La tranquilidad del gobierno del PP no se siente amenazada por los innumerables casos de corrupción y de saqueo del dinero público en que está envuelto el partido desde hace años. Tampoco se ve amenazada por aplicar una política económica y social que ha empobrecido a las familias trabajadoras. El gobierno del PP tiene la convicción de que, llueva o truene, será sostenido –con la excepción de algún que otro ladrido– por sus muletas de Ciudadanos, el PNV y la gestora que dirige el PSOE. Esa es la voz de mando del IBEX35.
El nacional-catolicismo franquista al ataque
La arrogancia de la derecha ha levantado el ánimo, incluso, de su alma franquista y la de amplios sectores del aparato del Estado. Esto es lo que está detrás de la arremetida neofranquista contra tuiteros, músicos, humoristas, cargos públicos y activistas de izquierdas que, de momento, no recibe una respuesta organizada en la calle contra su soberbia.
En su toma de posesión, Fernando Alejandre, el nuevo Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), declaró:
«Asumo la obligación de mantener vivos conceptos como patria, sacrificio y honor en tiempos difíciles donde la mentira, difamación, falsedad y derrotismo tratan de pervertir principios que aprendimos, y hacer que olvidemos la trascendencia de servir a España con todas nuestras fuerzas».
El nuevo jefe del Ejército del Aire, Javier Salto, afirmó en su toma de posesión:
«Por encima de todo, quiero dar gracias a Dios que me ha acompañado toda la vida y al que procuro tener presente en todas mis decisiones».
La ministra de defensa, Cospedal -por su parte- ordenó en Semana Santa que la bandera española ondeara a media asta en los cuarteles “por la muerte de Cristo”.
He aquí, revivido, el putrefacto nacional-catolicismo franquista en todo su “oscuro” esplendor.
La clase obrera empieza a estirar sus músculos
La base que sostiene la aparente estabilidad del gobierno y la arrogancia de la derecha es la relativa “paz social” que se prolonga ya 3 años. Es comprensible que la clase trabajadora necesite un tiempo para superar la “resaca” de los efectos de la crisis y el desencanto por la ausencia de un cambio político significativo tras el ciclo electoral de los dos años pasados. Pero una vez que la protesta social se inicie con cierto vigor, todo el ambiente cambiará y revelará las endebles patas sobre las que se sostiene la situación actual.
Un hecho aparentemente aislado, pero sintomático, avala nuestra perspectiva. Y es la primera derrota parlamentaria seria sufrida por Rajoy, cuando el Congreso tumbó el decreto ley sobre los estibadores. La potencia movilizadora de los trabajadores portuarios, y su previsible impacto en el conjunto de la clase obrera, obligó al PSOE a votar contra el decreto, y a Ciudadanos a retirarle su apoyo para no quedar desacreditado.
Existe ya el inicio de un cambio en la disposición a la lucha de la clase trabajadora. En el primer trimestre del año, según la patronal CEOE, las horas de trabajo perdidas por huelga aumentaron un 44,53%, respecto a un año atrás; y la suma de trabajadores que las secundaron subió un 193,92%. En los trabajadores comienza a instalarse la sensación de que si la economía va mejor que nunca, como dicen, ya está bien de apretarnos el cinturón, es hora de recuperar lo que nos pertenece. No es casualidad que la arrogancia inicial de la CEOE en la negociación salarial con los sindicatos haya menguado. De ofrecer un incremento insultante del 0%-1,5%, ha pasado a ofrecer el 1%-2,5%. Hasta las mentes obtusas de la patronal española pueden sentir el volcán social que ruge debajo de la superficie.
Hay que combatir el fatalismo
Lo que llama la atención es que los dirigentes de Unidos Podemos parezcan aceptar fatalmente que tenemos gobierno de Rajoy hasta 2020. En el congreso de Podemos en Vistalegre se decidió “cavar trincheras en la sociedad civil” y “poner un pie en el parlamento y mil pies en la calle”. Pero en los hechos, poco de esto se está haciendo. Así, su política municipal está en contradicción con la afirmación anterior. Ahora mismo, los Ayuntamientos del Cambio y otros, están sometidos a un chantaje intolerable por el gobierno del PP, y en algunos casos por la oposición socialista, impidiéndoles incrementar los presupuestos sociales, o prohibiéndoles la municipalización de servicios públicos, entre otras medidas. Lo que es incomprensible es que después de dos años, ninguno de estos ayuntamientos, ni siquiera los más poderosos como los de Madrid, Barcelona o Zaragoza, haya hecho un llamamiento a los vecinos de sus barrios, y mucho menos los haya movilizado en la calle, para que apoyen y defiendan sus propuestas sociales progresistas que son boicoteadas por el PP y, en algunos casos, por el propio PSOE.
La iniciativa Vamos!, impulsada por Podemos, se limita a convocar actos y manifestaciones por reivindicaciones generales (contra los cortes de suministro eléctrico, por el aumento de las pensiones, contra los desahucios, etc.), que está muy bien, pero que sólo movilizan a un núcleo limitado de activistas de Podemos. Otras iniciativas interesantes, como la denuncia de la Trama y el Tramabús, son diseñadas y organizadas desde arriba, sin apenas participación por debajo. Los círculos de Podemos continúan vacíos de participación y debate político. Tampoco por el lado de IU se ve ninguna iniciativa relevante, salvo mítines esporádicos de Alberto Garzón, aunque muy concurridos.
Organizar un frente amplio de organización y lucha
De lo que se trata es de cómo conseguimos acortar la legislatura y no esperar a 2020, porque los problemas de la gente común no pueden esperar tres años para ser resueltos. La iniciativa Vamos! no puede continuar siendo un Podemos II, sino un frente social del que formen parte todas las organizaciones que constituyen Unidos Podemos, más los movimientos sociales que quieran sumarse, para organizar la lucha y la protesta en todos los frentes, a nivel local y estatal. No se comprende que aparezcamos unidos en el trabajo parlamentario y municipal, y separados en la organización de la lucha social.
Los militantes de Unidos Podemos deben encontrar en Vamos!, o cualquiera que sea el frente social común que se forme, un lugar donde discutir y organizarse en plataformas de trabajo, para llevar las conclusiones, propuestas e iniciativas acordadas a sus centros de trabajo y sindicatos, asociaciones vecinales, estudiantiles, movimientos sociales, etc. Así, los militantes obreros de Unidos Podemos deben reunirse para discutir la situación en sus empresas, convenios, condiciones laborales, etc. y organizar la lucha en sus ámbitos sindicales y laborales. En cada ciudad donde un activista sea criminalizado con la Ley Mordaza o cualquier artículo del código penal, debe organizarse la solidaridad y la protesta con manifestaciones, difusión en las redes sociales, concentraciones en los juzgados, etc. Lo mismo en relación a la lucha contra la reapertura de centrales nucleares o contra la contaminación medioambiental, las agresiones machistas, la reclamación de un hospital o la construcción de viviendas de protección oficial.
En paralelo, habría que mantener y profundizar el debate y la agitación política, entre la militancia, en actos públicos en barrios, universidades, centros culturales. No puede ser que los militantes, votantes y simpatizantes de Unidos Podemos conozcan las posiciones políticas de la organización a través de lo que se declara en los medios. Por ejemplo, Unidos Podemos debe organizar un gran debate estatal sobre Catalunya, y realizar una labor pedagógica y de explicación a favor del llamado Derecho a Decidir, o lo que los marxistas llamamos Derecho de Autodeterminación, denunciando la demagogia nacionalista españolista de la derecha y sus amenazas contra las instituciones catalanas. Ahora, hay un debate parlamentario importantísimo sobre los Presupuestos Generales del Estado para 2017, pero la inmensa mayoría de la población desconoce su contenido antisocial. En estos presupuestos, la inversión pública cae un 3,3%, el dinero destinado a vivienda lo hace un 20,3% y las prestaciones por desempleo un 6,5%. Las pensiones y salarios de los funcionarios apenas suben y perderán poder adquisitivo con la inflación. Habría que hacer una gran campaña pública para dar a conocer todo esto.
Hay que dar un gran giro a la labor de Unidos Podemos en dirección a todos estos aspectos. Si así se hiciera, esta labor de la militancia, de los simpatizantes y de los movimientos sociales, en un frente social común de lucha y organización, empalmará con el movimiento ascendente que estallará, tarde o temprano, desde abajo. Y si este movimiento es suficientemente vigoroso, inevitablemente, provocará fisuras cada vez mayores en la Triple Alianza que, ante el peligro de un mayor descrédito social, tenderá a fracturarse y, llegado a un punto, a romperse hasta provocar una crisis de gobierno y la convocatoria de elecciones anticipadas. En ese contexto, si Unidos Podemos hiciera bien su trabajo, podría recoger un apoyo electoral masivo.