Para empezar es necesario explicar lo que era la Internacional Comunista (IC) y el vínculo que tenía con el PCM (Partido Comunista Mexicano), a fin de comprender la forma en que todos los grandes cambios que se gestaron en la Rusia soviética tuvieron una implicación, en algunos casos, catastrófica en la política del Partido en México.
En 1917 los bolcheviques tomaron el poder en lo que sería la primera gran experiencia de poder obrero a nivel mundial. Rusia tenía condiciones económicas y culturales de un atraso espantoso y éstas se habían agravado por su participación en la Primera Guerra Mundial. Después de la toma del poder, 21 ejércitos extranjeros comenzaron un asedio, bloqueo e intervención para terminar con el poder de los soviets. Sumémosle a ello los ejércitos blancos que tanto la burguesía como los viejos poderes feudales organizaron para acabar con el gobierno de los bolcheviques.
Los principales dirigentes de la revolución, primordialmente Lenin y Trotsky, sabían que el socialismo no podría vencer si la revolución no se extendía a otros países, fundamentalmente a los más adelantados en términos económicos y políticos. La Revolución rusa necesitaba la transferencia de todos los avances en la producción y la ciencia para poder desarrollar las fuerzas productivas. También necesitaba de la experiencia cultural del proletariado, mejor organizado e instruido, de los otros países.
De estas necesidades cruciales y del bagaje teórico del marxismo surge la idea de la Tercera Internacional o Internacional Comunista. Esta organización sería un cuerpo único, no una suma de organizaciones, que movería todas las fuerzas del proletariado mundial para terminar con el capitalismo. Todos los elementos más radicalizados de aquel momento (1919) comenzaron a ver el ejemplo ruso como su próximo futuro y se organizaron y lucharon bajo los ideales de la Revolución rusa.
En los siguientes meses y años, decenas de miles comenzaron a afiliarse a la internacional en todos los países. La nueva Internacional surgía como una alternativa ante la bancarrota del capitalismo. En Europa, donde las organizaciones de la clase obrera tenían tradiciones socialdemócratas, hubo rupturas a la izquierda para formar los Partidos Comunistas. En regiones como América Latina, los PPCC se formaron de forma atropellada, entre ideas anarquistas, liberales radicales, reformistas y nacionalistas.
Esta organización, que fue considerada la mayor arma de la lucha revolucionaria a nivel mundial, degeneró siguiendo el rumbo de los acontecimientos en la URSS. El aislamiento de la revolución a nivel mundial, la desmovilización de las masas cansadas y hambrientas, los efectos de la guerra civil y el asesinato de cientos de cuadros dirigentes del Partido fueron las bases sobre las que se levantó el proceso de degeneración burocrática del primer Estado obrero. Al principio, la burocracia no tenía confianza en sus propias fuerzas y no se atrevía a echar atrás las conquistas de la revolución e incluso, de forma torpe, intentó empujar la lucha en otros países. En todo caso, los giros bruscos a la derecha (la política del frente popular y la teoría de las dos etapas) y a la izquierda (el tercer periodo o clase contra clase) daban muestra del empirismo y los intereses de la dirección burocrática.
Bajo el régimen estalinista la Internacional Comunista se convirtió en un instrumento de intercambio de la burocracia. Utilizó a todos los partidos comunistas nacionales para negociar con la burguesía, evitar revoluciones y congraciarse con los países imperialistas. Esta política implicó una derrota histórica para la clase obrera mundial, la cual se agrupó bajo la bandera de la Revolución rusa, pero que fue sometida bajo los designios de una burocracia contrarrevolucionaria y abyecta.
El PCM, su comienzo
El PCM se fundó a finales de noviembre de 1919 y fue el primer partido comunista de Latinoamérica. Su conformación fue fruto de una maniobra por parte de su dirección —y del delegado de la Tercera Internacional, Borodin—, que, meses antes, se había congregado en la Ciudad de México bajo las siglas del Congreso Socialista Nacional. La fundación del PCM se hizo en una reunión con no más de 30 asistentes, declarándose partido para poder mandar delegados al Segundo Congreso de la Internacional Comunista.
Las ideas de los asistentes y del primer núcleo de comunistas mexicanos eran muy confusas. La gran mayoría tenía tendencias anarquistas; esta corriente tenía un trabajo mucho más desarrollado que cualquier otra organización declarada socialista y las ideas de los anarcosindicalistas españoles tenían una fuerte influencia en casi todos los grupos de trabajadores y organizaciones radicales en el país.
Los que tenían una idea un poco más clara sobre la lucha antiimperialista y socialista eran los extranjeros radicados en México, que tenían un pasado en la lucha nacionalista en la India (como Manabendra Nat Roy) y los militantes del Partido Socialista de los EEUU (particularmente Charles Phillips), quienes fueron los impulsores del Congreso Socialista y de la fundación del PCM. Ambos, junto a Evelin Roy —esposa del hindú antes mencionado—, fueron los delegados del PCM en el segundo congreso de la Internacional.
El Partido tuvo que pasar un sin fin de desencuentros para sentar las bases de su primer núcleo dirigente. Podemos decir con seguridad que sin la ayuda de la IC los esfuerzos de los cuadros que mandó para formar las secciones latinas se hubieran diluido y se hubiera quebrado el intento de Partido. Particularmente importante fue Sen Katayama, quien realizó un trabajo serio de reclutamiento entre la juventud y de formación política, que le dio cierta perspectiva al PCM.
Políticamente hablando, son años de mucha turbulencia, donde las fuerzas políticas se movían rápidamente y la falta de cuadros dentro del recién formado PCM pagaba su factura con sectarismo. La política que seguía el Partido era antielectoral, cosa que cambió hasta 1925. El Partido desarrolló un trabajo de frente único con los anarquistas y formaron la Confederación General de los Trabajadores (CGT), en oposición a los sindicatos corporativos, y algún trabajo tenían entre los intelectuales. Después de la ruptura y expulsión de la CGT a manos de los anarquistas, su principal trabajo se centró en el movimiento de inquilinos, que tuvo un fuerte impacto en Veracruz y la Ciudad de México, principalmente.
En el terreno sindical, después de que fueron expulsados de la CGT, se decidió hacer un trabajo en las organizaciones obreras existentes, principalmente entre los sindicatos independientes, como el de los ferrocarrileros, y en algunos lugares donde la CROM tenía disidencias de izquierda. También fue muy importante el trabajo que comenzaron a desarrollar entre los campesinos, particularmente entre los de Michoacán y Veracruz, en las Ligas Campesinas estatales y la Liga Nacional Campesina.
Desde 1924, se lanzó, como órgano central del Partido, el periódico El Machete, el cual tiraba 6 mil ejemplares en 1924; para 1928 su tiraje ascendía a 11500. Su militancia también daba cuenta de cuánto había avanzado en su primera década de existencia: en 1920 tenía menos de 100 miembros y para 1929 su membresía se contaba en 1500, con trabajo en 21 Estados. Su ala juvenil, la Federación de Juventudes Comunistas, decía tener 1200 miembros (con datos tomados de Barry Carr, La izquierda mexicana a través del siglo XX).
Los vaivenes políticos del PCM
Como lo mencionamos anteriormente, la política del PCM tenía fuertes tintes anarquistas. La acción directa en los sindicatos era su táctica preferida. Esto, en un ambiente de radicalismo y ola de huelgas, como en 1922, conectaba perfectamente, pero cuando el ambiente entre la clase obrera cambió, esta política los aisló de las masas. Con respecto a las elecciones, también tenían una posición ultra izquierdista, pues decían que participar en ellas era hacer el juego a la burguesía y a los esquiroles del movimiento obrero (la CROM de Morones planteaba la estrategia múltiple, es decir, acción directa con lucha electoral).
Estas dos posturas iniciales cambiaron. La sindical se transformó a lo largo de 1923, cuando se rompieron todos los vínculos con sus viejos aliados los anarquistas y fueron expulsados de la central que ellos ayudaron a construir. Después de una dura discusión se orientaron a hacer un trabajo de frente único con las organizaciones obreras ya existentes —esto, más exactamente, era un trabajo de entrismo, donde los comunistas entraban a los sindicatos ya existentes y comenzaban a desarrollar un trabajo militante para ganar adeptos y crear células comunistas que pudieran incidir en la vida política del sindicato—. El lugar donde mejores resultados tuvieron fue en el sindicato ferrocarrilero, donde ganaron a una buena cantidad de futuros dirigentes históricos, como Demetrio Vallejo y Valentín Campa. Este trabajo también se extendió a otros Estados y sindicatos dirigidos por la CROM.
Esta política de frente único-entrismo también lo realizaron con mucho éxito en las Ligas Campesinas, donde ganaron a una buena capa de dirigentes; por mencionar uno: Primo Tapia en Michoacán, el cual influyó fuertemente en la Liga a nivel nacional. Este trabajo, el segundo más exitoso después de la lucha inquilinaria, ayudó a que la militancia del partido creciera rápidamente.
En el terreno electoral también se produjo un cambio de 180 grados a partir de 1925, cuando la IC decidió intervenir y escribió una resolución con respecto al trabajo y orientación electoral del PCM. A grandes rasgos, podemos decir que esta circular echa en cara la posición anarquista del PCM y explica la posición clásica de Lenin sobre la utilización de la lucha parlamentaria para dar a conocer el programa del Partido y, de resultar electo algún comunista, utilizar el parlamento como un altavoz de la lucha obrera y demostrar de forma gráfica las limitantes de la democracia burguesa. Esta resolución cambió de forma radical la actitud del Partido frente al gobierno de Obregón y principalmente el de Calles.
Tal fue el cambio que echaron la balanza al otro extremo y la actitud del PCM con Calles fue de adaptación, llamándolo el Candidato Obrero; pedían a los trabajadores que le apoyaran y dándole su respaldo de forma acrítica. Al no tener una dirección de cuadros políticos que pudiera asumir de forma correcta la resolución de la Internacional, lo que vimos fue una claudicación del Partido frente a un presidente bonapartista que utilizaba la demagogia para oponerse al imperialismo americano o hablar a favor de los obreros, pero al mismo tiempo reforzaba su política corporativa con la CROM.
En su defensa podemos decir que estos gobiernos bonapartistas postrevolucionarios —Obregón, Calles y los que conforman el periodo que se le conoce como Maximato— eran altamente complejos. Un día decían estar a favor de la clase obrera e incluso tomaban ciertas medidas de gobierno para favorecerlos y al otro desataban una represión brutal para oponerse a cualquiera que no estuviera de acuerdo con su gobierno. Su posición con respecto al imperialismo era la misma: daban tumbos a izquierda y derecha. En particular el PCM vivió esta represión una vez que Calles deja la presidencia.
La internacional y sus giros
La situación política nacional requería una dirección probada en la lucha y una Internacional que pudiera aportar toda la experiencia acumulada de sus cuadros internacionales, para salir fortalecidos. Lejos de esto, como hemos dicho, la dirección no estaba a la altura y la burocratización de la Internacional en nada ayudó; por el contrario, estos giros aventureros y burocráticos llevaron a una situación insostenible al Partido.
La política de la Internacional giró de derecha a izquierda. La dirección estaba en manos de Zinóviev, quien creía ser un teórico, pero en realidad era un empírico. En sus manos y en las de Stalin estuvo la derrota de la revolución alemana de 1923. En 1924, cuando el triunvirato (Kámenev, Zinóviev y Stalin) unió fuerzas para deshacerse de Trotsky y una vez que lo lograron, Stalin se alió con Bujarin y desplazó a sus viejos aliados. Bujarin representaba el ala más moderada dentro de la dirección bolchevique y Stalin era un oportunista orgánico, incapaz de tener una idea clara de hacia dónde ir. Bajo su influencia se impulsó la política de fortalecer a la burguesía rural que estaba naciendo en torno a la NEP. De igual forma, se comenzó a impulsar la política reaccionaria y utópica de “el socialismo en un solo país”. Este giro a la derecha representó un desplazamiento de los seguidores de la Oposición de Izquierda, quienes fueron despedidos de sus trabajos, acorralados y atacados de forma burocrática.
La política del socialismo en un solo país represento un giro a la derecha, no sólo en la Unión Soviética, sino de toda la Internacional, pues la dirección de ésta estaba íntimamente ligada a lo que sucedía dentro de la URSS. Esto se profundizó aún más por las presiones que sentía la burocracia de buscar aliados para defender a la URSS de un posible ataque de las potencias imperialistas. Los debates dentro de la Internacional en este periodo fueron determinantes, particularmente con respecto a la Revolución china y la huelga general en la Gran Bretaña. La Revolución china levantó una ola de movilizaciones de masas, de 1925 a 1927. La Internacional, en vez de confiar en la clase obrera, dio su apoyo a los capitalistas y militares chinos, deshaciéndose de una premisa fundamental como lo es la independencia de clase y forzó al PCCh a entrar en una alianza con el Kuomintang, el partido de la burguesía nacionalista china. Esto terminó en un desastre, con el asesinato de miles de obreros y comunistas chinos en manos de Chiang Kai-shek, quien ocupo un asiento en la Internacional como invitado distinguido. Esta misma política se implementó en GB, en un proceso de radicalización de la clase obrera que estaba dispuesta a ir a la huelga en 1926 y la IC hizo una alianza con la dirección de los sindicatos para descarrilarla.
Esta alianza frustrada con la burguesía china y con la burocracia sindical en Gran Bretaña, junto al terror que comenzó a sentir la burocracia por el crecimiento vertiginoso de la burguesía en Rusia (los nepistas), hicieron que la burocracia estalinista diera un giro de 180 grados, pasando a la ultraizquierda. En el Sexto Congreso de la Internacional Comunista, de 1928, la burocracia presenta a la teoría del socialismo en un solo país como la oficial; a nivel internacional decreta el final de la estabilidad capitalista y comienza el llamado “tercer periodo”, el cual llevaría —aseguraban— al colapso del capitalismo.
Todos aquellos que se opusieran a esta perspectiva eran enemigos a vencer y la socialdemocracia se pasaba a convertir en socialfascista, siendo, según la burocracia, el principal enemigo a derrotar por parte de la clase obrera. Esta política fue criminal y tuvo consecuencias reaccionarias en muchas partes del mundo, comenzando con Alemania. El PCA se negó a hacer un frente único con la socialdemocracia alemana para detener el ascenso del fascismo, bajo el dicho “después de los fascistas seguiremos nosotros”. Se saboteó el trabajo de la socialdemocracia, los niños comunistas golpeaban los hijos de los socialdemócratas en las escuelas y votaron contra ellos en el referéndum que organizó Hitler para derribar al gobierno socialdemócrata de Prusia, en 1931. Para dar otro ejemplo, en septiembre de 1930, Die Rote Fahne (La Bandera Roja), órgano del PCA, decía con respecto a la victoria del fascismo: “Anoche fue el gran día de Herr Hitler, pero la victoria electoral de los nazis es el principio del fin”.
El tercer periodo en México
El Partido, hasta 1928, había oscilado entre dos posturas contrarias con respecto a los gobiernos erigidos después de la Revolución mexicana: de una crítica categórica llamándolos despóticos y burgueses, oponiéndose a ellos en las calles, criticándolos duramente por su política corporativa hacia el sindicalismo oficial, cambiaron a una aceptación acrítica, destacando el potencial antiimperialista de algunos gobiernos, apuntándose la tarea de ser el facto que pudiera “empujar a la izquierda” a estos gobiernos. Estas conclusiones del Partido, como ya lo dijimos, están orientadas tanto por las posiciones políticas de los diferentes gobiernos bonapartistas como por las políticas de la IC.
Estas políticas dictaban su actuar, pasando de un radicalismo anarquista (1919-1923) a una política de frente único a la mexicana (1924-1928), que la dirección entendía como una alianza sin principios con los gobiernos en turno. Por ejemplo, en las elecciones de 1924 apoyaron al Calles por la presidencia, presentándolo como el “candidato obrero”. Se vieron presa de los conflictos interburgueses que se dieron en ese periodo, como, por ejemplo, el levantamiento delahuertista, y se decidieron a apoyar al gobierno movilizando y armando a sus bases para enfrentar a los alzados. Esto causó estragos en el Partido, lo cual llevó a una destitución de casi todos sus dirigentes como balance de lo acontecido, pero sin cambiar su línea política. Por el contrario, se comprometieron aún más en la campaña. Durante todo el periodo presidencial callista, el PCM osciló entre el entusiasmo y la decepción, por las medidas que tomaba el régimen.
En el IV Congreso del PC, se niega que Calles sea un simple lacayo del imperialismo (por sus simpatías con Sandino en Nicaragua, el apoyo económico a la huelga de los mineros ingleses de 1926 o a la Conferencia Antiimperialista de Bruselas). En la política interna, legisló sobre la política petrolera que rechazaban las grandes compañías extranjeras; se decía un gobierno anticlerical y atizaba la lucha contra los seguidores de la Iglesia.
De cara a las elecciones de 1928, el Partido decide apoyar a Obregón, el cual es asesinado. El nuevo gobierno de Emilio Portes Gil, aprovechando el ambiente de desintegración del corporativismo cromista y la posición del PCM con respecto a Obregón, comienza una dura represión contra el Partido.
El PCM, siguiendo los planteamientos del VI Congreso de la IC y las nuevas directrices ultraizquierdistas, renuncia a su trabajo anterior dentro de las viejas estructuras de la CROM. Este cambio no se realiza sin fricciones y la Internacional comienza a ejercer presión por la postura del Partido frente al gobierno de Calles. Esta presión se recrudeció conforme pasaba el tiempo.
La primera media por la que optó el PCM, por esta nueva política, fue la de presentar una alternativa electoral independiente a cualquier fuerza gobernante: el Bloque Obrero Campesino (BOC). Como la teoría de la IC planteaba un inminente enfrentamiento revolucionario entre las clases, el PCM se oponía a cualquier reforma del gobierno, pues éstas pospondrían el estallido. El arbitraje laboral por parte del gobierno (1928) y la Ley Federal del Trabajo (1931) fueron declaradas como fascistas, porque el Estado trataba de regular la vida política de los sindicatos y ponía limites a las huelgas. Se comenzaron los trabajos para la formación de la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM), creada en 1929. Dado que la CROM estaba en disolución, esta iniciativa tuvo un impacto importante, pues capitalizó la desarticulación de la vieja Central.
Hubo quienes se opusieron a este giro ultraizquierdista y las diferencias se resolvieron con expulsiones y escisiones, entre las más relevantes estuvo la pérdida de dirigentes de la Liga Nacional Campesina. Esta postura llevo a enfrentamientos entre el Partido y lo sectores de izquierda, como el exgobernador de Veracruz, Tejada y los demás caudillos que eran figuras importantes en el ámbito nacional. Esto también tuvo un impacto en las relaciones del PCM, como el trabajo que desarrollaba en Centroamérica y particularmente con Sandino, quien fue denunciado como traidor. Esta política ultraizquierdista llevó a enfrentar al PCM con el gobierno de Cárdenas al principio de su gobierno. Esto cambió con el nuevo giro de la Internacional, que planteaba la “unidad a toda costa”, teniendo consecuencias igual de dañinas que el primero.
El escenario político nacional hizo que alguna de estas medidas tuviera cierto éxito, o que no fueran tan descabelladas. En 1929 sucedió la revuelta escobarista y el gobierno acusó falsamente al PC de estarla apoyando; la represión fue brutal y algunos dirigentes del partido fueron asesinados, el Machete fue clausurado y más tarde su imprenta fue destruida por el gobierno. Esta represión justificó el giro ultraizquierdista entre la militancia, dándole la razón a la nueva política. El termino socialfascista de alguna forma se justificó por la represión. El PCM logró sobrevivir gracias al carácter de clase del partido y el coraje de su militancia, que pagó con sus vidas los ataques del gobierno y los errores de su política.