En materia laboral, la actual administración se ha mostrado, cuando menos, muy tímida. Su principal acción en cuanto a asuntos laborales fue la introducción de una reforma a la Ley Federal del Trabajo en 2019 que, es necesario decirlo, no fue un producto o iniciativa que surgiera en la política de este país sino como un requerimiento del Departamento de Comercio de Estados Unidos para ajustarnos a los lineamientos del nuevo tratado comercial de América del Norte.
En dicha reforma, el principal asunto tratado fue el de la libertad y la democracia sindical. Se introdujeron los cambios necesarios para contrarrestar (más no eliminar) los elementos más descarados del sindicalismo charro y de protección patronal, pero no se introdujo ninguna medida para garantizar la existencia de una negociación colectiva auténticamente independiente. Otra de las grandes ausentes en esa reforma fue la duración de las jornadas laborales.
La duración de la jornada laboral ha sido, al igual que todos los demás factores productivos y relacionados con las condiciones de trabajo, sujeta a control del gobierno y de los patrones. Gracias al control corporativo de los sindicatos, los trabajadores nunca han poseído ningún mecanismo para incidir en sus condiciones laborales, y ahora la tendencia continúa.
El actual intento de reforma constitucional para reducir la jornada laboral semanal de 48 a 40 horas y de 6 a 5 fue retrasada por la Cámara de Diputados (sin ser esta la primera vez que ocurre) y se convocó a un parlamento abierto “para discutir la propuesta con los distintos sectores involucrados”. Esto lo que significa es darle otra oportunidad a la burguesía para imponer las condiciones en las que los trabajadores mexicanos tenemos que vivir.
“Consideramos que tenemos que recuperar en productividad”
Palabras más, palabras menos, este fue el comentario pronunciado por José Medina Mora Icaza, presidente nacional de la Coparmex cuando en entrevista el 6 de octubre se le preguntó por la postura que frente a la reforma tiene ese sindicato patronal. De acuerdo con este representante de la burguesía mexicana “no es momento” de introducir una reducción de jornada laboral debido a los aumentos al salario que han entrado en vigor, al aumento a los días de vacaciones y al aumento a las aportaciones patronales a las pensiones.
Adicionalmente, de manera un tanto cuanto cínica, este vocero burgués establece: “no podemos disminuir la jornada laboral porque tenemos 1 millón 600 mil vacantes que no podemos cubrir, y la reducción de la jornada nos llevaría a más vacantes que no podemos llenar, lo que llevaría a horas extras que tendríamos que pagar”.
Qué curioso, la burguesía alega no contar con el suficiente capital humano mientras que, según el Gobierno de México, más de la mitad de la población económicamente activa de este país (que en total está compuesta por 120 millones de personas) no tiene un empleo formal. ¿Que la burguesía no quiere pagar por la capacitación de gente sin estudios? Bueno, aquí estamos la generación de jóvenes profesionistas recién egresados que, en más de una tercera parte, no tenemos empleo. Pero ni siquiera esto quieren utilizar los capitalistas.
Más de 60 millones de personas sin empleo formal y un 33.4% de egresados que no encontramos trabajo, somos muchos más que esa cantidad de vacantes y muchos más para llenar la cantidad de puestos que se abrirían con una disminución de jornada, por ningún lado tiene lógica que no exista la capacidad de ocupar esos puestos, por lo menos no desde cualquier otro punto de vista que no sea el del capital.
Tal como establece Karl Marx en su obra magna, El Capital vive en la condición en la que se puede revalorizar, es decir, en la medida en que puede seguir dominando al trabajo vivo. Y parte de este proceso es abaratar lo más posible el costo de la fuerza de trabajo, para lo cual el patrón NECESITA que existan desempleados. Cuantos más mejor para ellos, habrá más gente dispuesta a ocupar la vacante y las condiciones paupérrimas de un obrero que decida que su trabajo está por debajo de los estándares mínimos de vida.
El patrón se lava las manos y le maquilla la cara a su clase al establecer que la Coparmex está “comprometida con la construcción de un nuevo modelo de país” y que por lo mismo “no pueden perder competitividad”. Cuando un burgués dice eso a lo que se refiere es a que no está dispuesto a ceder un peso en su margen de acumulación, y si lo hace es solamente en la medida en que puede ayudarse a sí mismo a generar un mercado interno que también le ayude a acumular.
Esas últimas palabras del presidente de Coparmex son particularmente ilustrativas para explicar por qué la burguesía hará todo lo posible por impedir la reforma de reducción de jornada. En gran medida, el asunto de la duración de la jornada es precisamente eso de lo que depende su condición como clase dominante, es lo que determina el volumen de su ganancia (sin mencionar que el mantenimiento de una jornada larga es un gran factor que te impide a TÍ, como trabajador, organizarte políticamente para defender tus derechos).
El burgués no está dispuesto a ceder un peso en su margen de acumulación. Los capitalistas harán todo lo posible por no disminuir la jornada porque no quieren perder el control del plustrabajo.
Plustrabajo
La jornada laboral está compuesta por dos partes. Una de ellas es la parte llamada necesaria. Consiste en ese tiempo de trabajo que le cuesta al trabajador producir la riqueza equivalente a lo que necesita para producir su fuerza de trabajo (que suele ser su salario). En otras palabras es el tiempo en el que él o ella produce la riqueza mínima necesaria para mantenerse vivo. La otra es el plustrabajo, esa parte del tiempo de trabajo en la que se está produciendo un excedente de riqueza que constituye la ganancia del burgués, la parte de la jornada en la que está produciendo plusvalía. Que tanta tasa de plusvalía haya en una jornada laboral estará determinado por la proporción entre trabajo necesario y tiempo de plustrabajo.
Habiendo entendido esto, se tiene que de acuerdo con un artículo publicado por Revista Proceso a principios de 2023 (“Epístola de un pueblo cansado”), un trabajador mexicano de la industria (aproximadamente un tercio de los empleos formales) genera el equivalente a su salario, en promedio, en 25 minutos, mientras que las otras 7 horas con 35 minutos de la jornada constituyen el plustrabajo, generando tasas de plusvalía para los capitalistas de más del 1,000% (¡!).
Entre derechos iguales, decide la lucha
El parlamento abierto se ha desarrollado, tras lo cual la diputada Susana Prieto Terrazas ha dicho que no hay algún argumento robusto de la clase empresarial para oponerse a la disminución de la jornada laboral. El lunes 18 de diciembre se instaló la Comisión de Trabajo en Materia de Días de Descanso Laboral. Para que pase la reforma se debería alcanzar las ⅔ partes de los votos de la cámara que se exigen, y luego pasarla al Senado y a los Congresos Locales. Si a esto le sumamos las largas vacaciones decembrinas que se aprueban para sí mismos los legisladores, tenemos que es casi un hecho consumado que la jornada laboral semanal de 40 horas no será una realidad en 2023 (y probablemente tampoco en este sexenio) si lo dejamos todo en manos de los legisladores.
La ley de los hechos es, sin embargo, más importante que la ley del papel. Marx establece en El Capital que el burgués quiere apelar a su derecho como comprador de la mercancía fuerza de trabajo para extender lo más posible la jornada, hasta convertirla en dos si pudiera. Y el obrero, como vendedor de una mercancía que tiene la particularidad de crear valor, apela a ese derecho que tiene como vendedor de la fuerza de trabajo para limitar la jornada a una duración normal. Para el capitalismo se sancionan igual el derecho del comprador y el derecho del vendedor, pero el aparato estatal está organizado para defender en última instancia a la clase empresarial, la única forma de contrarrestar esto es con la lucha de clases. Toda la reglamentación de la duración de la jornada de trabajo es el resultado de una lucha por imponer ciertos límites a esa jornada, una lucha del capitalista contra el obrero.
Es cierto que nosotros tenemos la desventaja de que nuestra Ley Federal del Trabajo pone muchas más trabas al desarrollo de una huelga, pero lo que también es cierto es que un emplazamiento a huelga procede y una huelga puede ser declarada legal cuando es para demandar la elaboración de un Contrato Colectivo de Trabajo. Aprovechándonos de esto, se puede alegar la demanda de incluir la jornada de 40 horas en los CCT y seguir el ejemplo de la insurgencia sindical de mediados de los años 70: 65,000 emplazamientos a huelga que sirvieron para rebasar las fuerzas de la burguesía y del Estado y que dieron como resultado el salario más alto de la historia mexicana al inicio de 1976.
Necesitamos una nueva insurgencia sindical y no debemos ceder ante la presión de la burguesía. El parlamento abierto, cederles a los capitalistas la palabra, es como ellos piensan que van ganando. La huelga, la lucha, es como nosotros ganaremos. Y dado que los capitalistas nunca se detendrán en su pisoteo de los derechos cuanto les sea posible, no debemos dejar de luchar.
¡Primero, la jornada más corta y, después, organizar la lucha por el socialismo!