El levantamiento y asesinato de 5 jóvenes en Lagos de Moreno, Jalisco y 7 jóvenes en Zacatecas, hace unas semanas, por parte del crimen organizado, ha generado horror a nivel nacional. En los últimos meses, el asedio en Zacatecas, Jalisco y Aguascalientes se ha intensificado debido a la disputa territorial entre el Cartel de Jalisco y el Cartel de Sinaloa, sin embargo, esto no es una cosa nueva, más de 15 años lleva la disputa del narco. Los distintos grupos criminales tienen una guerra entre sí por el territorio y las rutas de comercio y distribución de droga. Un estudio de AC Consultores señala que el Cartel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) opera en 28 Estados de la república y el Cartel de Sinaloa en 24.
Esta disputa entre los carteles de droga está configurada por su extrema violencia, despojo de tierras, asedios y un mar de sangre de la clase trabajadora, sus hijos y las mujeres. El asedio contra la población por parte del crimen organizado llega a grados insoportables como lo muestra el caso del enfrentamiento en Texcaltitlán, Estado de México. La población se opuso a que el cartel de La familia michoacana les extorsionara generándose un fuerte enfrentamiento en que murieron 14 personas (la mayoría del crimen organizado) por balazos, palos o machetazos.
Violencia hacia la juventud
Los jóvenes asesinados que comentamos al inicio de éste artículo eran grupos de amigos que salieron una tarde a dar una vuelta por el vecindario. En realidad jóvenes, los chicos de Zacatecas tenían entre 14 y 18 años y los de Lagos de Moreno, Jalisco entre 18 y 22 años; jóvenes dedicados al estudio o al trabajo informal. De acuerdo con datos de Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 26 jóvenes de entre 15 y 29 años son asesinados al día. Desde la llamada guerra contra el crimen organizado desatada en 2006 hasta la fecha han sido asesinados 153,243 jóvenes. Esta falsa guerra contra el narco fue más bien el inicio de la disputa del Estado y el gobierno en turno contra el narco por el control territorial, en torno al mercado de la droga.
Recordemos el asesinato de 3 estudiantes de cine en Jalisco, que se encontraban haciendo tomas para una tarea, parados sobre tierras que parecerían “públicas”; en realidad estaban ocupadas por el narco y ellos fueron levantados y disueltos en acido. El CJNG fue el ejecutor. Vimos protestas en varias partes del país exigiendo la aparición con vida de Salomón, Marco y Daniel e incluso la Cineteca Nacional se solidarizó (esto ocurrió en 2018). Esta ha sido la realidad concreta de la juventud en nuestro país. No podemos decir “estaban en el lugar equivocado a la hora equivocada”, porque entonces todos en México estamos parados en lugares incorrectos a horas incorrectas. No importa la zona o el día, el narco opera en todo el país, ya sean los carteles más grandes o los pequeños grupos en disputas municipales.
La violencia es una herramienta indispensable de estos grupos, no sólo entre ellos, sino para con la población en general. Así imponen su dominio, la violencia no tiene un fin más que el de exhibir hoy día su poderío y para el crimen organizado la juventud es la carne de cañón que usa para mantener su poder. Lo que también sucede es la cooptación de jóvenes: los esclavizan y los someten a trabajos forzados, siendo “narcomenudistas” o “halcones”(un tipo vigilancia). Las redes del crimen organizado tienen estructuras, cargos, y métodos de operar que necesitan gente para sostener este inmenso aparato de contrabando que engulle en distintas zonas a mujeres, campesinos, jóvenes y trabajadores.
Hace poco salió un artículo en la revista Science (www.science.org/doi/full/10.1126/science.adh2888) que señala al crimen organizado como el 5to “empleador” más grande México: hay 175 mil personas trabajando en grupos criminales, cada mes 1,400 personas son “reclutadas” para distintas tareas y esto permite, a pesar de las disputas violentas entre grupos, siempre tener elementos que hagan el trabajo (claro, todos ellos jóvenes). Es increíble que el crimen organizado sea un sector que parece estar dando “trabajo” a la juventud y que se muestre como alternativa de “futuro” para la juventud. Si esta situación es posible es porque en este sistema capitalista la privatización de todos los sectores, como la salud, la educación y el trabajo deja al margen a una inmensa capa de jóvenes sin alternativas para el desarrollo de su vida; los deja sin expectativas de un futuro digno y lo único que conocen en sus zonas es el asedio del narco que con los años también se ha transformado para sostener sus intereses.
El crimen organizado y su papel en la sociedad
La configuración de los grupos criminales ha cambiado a lo largo de los años, por ejemplo, el Cartel de los Zetas, antes de ser cartel, fue el brazo armado del Cartel del Golfo, organizado y educado bajo mando del ex militar Arturo Guzmán Decena, entrenado por militares israelíes. Recluto principalmente a ex militares del ejército mexicano, que se caracterizaron por ser un grupo de intimidación: se encargaban de garantizar del transporte de drogas y liberar rutas de mercado. En 2010 se separaron del Cartel del Golfo y aunque al inicio los Zetas eran puros ex militares, en sus últimos años reclutaron jóvenes desde los 15 años.
Este grupo tenía el internet lleno de videos violentos, desollando mujeres, hombres y jóvenes; esto no era accidental, sino que se usaba para crear terror colectivo y hacer públicas las evidencias de lo que eran capaces de hacer. Eran una muestra fiel de la degeneración social. Fue un grupo de extrema violencia y con nexos con organizaciones criminales a nivel internacional.
El crimen organizado es violencia, pero también es sustituto de las carencias del Estado burgués. El crimen organizado, en algunas zonas del país, ha pavimentado calles y ha puesto electricidad en colonias; reparten despensas, construyen escuelas y centros de salud, tiene controles de vigilancia para evitar en sus territorios robos u otros actos delictivos de individuos o grupos criminales ajenos a su dominio y con esto han conseguido el respaldo de una cierta capa de la población. Ahí donde ni los gobiernos ni el Estado burgués llegan con sus programas sociales, está el crimen organizado jugando ese papel.
La naturaleza aborrece el vacío y el narco no hace estas cosas por buena voluntad, sino por la necesidad del control territorial y del mercado ilícito. Podemos señalar —a partir del modesto análisis a lo largo del presente artículo— que el crimen organizado es lo que Lenin señala sobre el Estado: literalmente, un grupo de hombres armados en defensa de la propiedad privada; eso es el narco: un sector de la sociedad que “emplea” a la juventud (que en realidad la esclaviza, junto a los campesinos para trabajar los campos), pavimenta calles, tiene un desarrollo económico en el mercado de la droga, armas y tráfico de mujeres, y está completamente desarrollado como una clase dominante que oprime y explota, siendo así como la burguesía común y corriente.
El narco es una parte de esta sociedad, tiene una cultura “popular”, sin dejar de ser también en su práctica lo más lumpen y degenerado de la sociedad burguesa: son una burguesía degenerada e ilícita. Aunque tienen una práctica independiente, han cooptado estructuras del Estado: lo vimos en 2014, con la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa. La noche de Iguala tiene el sello del narco, del Narcoestado, que es una realidad: están en el ejército, en las policías institucionales, tienen relaciones con gobernantes, compran y ponen políticos donde mejor les convenga, hacen politiquería y hay municipios completamente cooptados por el narco; la ley del narco es la que impera, por ejemplo en Chilpancingo, Guerrero, que está tomada por el conflicto entre los Ardillos y los Tlacos, que de manera sangrienta buscan hacerse de las rutas de transportistas. Un vídeo filtrado en junio de este año muestra a la Alcaldesa de Chilpancingo, Norma Otilia, reunida en un restaurante con el líder del grupo los Ardillos, Celso Ortega Jiménez, luego de que aparecieran los cuerpos de 7 personas decapitadas —5 transportistas y 2 mujeres— con narcomensajes.
La gente de a pie vive esto bajo la presión constante de conflicto entre estos grupos y, además, el resto de las dinámicas comerciales y sociales también están supeditadas a esto. El aumento de los productos de la canasta básica no sólo sucede por la crisis, sino también por el cobro de plaza; que haya pollo o tortillas en el municipio prácticamente depende de la disputa entre estos grupos. Nuestras vidas parecen depender de las dinámicas de estos grupos criminales. Cuando observamos la red del crimen organizado, descubrimos que está incrustada en las profundidades de esta sociedad capitalista en México, sin perder su independencia.
¿Qué hacer ante esto?
Los gobernantes, ante los cuestionamientos de los jóvenes asesinados y las cifras que se conocen de la desaparición forzada y asesinatos, sólo tiene una respuesta: “es una situación lamentable”. Mientras vemos a madres en busca de sus hijos, hermanos y esposos; se volvieron buscadoras, ya no de cuerpos con vida, sino de restos, de huesos que tiene el sello de la violencia en México.
Madres buscadoras, organizadas, han encontrado fosas comunes en todo el país, han avanzado más que las propias instituciones, han encontrado a personas y brindado alivio a otras familias, aunque sea por tener los restos de sus familiares con ellos.
Mientras, para los gobiernos en turno, parece que la única alternativa para combatir la violencia fuera la de la militarización del país. Esto con Calderón y su supuesta Guerra contra el crimen organizado y ahora con AMLO y la creación de una Guardia Nacional que pensó que quitaría de las garras del narco a la juventud, enlistándola en el ejército. Pero esta política ha demostrado ser un fracaso durante 17 años. El ejército responde a los intereses de la clase dominante y no es defensor ni salvaguarda de la gente de a pie; no se combate la violencia con las fuerzas armadas, se combate garantizando que las necesidades básicas de la clase trabajadora, la juventud y las mujeres.
Solventar estas necesidades significa romper con la dinámica capitalista. Combatir la violencia significaría organizar asambleas populares en los municipios y los barrios para hacer contrapeso al asedio de los grupos criminales.
Entonces nos damos cuenta de que la clase trabajadora está asechada por la burguesía común y corriente y luego también por el crimen organizado, ambos regidos por las mismas leyes del capitalismo; unos más violentos que los otros.
Decía Lenin: el capitalismo es horror sin fin, y ésa es la realidad hoy día para la juventud que es perseguida por la degeneración y es asesinada día con día.