar que el texto citado de Dal Maso está dedicado a dos representantes del “marxismo académico” de los años 60 y 70 del siglo XX; en realidad, dos revisionistas, como fueron Althusser y Manuel Sacristán, y en el que abundan adulaciones hacia este último. A este respecto, otro destacado dirigente del PTS, su diputado nacional Cristian Castillo, caracteriza uno de las obras más importantes de Sacristán, “La tarea de Engels en el Anti-Dühring”, como “un texto por demás interesante”. Tan “interesante” es esta obra de Sacristán que se burla de Marx y Engels por su “hegelianismo” y carga contra dos de las leyes más fundamentales de la dialéctica como son la “ley de la transformación de la cantidad en calidad” y la “ley de la negación de la negación”, pilares centrales del análisis marxista. Sacristán, que nunca ocultó su apego a la lógica kantiana y al empirismo de Hume, negaba la validez de la dialéctica en la naturaleza, igual que Dal Maso, cuando es aquí donde encuentra su reivindicación más sobresaliente.
Esta no es una excepción. En general la FT-CI tiene una fuerte tendencia a la adaptación a todas las ideas y escritores “de moda” en el mal-llamado “marxismo” académico.
La guerra de las Malvinas
En una parte de su escrito, Flakin deja caer, como al pasar, una calumnia contra nuestra organización, diciendo: “Cuando el gobierno de Margaret Thatcher lanzó una ofensiva imperialista contra Argentina, Grant rechazó cualquier tipo de resistencia antimperialista porque eso «pondría a parir a los marxistas a ojos de los trabajadores”” (¡!). Esta frase inventada es tan estúpida, en el fondo y en la forma, que basta para caracterizar a su autor; es decir, a nuestro bufón Nathaniel Flakin.
El bueno de Nathaniel, temiendo pisar un terreno pantanoso, se cuida mucho de nombrar siquiera la guerra de las Malvinas de 1982 por su nombre. Se limita a hacer una referencia vaga a “una ofensiva imperialista contra Argentina” por parte de la Thatcher, sin fecha ni circunstancias, para no dar pistas del episodio histórico al que se refiere. Pero nosotros no estamos dispuestos a dejar pasar así como así este “episodio” y sí tenemos un interés en revelar la posición vergonzosa del PTS y de sus antecesores (el Partido Socialista de los Trabajadores, de Nahuel Moreno) sobre aquellos acontecimientos. Por el contrario, nosotros estamos muy orgullosos de nuestra posición aquí.
La guerra de las Malvinas de 1982, entre Argentina y Gran Bretaña, fue un conflicto completamente reaccionario por ambas partes. Las islas Malvinas son un grupo de islotes en el Atlántico sur, que Argentina reclama como propias, y que están en posesión de Gran Bretaña desde 1833. Nosotros nos opusimos a esta guerra que nada tenía que ver con una “lucha antiimperialista” por parte de Argentina, como defienden el PTS y los suyos. Argentina estaba entonces bajo la bota de una sangrienta dictadura militar que dejó 30.000 desaparecidos y que enviaba matones a Centroamérica para adiestrar los escuadrones de la muerte implicados en la lucha contra las guerrillas. La “Junta” era una agencia venal del imperialismo, incluido el británico, con quien mantenía excelentes relaciones.
En un momento en que las luchas obreras arreciaban en Argentina, como la huelga general del 30 de marzo de 1982, que tuvo un amplio seguimiento en Buenos Aires y demás grandes ciudades, con miles en las calles y choques con la policía, la Junta Militar decidió invadir las islas Malvinas el 2 de abril de ese año, que tenían una débil guarnición militar británica. Su objetivo era desviar el descontento creciente de la clase obrera para conducirlo al patriotismo y el chovinismo nacional, a fin de salvar el pellejo y prolongar la dictadura. Y tuvieron tanto éxito en esta tarea que la práctica totalidad de la izquierda argentina, incluidos los “trotskistas”, se rindió extasiada ante el aventurerismo de la Junta.
No había un solo átomo de contenido progresista en la invasión de las Malvinas. Sus objetivos eran claramente reaccionarios. La respuesta de Gran Bretaña fue igualmente reaccionaria, trataba de defender su alicaído prestigio imperialista, declarando la guerra a Argentina para recuperar las islas. No era la pretensión del imperialismo británico invadir Argentina ni imponer un gobierno afín en Buenos Aires para someter al país a sus intereses, lo que sin duda si habría conferido al conflicto un carácter antiimperialista del lado argentino, pero no fue ese el caso. Vergonzosamente, el PTS y su antecesor, el PST de Moreno, le dieron un apoyo entusiasta a la aventura de la Junta Militar, que al final fue derrotada por el ejército británico.
Nuestra posición era que los trabajadores argentinos y británicos debían unirse para luchar y derribar ambos gobiernos reaccionarios, en Buenos Aires y Londres. Al final, fueron Ted Grant y Militant los que mantuvieron una sólida posición de clase independiente, y el PTS y sus antecesores en aquel momento los que claudicaron ante el nacionalismo burgués de su burguesía y ante una dictadura asesina y sangrienta. Nuestra posición sobre la guerra de las Malvinas puede consultarse de manera más extensa en el excelente artículo de Alan Woods: Las Malvinas: el marxismo, la guerra y la cuestión nacional
Más mentiras y amalgamas
Hay afirmaciones tan escandalosas que no vamos a perder mucho tiempo con ellas, como que en Oriente Medio defendemos la alternativa de “dos Estados socialistas” en Palestina, uno para palestinos y otro separado para judíos. Esta mentira flagrante es muy fácil de desmontar simplemente acudiendo a nuestra web www.marxist.com y escribir la palabra “Palestina” en el buscador, o leyendo la larga lista de artículos de los últimos 25 años sobre Oriente Medio. De hecho hay un artículo destacado, que Flakin debe de haber leído, Palestina: el fracaso de la solución de dos Estados y la alternativa comunista, que argumenta justamente contra la idea de dos Estados. Siempre hemos defendido un único Estado en toda la Palestina histórica, incluida Jordania, común a palestinos, judíos y drusos, en el marco de una federación socialista de Oriente Medio.
El bromista de Flakin dedica una cantidad increíble de espacio en su artículo, empecinado en señalar que somos activos defensores de los sindicatos policiales. Es otra de sus amalgamas. Se permite incluso la infamia de poner en boca de Ted Grant, sin aportar ninguna prueba, la descripción de los policías como “trabajadores con uniforme”. En realidad, el término “trabajadores con uniforme” tiene una larga tradición en el marxismo y siempre fue utilizado para describir a soldados procedentes de la clase obrera, no a policías. Nuestra posición aquí es clara para todo el que quiera saber: la policía es un aparato de represión para defender los intereses de la clase dominante. Esta institución es enemiga de la clase trabajadora ¿queda claro, camarada Flakin?
Para fabricar su amalgama, Nathaniel ha tenido que rastrear duramente en todas las páginas nacionales de la ICR, hasta encontrar dos artículos sueltos de nuestras secciones canadiense y británica (¡este último de 2013!) para intentar gritar ¡victoria! Pero ¿qué dicen estos artículos? Afirman sin ambigüedades que la institución policial es irreformable y que debe ser desmantelada como parte del desmantelamiento de todo el aparato de Estado burgués en un proceso revolucionario. Lo que Flakin parece cuestionar es la idea planteada de que, en circunstancias concretas, la crisis del capitalismo, especialmente en momentos intensos de lucha de clases, puede crear fisuras en el aparato policial, entre individuos de las capas inferiores procedentes de familias obreras, que podrían afectar a la disciplina y la cadena de mando y, eventualmente, acercar a algunos de ellos a la clase obrera. Esto no es un deseo de la ICR, es simplemente una constatación que se ha dado en muchos procesos revolucionarios. Y si se menciona esto es para combatir el pesimismo inveterado de aquellos grupos ultraizquierdistas y anarquistas que exageran continuamente la fuerza del Estado, en lugar de resaltar la enorme fuerza de la clase obrera que en los momentos álgidos de la lucha de clases es capaz de romper la fuerza de resistencia de los aparatos de represión, debilitarlos y romperlos. Nosotros nos encogemos de hombros ante quienes pueden objetar estos posibles desarrollos por meros prejuicios doctrinarios, como es el caso de Flakin y la FT-CI, quienes simplemente adoptan un punto de vista moralista, pero no revolucionario.
Venezuela
Flakin también dedica gran espacio a criticar nuestra posición en Venezuela, nuevamente sin mencionar artículos ni enlaces, falseando y caricaturizando nuestras verdaderas posiciones. Así, le asigna a Alan Woods otra frase estúpida de su propia invención: “un análisis marxista ortodoxo del gobierno venezolano sería «sectario» y «les alejaría [a la CMI] inmediatamente de las masas»” (¡!). Y así todo.
Nuestra posición sobre la revolución venezolana, sin intermediarios, es muy clara y hemos escrito intensamente sobre ella en los últimos 20 años. Recomendamos en particular leer nuestra posición general, Los marxistas y la revolución venezolana, escrita en 2004, que refuta punto por punto las posiciones antimarxistas de la FT-CI y demás tendencias sectarias, y los análisis de nuestros camaradas de Venezuela en su página web.
Nos basta decir que la CMI saludó con toda la fuerza posible la revolución venezolana que, comenzando por objetivos democráticos y antiimperialistas puso sobre el tapete objetivos socialistas, un caso único en toda la historia latinoamericana después de la revolución cubana. Aunque a los sectarios pequeñoburgueses les molesta, nadie puede negar el papel individual que Chávez jugó en el proceso mismo y en galvanizar a las masas trabajadoras de este país, lo que le granjeó el odio mortal de los imperialistas y burgueses venezolanos. Mientras que los grupos sectarios, como la FT-CI, se limitaban a ladrar contra Chávez con la misma furia que los imperialistas, la CMI organizó durante 10 años la campaña de solidaridad internacional más importante que ha habido con la revolución venezolana: “Manos Fuera de Venezuela”. Al mismo tiempo, señalamos que la revolución debía completarse con la nacionalización de los bancos, grandes empresas y latifundios, bajo control obrero, que había que disolver el viejo aparato del estado y sustituirlo por otro nuevo, desde abajo, basado en las comunidades de los barrios de las ciudades y del campo. Advertimos del peligro del burocratismo y la corrupción de no avanzar hacia las tareas socialistas y que arruinarían la revolución, como así ha sido. Explicamos la necesidad de un partido marxista revolucionario de masas para llevar a cabo estas tareas, y que la condición para ello era entrar en un diálogo y colaboración con el único movimiento de masas real existente que agrupaba a los trabajadores más avanzados y conscientes, el movimiento bolivariano. Nos implicamos en el movimiento de ocupación de fábricas, en el movimiento sindical y de la juventud. Y por todo ello, no vamos a pedir disculpas ni solicitar la aprobación de patéticos grupúsculos, como el de la FT-CI en Venezuela, cuya única actividad es escribir artículos para su página web. Aunque las fuerzas de la ICR en Venezuela siguen siendo pequeñas nos hemos ganado un lugar y un respeto entre los trabajadores avanzados y hemos sembrado las semillas para un avance auspicioso en los acontecimientos por venir.
Flakin hace una comparación entre el régimen venezolano bajo Chávez y el régimen de Lázaro Cárdenas en México (1934-1940), y menciona la caracterización que hizo Trotsky de su gobierno como un régimen bonapartista sui generis. Más concretamente, era un régimen basado en el caudillismo de un individuo que se apoyaba en la clase obrera y el campesinado para impulsar políticas antiimperialistas de independencia nacional. Para una comprensión más completa de la posición de Trotsky puede leerse su artículo, México y el imperialismo británico (5 junio 1938).
Lo que nos interesa resaltar es que Flakin asimila el régimen venezolano bajo Chávez al régimen de Cárdenas. Esta es la única afirmación correcta que encontramos en todo su artículo, nuevamente ¡un logro notable! Lo sorprendente (o, más bien, no) es que Flakin y la FT-CI sacan conclusiones diametralmente opuestas a Trotsky (y a la CMI) de la posición que los comunistas deben tener hacia este tipo de regímenes. Flakin y los dirigentes de la FT-CI desconocen que Trotsky libró una batalla contra los ultraizquierdistas del grupo trotskista mexicano, concretamente contra Luciano Galicia, que adoptó la misma posición hacia Cárdenas que la FT-CI tuvo hacia Chávez (Ver Problemas de la sección mexicana y Ruptura con la sección mexicana, León Trotsky). Galicia reprochaba a Trotsky “plantear una alianza con la burguesía y el gobierno”, de “oportunista” y de tener “una línea centrista” ¿No son estas las mismas acusaciones que Flakin y la FT-CI lanzan contra la ICR en Venezuela? Finalmente, Galicia y su grupo fueron excluidos de la IV Internacional, en su congreso fundacional.
Hay otras tonterías que merece la pena responder, como cuando Flakin dice que “la CMI hacía campaña para que los trabajadores se uniesen al partido de Chávez, el PSUV, es decir, a un ala progresista de la burguesía” (énfasis nuestro). ¿De verdad, amigo Flakin, que en Venezuela existía (o existe) un ala progresista de la burguesía? Podía esperarse una afirmación así de un estalinista pero no de un supuesto trotskista. ¿Podrías mencionar, por favor, qué burgueses venezolanos, con nombre y apellido, apoyaron o impulsaron el PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) y la idea del socialismo? Si el compañero fuera coherente con esa afirmación debería reconocer entonces la admisibilidad de políticas de colaboración de clase para determinados fines. La CMI (y ahora la ICR) desde luego nunca ha defendido esa posición. La realidad es que no existía esa ala burguesa progresista en Venezuela, como tampoco en ningún lugar del mundo. La burguesía venezolana combatió a muerte al chavismo, sin fisuras, y se alineó con el imperialismo desde el minuto uno. Por eso los problemas de Venezuela, siguiendo en esto a la teoría de la revolución permanente de Trotsky, solo pueden resolverse con una revolución socialista.
El último comentario que queremos hacer en relación a Venezuela es cuando Flakin reprocha a nuestros camaradas venezolanos haber formado hace unos años una alianza con el Partido Comunista venezolano, junto a otros grupos, como oposición de izquierda al gobierno de Maduro, lo que incluyó una lista conjunta para las elecciones de 2020. Nos congratula que Flakin no ladre contra el programa que lo sustentaba: un programa que fijaba el socialismo como su meta, que denunciaba la política procapitalista de Maduro y que incluía demandas por salarios, salud pública, renacionalizaciones, por derechos democráticos y contra la corrupción del régimen. Esta alianza duró hasta 2022. Lo que no entendemos es por qué Flakin se enfada por esto y no le molesta en absoluto que el PTS de Argentina forme parte de una alianza política y electoral (el FIT-U) donde hay partidos (IS y MST) que están alineados con el imperialismo occidental en la guerra de Ucrania y que en el pasado eran denunciados por el mismo PTS por apoyar las movilizaciones reaccionarias de los terratenientes argentinos.
Entrismo y organizaciones de masas
Como es habitual, la “pieza central” en las denuncias estridentes de los grupos ultraizquierdistas y de Flakin en particular contra nosotros, es nuestra orientación a los movimientos de masas de la clase trabajadora y que, en determinadas circunstancias y coyunturas, hayamos desarrollado un trabajo revolucionario alrededor o al interior de movimientos y organizaciones políticas de masas para ganar trabajadores para las ideas del marxismo revolucionario. Por alguna razón, para esta gente esto es el pecado de los pecados.
Hemos respondido a esta gente tantas veces sobre esto, que no vamos a dedicar demasiado espacio. Los lectores pueden encontrar una respuesta adecuada en el texto de Alan Woods que mencionamos al principio de este artículo: Marxismo frente a sectarismo: Respuesta a Luis Oviedo (PO).
Para estas damas y caballeros, una corriente sólo puede considerarse marxista revolucionaria, y aspirar a ser el partido revolucionario de la clase obrera, simplemente proclamándose como tal, no importa su tamaño, programa, método e ideas. Este infantilismo izquierdista es fácil de desmontar. Ya hemos visto que las secciones nacionales de la FT-CI, autoproclamadas como el partido de la revolución en sus respectivos países (al menos, en Argentina), tienen un programa político inconsistente, confuso, alternando medidas socialistas y revolucionarias con otras francamente oportunistas. Tampoco comprenden la táctica del frente único con el movimiento de masas. Más aún, hemos visto su posición revisionista (hacia el academicismo pequeñoburgués) en relación a la filosofía marxista y al método del materialismo dialéctico. Pero un partido así, aunque tuviera un millón de afiliados, fracasaría en el momento decisivo por la inconsistencia de su programa, método y tácticas. Un partido, independientemente de su tamaño e influencia, debe tener en primer lugar un programa, método e ideas correctas, y sólo después un aparato y la influencia y masa militante necesarios para llevar a cabo exitosamente la tarea de la revolución socialista. Así procedió el Partido bolchevique.
Pese a todos los ladridos de Flakin y cía, la ICR se enorgullece de tener un programa comunista consistente, una comprensión cabal del método marxista (el materialismo dialéctico) y una clara visión de cómo conectar con el movimiento real de la clase trabajadora y con su proceso de toma de conciencia. Esto es lo fundamental. Claro que aspiramos a formar partidos comunistas revolucionarios de masas en cada país, pero no existe un libro mágico de recetas de aplicación universal para conseguir esto, partiendo del hecho de que las fuerzas del comunismo genuino a nivel internacional, por toda una serie de consideraciones históricas que no podemos abordar aquí, han quedado reducidas a pequeños grupos en cada país. Sobre esto, León Trotsky escribió:
“Por supuesto, un partido marxista debe aspirar a su plena independencia y a la mayor homogeneidad, pero en su proceso de formación a menudo debe actuar como fracción de un partido centrista o incluso de un partido reformista. Así, durante muchos años los bolcheviques estuvieron en el mismo partido que los mencheviques. También la Tercera Internacional se formó gradualmente a partir de la Segunda”. (Consideraciones de principio sobre el entrismo, septiembre 1933).
Flakin bromea sobre nuestro trabajo pasado en el Partido Laborista británico en las décadas de los años 70 y 80 del siglo pasado, pero éste demostró ser altamente exitoso. Nuestra corriente consiguió la dirección de las Juventudes laboristas, alcanzó miles de miembros, y tuvo 3 diputados en el parlamento británico (un pequeño detalle que escapó a la atención del amigo Flakin). Nuestra corriente, conocida por el nombre de su periódico, Militant, llegó a ostentar la alcaldía de Liverpool en 1984-1986, que puso en práctica numerosas medidas sociales y de construcción de viviendas negándose a acatar los límites presupuestarios impuestos por el gobierno de Thatcher, razón por la cual nuestros concejales y alcalde fueron destituidos por la justicia burguesa. Y todo ello se hizo sin ocultar nuestras ideas, y actuando abiertamente con nuestro programa socialista y nuestra propia prensa, desarrollando en paralelo un trabajo independiente en los sindicatos, los barrios y el movimiento estudiantil. Por supuesto, este trabajo acarreó expulsiones y ataques de la derecha y la dirección laborista. Flakin se ufana de que el FIT-U puede reunir 25.000 personas en las calles de Buenos Aires. Militant, en 1990, organizó un movimiento civil de masas contra un impuesto reaccionario, el Poll Tax, que puso en las calles a 200.000 personas en Trafalgar Square en Londres (y otras 50.000 en Glasgow el mismo día). Al final, este trabajo fue arruinado por la deriva ultraizquierdista de un sector de la dirección.
Con más o menos éxito este es el tipo de trabajo que hemos desarrollado en otros países en el pasado, incluidos los que se mofa Flakin (México, Bolivia), que no puede demostrar un solo caso en que hayamos escondido nuestras ideas y programa: la expropiación de la clase dominante y la transformación socialista de la sociedad.
A mediados de la década pasada, como era la obligación de una organización revolucionaria, nos dirigimos a los movimientos de masas radicalizados, compuestos por cientos de miles de trabajadores y jóvenes, que surgieron en Europa y otras partes (Syriza, Podemos, Francia Insumisa, movimiento de Corbyn en Gran Bretaña, etc.) con la misma metodología. Allí explicamos que: o se adoptaba una política socialista o se destruiría el movimiento, que fue lo que ocurrió. Nos enorgullece que, en el proceso, hayamos ganado en dichos movimientos a cientos de revolucionarios para las ideas del comunismo. Pero esto solo era una parte de nuestro trabajo y ni siquiera la más importante. Incluso en esos momentos, nos hemos dirigido como organización independiente hacia la juventud, creando puntos fuertes en los institutos y universidades, así como entre jóvenes trabajadores. Y hemos dado una batalla que ninguna otra organización “marxista” ha intentado siquiera dar, como es la defensa intransigente de la teoría marxista sin falsificaciones, de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, única garantía de nuestro desarrollo futuro.
La FT-CI trabajando en Podemos, o “donde dije digo, digo Diego”
Pero, un momento ¿Es cierto que la FT-CI nunca se ha “manchado las manos” trabajando en un movimiento reformista? Oh, no, no, no; no es cierto ¿Lo ha hecho? Oh, sí, sí, sí; lo ha hecho. Pero eso significa que Nathaniel Flakin debería borrar todo lo que ha escrito contra la CMI, o renunciar a la militancia en su organización internacional. Es probable que este sea un trabajo que ha sido ocultado, o que ha permanecido escondido, a muchos militantes comprometidos y honestos de esta corriente. Pero lo cierto y verdad es que el grupo español de la FT-CI, actualmente la Corriente Revolucionaria de los Trabajadores y Trabajadoras (CRT), desarrolló entre 2014 y 2015 un trabajo en Podemos (¡Santo horror, una organización reformista!), impulsando en Madrid un círculo llamado Podemos Trabajadores, el contenido de cuya página de Facebook han borrado para no dejar huellas. En el más estricto “trabajo entrista” lo hicieron ocultando su organización, a diferencia de la CMI. De hecho, participaron en el primer congreso de Podemos en Madrid, en octubre de 2014. Se comprometieron con Podemos hasta el punto que presentaron un documento político en este congreso, junto a activistas independientes. También desarrollaron otras actividades y escribieron análisis durante meses en nombre de dicho círculo aquí, aquí, aquí; o aquí, donde escenificaron su ruptura con Podemos. No tenemos nada que objetar a esto, ya que también participamos allí para difundir masivamente las ideas marxistas revolucionarias con documentos y propuestas. La diferencia es que nunca lo escondimos y que, a diferencia de la FT-CI, nuestro programa era consistentemente comunista.
Pero hay que ser verdaderos hipócritas y carecer del más mínimo sentido de vergüenza, para reprochar a otros lo que uno mismo ha hecho.
El lanzamiento de la ICR
Hoy, no existe ninguna referencia de izquierda “radical” que sea visible por miles de jóvenes y trabajadores avanzados en ninguna parte del mundo, mientras que al mismo tiempo crece un interés por el comunismo en miles de jóvenes y trabajadores, que intentan reanudar el hilo de la historia cortado por las traiciones de la socialdemocracia y del estalinismo. Mientras tanto, la crisis y barbarie del capitalismo avanzan sin cesar. Esta es la razón de que la CMI se haya relanzado como Internacional Comunista Revolucionaria, que es lo que siempre fuimos, y que estemos elevando el perfil de nuestras secciones nacionales. Queremos acercar y reclutar a esos miles de jóvenes y trabajadores de todo el mundo que se reclaman comunistas y buscan una organización seria y consistente para militar. Nunca ha sido tan urgente acelerar la construcción del factor subjetivo, el partido mundial de la revolución proletaria. Eso implica proclamar la ICR y nuevos partidos y organizaciones comunistas revolucionarias en cada país. Es lo que exige la situación y actuamos en consecuencia.
Ante nuestros éxitos y avances, ante la confianza que depositamos en nuestras ideas y perspectivas, nos encogemos de hombros ante quienes se muestran disgustados con nuestro desarrollo. Como dice el proverbio árabe: “Los perros ladran, pero la caravana avanza”.
[1] Frente de Izquierda y de los Trabajadores-Unidad. Es una coalición electoral argentina de izquierdas formada por el PTS, el Partido Obrero, Izquierda Socialista y el Movimiento Socialista de los Trabajadores
[2] Kirchnerismo. Fue una variante “de izquierda” del peronismo; en realidad, de tipo socialdemócrata.