En la actualidad, vivimos una era en la que resulta cada vez más evidente el fracaso del capitalismo, un sistema del que se nos decía que iba a ser perfecto, en el que tendríamos riquezas y un mundo más entrelazado y en el que las fronteras serían un estorbo. Todo fue una ilusión, en realidad vimos en un mundo cada vez más desigual en el que una minoría burguesa obtiene mayores riquezas en detrimento de enormes poblaciones más pobres y miserables. Así pues, es necesario tomar lecciones que nos muestra la historia para retomar las luchas que hubo en México y obtener valiosas lecciones para la siguiente lucha contra el capitalismo.
Precedentes
Tras el final de la Revolución Mexicana, se había consolidado un régimen de partido único que se vio obligado a dar concesiones a las masas, que habían realmente ganado con su lucha. En el plano económico, tras la revolución, se vio el reparto agrario jamás visto, solamente superado por lo ocurrido en la Unión Soviética tras la Revolución de Octubre, pero sustentado en la pequeña propiedad privada. También se consiguieron derechos laborales serios. El régimen creado era burgués y corrupto, pero por un periodo tuvo la tolerancia y hasta aceptación de un gran sector de la sociedad. El régimen estableció mecanismos de control corporativo maniatando a las organizaciones obreras, campesinas y estudiantiles.
1968 fue un año turbulento que sacudió al mundo en más de un sentido y México no fue la excepción. Un movimiento de masas juvenil puso en cuestión la credibilidad del régimen.
Movimiento estudiantil de 1968: Nuevo frente de guerra
Antes del 68 el régimen había sido capaz de sofocar los movimientos de los trabajadores y sociales a través de la política del palo (prisión para los disidentes) y zanahoria (jugosos sobornos y cargos públicos o sindicales oficiales). Llegó un momento dónde el régimen no era capaz de enfrentar sin reprimir a los nuevos movimientos que emergían: ferrocarrileros, maestros, campesinos, médicos, entre otros. La onda expansiva del 68 llegó a México a través de los estudiantes en las ciudades.
Es bien conocido su inicio, el que fue una simple riña que evolucionó en la lucha conjunta para la transformación de la sociedad mexicana a una más democrática que concluyó con la espantosa matanza ocurrida en la Plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre en Tlatelolco.
El movimiento estudiantil del 68 llevó en México a un clima de auténtica revolución e impulso de cambios profundos que se necesitaban. Incluso con errores, estas luchas deben ser tomadas en cuenta y ser estudiadas. El primero de ellos es la reacción estalinista del PCM (Partido Comunista Mexicano), que veía al movimiento estudiantil como una oleada “pequeña burguesa” que no tenía vínculos reales con el obrero. Esta naturaleza reaccionaria estaba impregnada en todos los partidos comunistas que había en el globo, que se expresaban en el abandono de toda acción revolucionaria y dando el salto al reformismo, justificando la reacción y teorizando que la revolución no estaba al orden del día.
La frustración de estas traiciones, sumado a las conclusiones revolucionarias de miles de jóvenes y al impacto de la represión estatal, les llevó a muchos de ellos a sumarse a diversas organizaciones y movimientos revolucionarios, incluyendo las guerrillas que surgieron o fortalecieron, las cuales enfrentaron a un Estado que empleo guerra sucia y tácticas contrainsurgentes.
Guerrillas contra el Estado
Hay que tener en cuenta que el movimiento guerrillero en México fue un episodio cuyas raíces se hunden tras el final de la revolución mexicana, que inició en los campos y se trasladó a las ciudades. Luchas que fueron iniciadas por los defensores de la tierra como Rubén Jaramillo en el estado de Morelos y Arturo Gámiz en Chihuahua, que trascendió a la historia por el asalto al cuartel Madera. En este artículo nos enfocamos en el periodo surgido tras la tormenta de 1968. La actitud conservadora del PCM en 1968 y posterior fue vista por sus militantes como una traición directa a los ideales de los que, en teoría, debía defender.
La inspiración que los movimientos insurreccionales de Vietnam y Cuba habían causado, sumado a la ruptura sino-soviética, que había generado la conformación de guerrillas campesinas en regiones como en América Latina, fueron suficientes para tomar las armas.
En Guerrero estaban los movimientos de Lucio Cabañas, que estaba al mando del Partido de los Pobres y el de Genaro Vázquez, con la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, que habían comenzado labores guerrilleras tras exigencias de mejoras sociales en su estado, pero eran recibidos por las armas de los caciques locales respaldados por el gobernador. La reacción militar, tanto estatal como federal, a través de tácticas contrainsurgentes (torturas, detenciones ilegales y desapariciones), no sólo no lograron exterminarlos, por el contrario, consolidó el apoyo de las masas a los guerrilleros.
En el norte mexicano, desde los años 50, ya existían movimientos agrarios que exigían reparto de tierras e instrumentos de trabajo para los campesinos pero que, en contraposición, recibieron asesinatos, secuestros, violaciones y terror sistemático de origen caciquil. De esta manera fue que germinó la semilla de luchas abiertamente insurreccionales en pos de cambiar esta situación. En este clima de pobreza y acumulación descarado llegó Arturo Gámiz, quién con el paso del tiempo acumuló experiencia en el terreno de la lucha. Conformó el Grupo Popular Guerrillero considerado en la historia insurreccional mexicana como el primer grupo guerrillero. Inspirados en el triunfo de la revolución cubana y basado en la teoría foquista del Che Guevara, dieron un intento de golpe a la base militar ubicada en Ciudad Madera, Chihuahua. Aunque fallaron y todos los implicados en el golpe fueron asesinados, este hecho inspiró a las futuras guerrillas tras el 68.
En las ciudades se respiraba un ambiente retador, principalmente, en las universidades y escuelas que estaban en contra del régimen oficial, tanto por la brutalidad de Tlatelolco como por una serie de respuestas violentas a sus exigencias, que variaban en cada región (Hidalgo, Michoacán y Guadalajara ya estaban en pie de lucha) pero que, tras el 68 comenzó con un despertar en los jóvenes. Muchos de estos vieron que la lucha armada era la solución directa tras la cerrazón de Tlatelolco y el Halconazo. Mencionaremos dos grupos de este despertar armado, la mencionada Liga Comunista 23 de Septiembre, cuyas raíces se pueden rastrear en la unión de varias organizaciones juveniles que habían roto con la traición del PCM (Procesos, Enfermos, Movimiento 23 de Septiembre, Lacandones, Guajiros, Macías, Movimiento Estudiantil Profesional y Frente Estudiantil Revolucionario) y el Movimiento Armado Revolucionario, cuyo nacimiento fue producto de las peticiones de las juventudes comunistas hacia el bloque oriental (de los cuales fueron ignorados) y del que solamente Corea del Norte les dio apoyo en forma de enseñanza política y militar.
Aunque estos movimientos despierten una conmovedora visión de la lucha social de la que enarbolaban, no ayudaron en la construcción del socialismo. Su actuar fue heroico pero el régimen los uso de pretexto para justificar su violencia virulenta al afirmar a la población que estos eran en realidad parte de una conjura internacional comunista para desestabilizar al país.
Las lecciones que debemos recoger para el mañana
Con el transcurso de la guerra sucia y el posterior exterminio de los movimientos guerrilleros, la lucha recayó en las fuerzas sindicales que no habían sido todavía absorbidos por el charrismo, dando muestras de esta en los últimos años del siglo XX. Tales demostraciones del poder sindical se pueden apreciar en los movimientos conformados por Demetrio Vallejo, en el sector ferrocarrilero, y Rafael Galván en el sector electricista.
También es importante recalcar al movimiento urbano popular organizado en diversos frentes, que nacieron por la carencia de la infraestructura básica, tales como viviendas y servicios esenciales, como la luz, y que en respuesta nacieron colonias en las que los propios habitantes gestionaban y organizaban las tareas comunitarias sin depender del Estado. Pero teóricamente se cometieron errores al querer hacer el socialismo en pequeñas zonas, sin desarrollar un partido y un movimiento de masas revolucionario a nivel nacional. Quedando aislados, el estado espero el momento de reprimir estas organizaciones.
Como marxistas sabemos que la consolidación y organización de la clase proletaria es base fundamental para la construcción del movimiento revolucionario, para el enfrentamiento directo al estado burgués; pero el detalle que hace la diferencia entre el triunfo y la derrota radica en que la dirección exista más allá del terreno local y esté orientada a la destrucción del sistema y estado capitalista. Las luchas parciales y locales son necesarias, pero si se pierde la perspectiva revolucionaria general, te enfrascaras en luchas locales que disloquen el potencial revolucionario de un movimiento de masas que abarque a todos. En pocas palabras, la explotación y marginación locales forman parte de un panorama mundial de la cual la revolución deberá tener las mismas dimensiones.
La Guerrilla urbana en México de los años 70, nos da grandes lecciones de disciplina y heroísmo. El destino fue la represión, la cárcel y la muerte de sus militantes sin lograr que la perspectiva revolucionaria avanzara. En lo que a México respecta, la lucha guerrillera lejos de ayudar a la organización de los trabajadores facilitó la represión del estado.
Como marxistas debemos saber que el objetivo primario en la conformación del movimiento revolucionario es la organización de la clase trabajadora cuyas reivindicaciones locales deberán aglutinarse en un programa político amplio que abarque los problemas que sufrimos como clase: desde la falta de vivienda, la oposición destrucción de las tierras comunales en interés de los conglomerados, así como el que las grandes palancas de la economía sean propiedad de todos y estén administradas en benefició de todos bajo control democrático de los trabajadores.
Lo que debemos reivindicar es la organización de masas de la juventud y de los trabajadores. Fue el carácter de masas lo que le dio esa fuerza a la lucha de 1968. Pero lo que debemos entender es que no basta con luchar, debemos construir un partido revolucionario para alcanzar nuestros objetivos. Así pues, desde la Izquierda Socialista invitamos al lector a organizarnos y a rescatar la teoría (desde Marx hasta Trotsky) e impulsar la construcción de un partido y un movimiento socialista, que deberá con sus propias fuerzas derrocar al capitalismo y realizar el salto al reino de la libertad.
¡SUMATE A LA LUCHA CONTRA EL CAPITALISMO Y POR EL COMUNISMO!