Con respecto a la lucha por la emancipación de la mujer, desde el feminismo siempre se ha puesto en cuestión la utilidad del marxismo como herramienta de análisis y método de organización y lucha para su liberación. Esto dado que el marxismo fue desarrollado por hombres y Marx se quedó “muy corto” en el análisis de la situación de la mujer. Pero esta visión no puede estar más equivocada, pues el marxismo no es una doctrina sectaria y contradictoria, sino que es una poderosa herramienta de análisis teórico sobre las bases que originan la opresión general de la sociedad y por ende también la de las mujeres, pero no solamente se limita a analizar, sino que se complementa con la acción de organización revolucionaria para la emancipación de la sociedad en su conjunto.
Sin lugar a duda, los defensores y defensoras del marxismo, siempre han estado a la vanguardia de la lucha por la emancipación de la mujer, entendiendo que la lucha contra la sociedad dividida en clases será la única que podrá garantizar una plena liberación de la mujer.
Engels en su obra El Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, hace un análisis del surgimiento del Estado en una sociedad de clases y de las condiciones materiales que determinaron el origen de la propiedad privada y de la opresión, dejando claro que la violencia y segregación doméstica de la mujer en la sociedad no son consecuencia del hombre y su “naturaleza machista”, sino del proceso social de la apropiación de los excedentes que condenó a la mujer al yugo de dominación masculina. Con respecto a esto, Clara Zetkin nos explica lo siguiente en su texto de 1889 La cuestión de las trabajadoras y de las mujeres en el presente:
“Las condiciones de producción, simultáneamente con la destrucción de la antigua actividad de las mujeres dentro de la familia, han sentado las bases para sus nuevas actividades dentro de la sociedad.”
“El nuevo rol de la mujer tiene como resultado su independencia económica del hombre, asestándole de este modo un golpe mortal a la tutela política y social de este sobre la mujer.”
“La mujer liberada del hombre cae, sin embargo, en la sociedad de hoy, en dependencia de los capitalistas, transformándose de una esclava doméstica en una esclava asalariada”.
De este modo podemos entender como a pesar de los avances que hemos tenido las mujeres con respecto a la consecución de derechos y reconocimiento social, continuamos siendo oprimidas y explotadas, no solo en el seno familiar y doméstico, sino también en el ámbito social y laboral, pues el desarrollo económico del sistema capitalista nos transformó en carne de cañón para la explotación del capital.
La incursión de las mujeres en el mercado laboral marca un punto de ruptura en la conciencia de las mujeres de la clase obrera, pues nos hace darnos cuenta de que, a diferencia de lo que indica la sociedad, no somos útiles solo para las labores domésticas y de crianza, sino que podemos jugar un papel muy importante en la producción social, por lo tanto, formamos parte de una clase y nuestra capacidad de organización y combate contra el sistema se expresa a partir de las contradicciones que el mismo genera, por lo tanto, los hombres y mujeres de la clase obrera, se convierten, por su lugar en la producción, en los únicos capaces de derrotar al sistema capitalista.
Siendo así, el marxismo aporta muchísimo más que el feminismo a la lucha por la emancipación de la mujer pues nuestra opresión es consecuencia de la opresión de clase. “La mujer puede esperar, pues, su completa emancipación sólo del partido socialista. El movimiento de las meras ‘feministas’ a lo sumo puede alcanzar ciertos logros en algunos puntos, pero ni ahora ni nunca puede resolver la cuestión de la mujer” (Zetkin, Clara, Ibidem).
No se puede negar que las mujeres hemos tenido grandes avances con respecto a nuestros derechos, que han sido reivindicaciones ganadas a través de la lucha, no han sido concesiones voluntarias del capital, sino que hemos tenido que arrebatarlas. Cada conquista representa una pérdida en las ganancias de los grandes capitalistas y solo en las calles, con el movimiento amplio de mujeres, es que pudimos conseguir el derecho al voto, el derecho al acceso a la educación, a decidir sobre nuestro cuerpo, entre otros tantos avances. Sin embargo, estos avances no han podido hacer ceder los niveles de violencia y desigualdad, porque la realidad siempre dista mucho de la fantasía reformista pequeñoburguesa de la garantía de derechos a partir de la legislación en el marco de las instituciones del Estado burgués.
Efectivamente, estas legislaciones nos garantizan, en el papel, la supuesta plenitud de nuestros derechos y garantías individuales, pero en la vida cotidiana nada es como se plantea. Las mujeres seguimos manteniendo una dependencia económica con respecto al hombre debido a la brecha salarial, donde los únicos que se benefician y por supuesto no están dispuestos a hacer nada en cuanto a este problema, son los dueños y dueñas del capital. Podemos evitar la cárcel por ejercer nuestro derecho a decidir, pero no podemos acceder a nuestro derecho porque no se garantiza la gratuidad y seguridad de este; podemos acceder a las universidades, pero somos víctimas de violencia y acoso en su interior debido a la concepción social de que las mujeres somos objetos de deleite para los hombres, pero principalmente, por la degradación social consecuencia de las desigualdades de la esencia de marginación capitalista. Por lo anterior, podemos concluir que luchar por reformas y derechos, es indispensable para mejorar nuestra calidad de vida, pero también para darnos cuenta de que nuestros problemas no devienen de nuestra falta de derechos o de posiciones de poder, sino porque el sistema político, económico y social que representa el capitalismo, está diseñado para que unos cuantos extraigan el máximo beneficio a partir de las carencias y sacrificios de la mayoría.
Es por esto que, en el marco de la conmemoración del 8 de marzo, las y los marxistas saldremos nuevamente a tomar las calles, como lo hicimos en 1910 durante la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas cuando declaramos el Día Internacional de la Mujer Trabajadora y emprendimos una lucha férrea, junto con los trabajadores del mundo, en pro de la emancipación de nuestra clase. Es fundamental recordar que este día se conmemora gracias a los hombres y mujeres revolucionarias que lucharon por la transformación socialista de la sociedad, bajo los principios del marxismo.
Nuestras tareas dentro del movimiento amplio de mujeres son las de construir una organización revolucionaria de las mujeres trabajadoras en torno a un programa de lucha de clase, que pueda jugar un papel de primer orden en la lucha contra la violencia y explotación de la mujer, evitando los prejuicios separatistas y reaccionarios que merman nuestras fuerzas. Nuestra lucha se encamina hacia la destrucción de las bases económicas y sociales que originan todas las formas de opresión, para lograr nuestro objetivo final, las luchas por demandas inmediatas nos ayudarán a consolidar las bases de la vanguardia de la organización obrera, pero sin renunciar a nuestro programa máximo que es la emancipación plena de la mujer y de la humanidad, lo cual solo conseguiremos a partir de la destrucción del sistema capitalista y con la revolución socialista.
Para concluir y citando nueva mente a Clara Zetkin:
“La vigorosa participación de las proletarias en las luchas revolucionarias por la superación del capitalismo y la realización del comunismo es del todo indispensable. Y es necesario para que todas las mujeres sean capaces de desarrollar plenamente su personalidad, con la solidaridad de todo el cuerpo social, mediante la educación, ya sea en la actividad profesional o en la de madre, de forma que les sean asegurados todos sus derechos sociales. Y es necesario, para que el proletariado sea cada vez más compacto y fuerte en la lucha revolucionaria contra el sistema burgués y en la construcción revolucionaria del nuevo sistema, que sean creadas las condiciones sociales para la consecución de este objetivo” (Zetkin, Clara, Directrices para el movimiento comunista femenino, 1920).
¡Adelante camaradas, luchemos por la emancipación de la mujer con la bandera del marxismo revolucionario en alto!
¡Por un 8 de marzo combativo y de clase!
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