Escrito por: Hamid Alizadeh
Pasada la resaca de los primeros 100 días de gobierno, el país y la clase trabajadora han vuelto a la rutina de su realidad diaria. Ya no hay elecciones a la vista ni perspectiva de cambio inmediato de gobierno. Tampoco hay perspectiva de cambio en la política de Rajoy. El fraude de la política burguesa comienza a quedar en evidencia. Los dirigentes del PP ya han reconocido que su pacto de gobierno y las medidas acordadas con Ciudadanos fueron sólo una puesta en escena hipócrita entre ambos para vender la investidura de Rajoy ante los electores.
La “fortaleza” del PP
Aparentemente, la situación parece ideal para el PP. Ciudadanos ni siquiera parece dispuesto a apoyar una moción de censura contra el presidente de la región de Murcia, imputado por corrupción y sostenido con sus votos. La gestora del PSOE –que también sostiene con sus votos en el Congreso a Rajoy– muestra una mansedumbre total hacia el gobierno, con las críticas puntuales de rigor para ocultar sus vergüenzas.
El gobierno y los medios de comunicación burgueses están exultantes porque las encuestas garantizan al PP un apoyo del 30%-33%. Piensan que, neutralizados Ciudadanos y PSOE como fuerzas opositoras, eso deja aislado en el parlamento a Unidos Podemos como única y verdadera oposición. De ahí que el gobierno y la patronal hayan redoblado con intensidad su arrogancia y su sentimiento de impunidad.
Tal fue la escandalosa subida de la luz de estos meses (un 21% de aumento en un año), el desparpajo con que manejan el estamento judicial (como se ve con la destitución de fiscales que no siguen sus dictados, en el vergonzoso fallo judicial del caso Infanta-Urdangarín, o en la criminalización del indepentismo catalán); la arremetida represiva contra activistas y artistas sociales, su exaltación de los símbolos del franquismo y el desprecio por los “rojos” enterrados en las cunetas, o el desafío al proletariado portuario al que pretenden destruir como fuerza organizada. La patronal valenciana ha llegado al punto de reclamar la intervención del ejército para romper la huelga en el puerto de Valencia.
La arrogancia patronal
La actitud de la patronal CEOE es particularmente arrogante, animada por la cobardía mostrada estos años por las cúpulas sindicales. Cuando asistimos al mayor brote inflacionario en 4 años, un 3% de inflación interanual, sólo ofrecen como subida salarial para 2017 una horquilla del 0%-1,5%. Más aún, la CEOE propone bajar las cotizaciones patronales a la seguridad social y flexibilizar aún más la contratación temporal y a tiempo parcial, que incluya un contrato precario especial para los jóvenes y “eliminar formalismos innecesarios”, como llaman respetar la jornada laboral o las categorías profesionales. Como colofón, plantean la necesidad de una ley de huelga. Y todo esto cuando las empresas del Ibex35, las 35 grandes empresas con mayor valor en la Bolsa, han conseguido un 52% más de beneficios en 2016, 31.000 millones de euros. Los presidentes de los 6 grandes bancos se embolsaron 22,2 millones de euros, y el presidente de la constructora Ferrovial, Rafael del Pino, 15 millones.
La clase trabajadora, dispuesta a luchar
Sin embargo, viven una realidad engañosa. Los mandamases del régimen están jugando con fuego. Sólo atinan a ver una mar despejada y no pueden sentir la poderosa corriente de indignación y rabia que pugna por brotar desde debajo de las aguas.
Ya se percibe un incremento del oleaje. UGT y CCOO convocaron, en diciembre y febrero, las primeras movilizaciones de carácter estatal en 4 años. Ciertamente fueron muy tímidas y sólo orientadas a los cuadros sindicales. Las cúpulas sindicales temen verse arrastradas a una vorágine que no desean, dado el fermento y malestar existente con las condiciones laborales, que les lleve a un enfrentamiento frontal con el gobierno. Pero no podrán parar esta perspectiva mucho tiempo. Como los mineros en 2012, esta vez pueden ser los estibadores quienes galvanicen el malestar general y desencadenen una respuesta de solidaridad explosiva que abrace al conjunto de la clase.
Hay otros elementos de carácter político que señalan el fermento existente. La derrota resonante del ala errejonista en la Asamblea Ciudadana de Podemos –que expresaba la presión derechista de la opinión pública pequeñoburguesa– es una muestra de ello. No menos relevante es el aire que ha tomado la candidatura de Pedro Sánchez para secretario general del PSOE, tras el giro a la izquierda en sus discursos y propuestas, que está teniendo un impacto significativo en las bases socialistas, y que ha provocado bastante nerviosismo en el entorno de la candidata oficialista, Susana Díaz.
Hay que pasar a la ofensiva
La «mayoría social» del PP-C’s quedará pronto en evidencia, con una base social compuesta, mayoritariamente, por las capas más inertes, improductivas, pasivas y cobardes de la población. Este gobierno débil mostrará sus fisuras más pronto que tarde.
Lo que se impone ahora es movilizar a la clase trabajadora para recuperar lo perdido. Unidos Podemos debe instar a los sindicatos y movimientos sociales a unificar los reclamos y ponerse manos a la obra: por la derogación de la reforma laboral y contra la precariedad laboral, por aumentos salariales del 4% que recuperen el poder adquisitivo, contra el pago de la deuda y el incremento del gasto social, por la nacionalización de las palancas claves de la economía, comenzando por las eléctricas, contra la corrupción del aparato judicial y la criminalización de la protesta social, por la derogación de la ley mordaza, por el derecho de autodeterminación para las nacionalidades históricas, y contra los privilegios insultantes de la Iglesia y de la Monarquía. Este programa sí que galvanizaría las ganas de luchar de millones.
Todo está dispuesto para un cambio en la situación. Agotada temporalmente la lucha electoral, se prepara el giro para la lucha social. La acumulación de malestar está alcanzando nuevamente el punto crítico necesario para comenzar a expresarse, y hay una referencia política en Unidos Podemos que, si bien no ofrece todavía una alternativa acabada al sistema capitalista y a sus lacras, mantiene una posición digna y claramente enfrentada al régimen.
Más pronto que tarde, un nuevo espíritu de poder y de confianza en las propias fuerzas de la clase trabajadora se abrirá paso, y se desarrollará con marcha incontenible.