La clase dominante israelí está atravesando una aguda crisis interna. Benjamin ‘Bibi’ Netanyahu volvió hace apenas un par de meses a ocupar su cargo y está decidido a imponer una serie de reformas judiciales a través de la Knéset (Parlamento israelí). Al hacerlo, ha enfurecido a la mayoría de los grandes capitalistas, que han dado un paso insólito al respaldar la movilización de enormes multitudes en las calles.
Cuando la clase dominante cae en un conflicto abierto como este, conlleva, para ellos, el peligro de desenmascarar las maquinaciones reales que traman en tiempos «normales». El conflicto actual no es una excepción.
La situación actual tiene raíces profundas que se remontan a décadas en las que toda la clase dominante de Israel (tanto sus alas conservadoras como las llamadas «liberales») ha desplegado una política brutal y metódica de ocupación, apropiación de tierras, asentamientos y discriminación contra los palestinos. Y ha utilizado el odio y el miedo que su propia política siembra entre judíos y árabes para acorralar a los trabajadores israelíes judíos en todo el Estado.
Cada uno de los distintos gobiernos ha ayudado a fomentar esta misma mentalidad de asedio. Como el monstruo que creó el Dr. Frankenstein, la clase dominante israelí ha creado un movimiento incontrolable y fanático de sionistas de extrema derecha y fundamentalistas ultraortodoxos, profundamente arraigado principalmente en el movimiento de colonos en Cisjordania. Han asumido cada vez más el poder en la sombra, empujando a sus representantes a los puestos más altos en el establishment político e irrumpiendo en la escena política sin tener en cuenta las prioridades del propio gobierno.
Ahora, después del breve interludio de 18 meses de la coalición Bennett-Lapid ‘todos menos Netanyahu’, y en parte gracias a ellos, Netanyahu está de vuelta en el poder. Esta vez, encabeza una coalición de partidos de extrema derecha, incluido el partido neokahanista, Otzma Yehudit, liderado por Itamar Ben-Gvir (ahora ministro de Seguridad Nacional), que defiende la anexión completa de Cisjordania y la expulsión de los árabes de Israel; y el partido Sionismo Religioso dirigido por Bezalel Smotrich (ahora ministro de Finanzas), un hombre que una vez dijo de sí mismo : «Soy un homófobo fascista, pero soy un hombre de palabra».
Tan pronto como llegaron al poder, lanzaron una agenda legislativa que preparó al gobierno para un choque con el grueso de la clase dominante. Se fijaron el objetivo de ‘reformar’ el poder judicial, de modo que la Corte Suprema no pudiera anular la legislación, mientras que una mayoría simple en la Knéset sería suficiente para nombrar jueces.
Cada partido en la coalición tiene sus propias motivaciones. Los fanáticos de extrema derecha del gabinete ven en los tribunales un bastión del bolchevismo, empeñados en frustrar su sueño de reconquistar toda Eretz Israel exclusivamente para el pueblo elegido de Dios. Para Netanyahu, están involucrados factores más personales y mundanos, ya que intenta esquivar numerosos cargos por corrupción, soborno y fraude. Pero para mantenerse en el poder, se ve obligado a apoyarse en fuerzas cada vez más reaccionarias, fuerzas que están lejos de estar bajo su control.
Bibi contra la burguesía
Estas reformas han provocado una revuelta abierta de gran parte de la clase capitalista. En pocas palabras, la clase capitalista en su conjunto exige la separación de poderes bajo una ‘democracia’ capitalista, de modo que ningún individuo o grupo de individuos de su clase pueda inclinar el sistema a su favor. En esto consiste todo el discurso de ‘democracia’ e ‘independencia del poder judicial’ por parte de los capitalistas. Les preocupa que Netanyahu y su camarilla usen su control sobre el Estado «injustamente» para favorecerse a sí mismos.
Y la clase capitalista no parece estar ocultando que esa es su verdadera motivación. El periódico The Times of Israel explica este hecho abiertamente , en un artículo que vale la pena citar extensamente:
“En las últimas semanas, empresas de tecnología, fuentes de ingresos, organizaciones comerciales, legisladores y destacados economistas están advirtiendo repetidamente que el plan de reforma judicial, que dicen amenaza la democracia, dañará la posición de Israel como un centro estable para las inversiones.
“El temor es que un debilitamiento del sistema judicial genere incertidumbre y ahuyente a los inversores extranjeros de Israel. Esto, a su vez, podría obligar a las empresas locales e internacionales a irse y establecerse en otro lugar.
“Una serie de unicornios israelíes [empresas valoradas en más de mil millones de dólares] ya han anunciado que están retirando fondos significativos de las cuentas bancarias israelíes y colocándolos en el extranjero debido a la presión y preocupación de los inversores extranjeros.
“La empresa de seguridad cibernética israelí, Wiz, valorada en la asombrosa cifra de 6.000 millones de dólares y respaldada por las empresas de inversión estadounidenses Insight Partners y Greenoaks Capital, confirmó la semana pasada que está sacando decenas de millones de dólares de los bancos israelíes para diversificar los fondos de los inversores”.
El embajador de EE. UU., Thomas Nides, agregó sus preocupaciones: “Estás haciendo algo bien, ¿de acuerdo? El sistema judicial ha estado vigente durante mucho tiempo, lo que ha permitido un florecimiento de la innovación, la tecnología, la obtención de dinero, la calidad, eso sucedió”.
“Hacer dinero”: ¡de eso se trata! ¿Por qué sacudir el barco cuando estamos ganando tanto dinero?
Las protestas comenzaron con una ráfaga de peticiones de algunas empresas como HSBC y JP Morgan, quienes emitieron sus advertencias. La agencia de calificación internacional S&P dio el paso muy inusual de amenazar con un recorte en la calificación crediticia de Israel. Muchos advirtieron sobre el riesgo de desencadenarse un colapso del mercado en caída libre, como lo hizo el pequeño experimento de Liz Truss en Gran Bretaña el otoño pasado.
Como las peticiones no dieron resultado, el grueso de la clase capitalista decidió que había que quitarse los guantes.
Los principales medios de comunicación intensificaron su retórica, refiriéndose a la jugada de Netanyahu en un lenguaje bastante alarmante: más allá de un “ataque a la democracia”, lo llaman una “revolución”, un “golpe de Estado” e incluso “cambio de régimen”.
Cada sábado desde el pasado enero, la patronal está apoyando las cada vez más numerosas protestas ‘pro-democracia’.
El sector tecnológico ha jugado un papel particularmente significativo dentro de este extraño ‘activismo’. Tiene un motivo especial de preocupación, dado que este sector es relativamente nuevo en el país y carece de influencia en la coalición gobernante. Es un sector que emplea fundamentalmente a las capas urbanas socialmente más liberales y alejadas de los haredim fundamentalistas en los que se basa Netanyahu, con su rechazo a la educación secular.
“Salvemos a nuestra nación emergente”, decía una pancarta en la marcha del 21 de enero, al frente de un bloque que representaba a estas mismas empresas tecnológicas emergentes. El 13 de febrero, se organizó un día de ‘acción de huelga’, no por la federación sindical Histadrut, sino por un grupo de 300 empresas tecnológicas y fondos de capital riesgo.
Las protestas han sido secundadas por directores ejecutivos, exgenerales y ex primeros ministros. Incluso el exjefe del Mossad, Tamir Pardo, ha estado presente, mostrando su preocupación en una entrevista de prensa al periódico Haaretz : “Hay un gran temor de que nos estamos acercando al abismo”. Sentimientos similares fueron expresados por el ex primer ministro derechista Naftali Bennett, quien advertió del riesgo de una “guerra civil en Israel”.
Con el apoyo incondicional de la mayoría de los medios y todo el peso de las empresas, estas protestas, ‘huelgas’ y bloqueos de carreteras han crecido cada vez más, y algunos organizadores estiman que unas 500.000 personas han participado en el último fin de semana de acción.
Incluso el ejército se ha visto afectado. El 8 de febrero se produjo una marcha de reservistas de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF, por sus siglas en inglés). 350 oficiales y soldados firmaron una petición declarando que se negarían a servir como reservistas si la reforma judicial continua adelante. Las divisiones en la parte superior del Estado son profundas. Todo un escuadrón de más de 40 pilotos se negó a asistir al entrenamiento y otros escuadrones han amenazado con hacer lo mismo.
Normalmente, la clase dominante israelí y los medios de comunicación escupirían veneno a tales ‘refuseniks’, condenándolos de traidores, como lo han hecho cada vez que soldados israelíes se han negado a apoyar la opresión de los palestinos. Ahora simpatizan con su causa, aunque puede que acaben arrepintiéndose de haber fomentado este peligroso precedente.
Un artículo muy interesante en Haaretz
El 16 de febrero, el diario liberal de Israel, Haaretz , publicó un pequeño pero notable artículo , titulado, «El error de Bibi [Netanyahu]: Se ha buscado enemigos con la élite de Israel».
Es notable la franqueza con la que se expone en qué consiste exactamente la ‘democracia’ capitalista. Dice mucho, no solo de cómo funciona la democracia burguesa en Israel, sino en todas partes:
“…incluso en las democracias modernas en las que todos y cada uno de los adultos tienen derecho al voto, la realidad social y política es que algunos votantes tienen más poder que otros, que se extiende más allá de las urnas.
“El inversor en grandes tecnologías o el director ejecutivo de una gran empresa tienen solo un voto en lar urnas, pero muchos más, o más precisamente, tienen mucha más influencia política, en virtud de su capacidad para crear puestos de trabajo y potenciar la economía. Lo mismo se aplica a los principales activistas políticos, periodistas, científicos, ingenieros e intelectuales, que tampoco obtienen un voto más el día de las elecciones, pero su contribución a la economía y la sociedad hace que sus opiniones sean relevantes.
“Son las personas que han hecho de Israel el país poderoso, próspero y tecnológicamente innovador que es hoy. Por supuesto, no toda esta élite se opone a la reforma judicial. Pero las cifras de las encuestas ofrecen un vistazo de la brecha socioeconómica entre los partidarios y los opositores de los cambios”.
Hay que tener en cuenta que este periódico apoya totalmente el movimiento ‘pro-democracia’, y no podría estar más entusiasmado con que ‘la élite’ use los ‘votos’ extra que su posición de clase les otorga. Sin embargo, no deberíamos sorprendernos, ya que así es como funciona la democracia burguesa en todas partes. Bajo la democracia más libre, la masa del pueblo disfruta de los mismos derechos de voto, en el papel. Pero tan pronto como los intereses de la clase capitalista se ven amenazados por una facción o un individuo de su propia clase o, lo que es aún más peligroso, por un gobierno de izquierda apoyado por la clase obrera, entonces se ve quién detenta realmente el poder. El artículo continúa:
“…ahí radica el problema del primer ministro Benjamin Netanyahu: la elección le dio a él y a sus aliados ortodoxos y de la derecha una clara mayoría en la Knéset, pero no tiene el apoyo para la reforma judicial entre la gente que básicamente hace que Israel funcione. Netanyahu podría ignorar las manifestaciones en Tel Aviv, pero cuando los líderes tecnológicos, banqueros, economistas y empresarios expresan su oposición, hay que preocuparse”.
En otras palabras, no puedes llevar a cabo tus políticas bajo el capitalismo solo porque el ‘proceso democrático’ te otorga una mayoría parlamentaria. Fundamentalmente, cualquier gobierno requiere el consentimiento de aquellos que realmente hacen funcionar la sociedad: ¡“los líderes de las grandes tecnologías, los banqueros, economistas y gente de negocios”! Y, como señala el artículo, Netanyahu sin duda es dolorosamente consciente de este hecho:
“Sus socios de extrema derecha y ultraortodoxos están más preocupados por promover sus visiones ideológicas y servir a sus electores. Pero Netanyahu no es ese tipo de ideólogo. Le preocupa más crear un país militar y económicamente poderoso.
“Los colonos no atraen miles de millones de dólares en inversión extranjera cada año, los haredim no tienen la educación y las habilidades para servir en las unidades de élite de alta tecnología del ejército y Arabia Saudita no normalizará las relaciones con Israel porque anhela los productos producidos por las industrias de baja tecnología de Israel”.
Estos son los intereses reales detrás de este movimiento por la llamada ‘democracia’. De hecho, aunque este movimiento ciertamente ha movilizado a miles de trabajadores, ningún líder al frente de este conflicto defiende los intereses de los trabajadores israelíes o las masas palestinas.
De hecho, una de las preguntas planteadas por algunos comentaristas de izquierda (un tanto desilusionados y confusos) ha sido: ¿por qué el movimiento no ha levantado consignas contra la verdadera burla a la democracia cometida por el Estado de Israel: la opresión de los palestinos y la ocupación de su tierra? En realidad, este sector ‘pro-democracia’ de la clase dominante pretende continuar con la opresión de los palestinos, como lo ha hecho durante décadas. La principal preocupación de los grandes capitalistas es que, al llevar esta política al extremo por sus estrechos intereses individuales, Netanyahu está desatando fuerzas que son imposibles de controlar, y esta política puede rebotar contra sus propios intereses.
Lejos de plantear demandas que podrían atraer a los palestinos al movimiento, algunos de los opositores de Netanyahu en la prensa de derecha han expresado que la disminución del apoyo al gobierno en el ejército, el daño económico de su reforma judicial y la forma en que el gobierno está alienando al imperialismo estadounidense “evitarán que Netanyahu se anexione tierras en Cisjordania y probablemente evitará cualquier acción militar unilateral contra Irán”. ! ¡En otras palabras, se hacen pasar por los verdaderos defensores de una política sionista agresiva!
Eso está muy claro para las masas palestinas, que están casi completamente ausentes de este movimiento, a pesar de su profundo odio hacia Netanyahu. ¿Cómo pueden salir en serio en defensa del mismo sistema judicial que aprobó la Ley del Estado-nación judío, que encierra a miles de sus jóvenes, que constantemente falla a favor de los desalojos palestinos como en Sheikh Jarrah, y de nuevos asentamientos?
Y, sin embargo, vale la pena el esfuerzo de los revolucionarios en Israel-Palestina para estudiar cuidadosamente esta división en la clase dominante, ya que está llena de lecciones instructivas para los trabajadores de la región y mucho más allá.
¿Cómo terminará esto?
Es probable que la crisis se profundice antes de llegar a un crescendo. Si Netanyahu duda, podría ser su perdición. Pero nadie más parece ser capaz de formar una coalición, como demuestra el estancamiento que sufre la Knéset en las últimas elecciones.
Si Netanyahu no duda, la clase dominante está advirtiendo sobre “la madre de todas las crisis constitucionales” si se aprueban las reformas judiciales.
¿Qué pasará cuando la Corte Suprema falle contra las mismas leyes aprobadas precisamente para cortarle las alas? Y puede llegar el momento en que los servicios de seguridad se vean obligados a elegir entre órdenes contradictorias provenientes del primer ministro por un lado y del fiscal general por el otro. En resumen, Israel se dirige a un territorio desconocido.
En el pasado, cuando se ha visto acorralado, Netanyahu siempre ha buscado desviar la atención con nuevas guerras asesinas contra los palestinos, como en Gaza en 2021. No se puede descartar que no vuelva a hacerlo, con atroces consecuencias. El gobierno ya está intensificando su agresión contra los palestinos, aprobando nuevos asentamientos, cerrando y asaltando ciudades palestinas en Cisjordania.
Desde que comenzó el año, 67 palestinos han sido asesinados por las fuerzas de seguridad del Estado israelí, en comparación con los 170 asesinados en Cisjordania y Jerusalén Este en 2022. También debemos señalar que en 2022 hubo casi el doble de palestinos asesinados en Cisjordania con respecto a 2021, lo que lo convierte en el año más mortífero desde 2005, y sucedió bajo el gobierno de Bennett-Lapid.
La presencia de partidos de extrema derecha en el gobierno ciertamente ha alentado a colonos fanáticos que buscan confrontaciones directas con los palestinos. Cientos de personas arrasaron la ciudad palestina de Huwara el 26 de febrero, incendiaron decenas de automóviles y casas, y mataron a una persona en lo que un alto general israelí denominó “pogromo”. Smotrich, sin más miramientos, respondió a estos sucesos pidiendo que Huwara fuera «aniquilada».
Esta brutalización incesante de los palestinos está creando una sensación de desesperación, particularmente entre los jóvenes. El liderazgo podrido de la Autoridad Palestina (AP), que colabora día tras día con la ocupación, se ha desacreditado por completo. Una gran mayoría de palestinos rechaza al presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmoud Abbas, y un 59 por ciento de los palestinos consideran la Autoridad Palestina un estorbo. Esto se expresó claramente en la ‘Intifada de la Unidad’, la huelga general palestina unificada en mayo de 2021.
Existe un gran vacío de liderazgo, mientras que la presión se acumula constantemente sobre el pueblo palestino. Sin ninguna dirección alternativa que surja del movimiento de masas de la ‘Intifada de la Unidad’, los jóvenes están actuando por su cuenta, armándose en grupos en Jenin, en Nablus con el grupo Lion’s Den y, en otros lugares, con el objetivo de contraatacar mientras la AP se sienta de brazos cruzados. Si bien el movimiento de masas ha ido creciendo en Israel, también hemos visto dos huelgas generales de palestinos desde principios de año: en Jerusalén Este contra el aumento de la presencia policial israelí, y en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este contra las redadas para asesinar a jóvenes militantes armados por las IDF en Naplusa.
Si bien los ataques de venganza individuales contra las fuerzas de seguridad israelíes son totalmente comprensibles, y tal vez inevitables dada la brutalidad hacia los palestinos, es necesario desarrollar grupos armados de autodefensa masivos conectados a un movimiento de masas con claros objetivos revolucionarios como una alternativa a todas esas facciones podridas que lideran a los palestinos.
El statu quo anterior no es la solución
Volviendo a las severas divisiones que dividen a la clase capitalista de Israel, la historia nos muestra que tales divisiones en la clase dominante son a menudo el momento en que la clase trabajadora aprovecha la oportunidad para irrumpir en escena con sus propias demandas. De hecho, solo una alternativa independiente, revolucionaria y de la clase trabajadora podría atravesar la barbarie que vemos, de la que es responsable toda la clase dominante israelí.
En el contexto actual de profunda crisis del capitalismo, de crisis masiva de la vivienda y muchas otras crisis sociales que sacuden a la sociedad israelí, ciertamente existe potencial para tal movimiento. El solo hecho de que estas protestas puedan movilizar a tal escala –medio millón representa una enorme movilización en un país de 9 millones– indica un profundo fermento en la sociedad, y especialmente en las clases medias. Este es un síntoma importante, incluso si las protestas tienen un carácter generalmente reaccionario. Netanyahu, que estuvo en el poder de 2009 a 2021, es el rostro odiado de la austeridad y la inestabilidad de todo el período pasado.
Si bien los líderes burgueses han dado a estas protestas su color político principal, con el falso eslogan de «democracia» ocultando el verdadero objetivo de sacar el poder de las manos de Netanyahu para ponerlo en las suyas, no es así como la mayoría de los manifestantes ven las cosas. Si bien los oradores de la plataforma han dicho muy poco o nada sobre la ocupación y el trato brutal a los palestinos, en algunas protestas se han levantado espontáneamente consignas de disgusto contra el pogromo de Huwara. También han participado un ‘bloque radical’ y un ‘bloque anti-ocupación’ desde el principio y han ido creciendo modestamente en el transcurso de las protestas, aunque cabe señalar que, si bien han informado de que han recibido algunas respuestas positivas, especialmente de los jóvenes, también han sido constantemente acosados por muchos otros.
Sería necesario precisamente redirigir dichas protestas según líneas de clase a través de una movilización independiente de la clase trabajadora, planteando preguntas de clase. Pero existe un obstáculo: la falta de una dirección alternativa a las distintas facciones burguesas. En Israel, los líderes ‘laboristas’ y sindicales se han colocado durante décadas como una larga cola detrás de la clase dominante sionista.
Debe abordarse la cuestión de crear una organización marxista que pueda unir a los trabajadores y oprimidos en un programa revolucionario genuino, que pueda luchar por el derrocamiento del capitalismo en toda la región y por la formación de una Federación Socialista del Medio Oriente. Esto por sí solo sería capaz de proporcionar un futuro en el que israelíes y palestinos pudieran vivir juntos en paz. Esto, y no un regreso al statu quo anterior, es por lo que lucha la Corriente Marxista Internacional.