En el 2018 fuimos testigos de uno de los acontecimientos que no tienen parangón en nuestra historia reciente —digamos de los últimos 50 años—, es decir, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdió las elecciones presidenciales. Alguien se atreverá a decir que en el año 2000 Vicente Fox, candidato del Partido Acción Nacional (PAN) fue el primero en ganarle al PRI, pero, aunque eso es cierto, en nada se diferenció Fox de Ernesto Zedillo ni de Carlos Salinas, en otras palabras, se dio una disque “transición”, aunque eso no significó nada para la mayoría de la población.
Nuevamente en 2006 el PRI pierde la elección presidencial, pero la verdadera disputa se dio entre Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Al PRI no le importaba que eso sucediera, tenía cotos de poder en gran parte del país, además de bastiones importantes en Veracruz, el Estado de México, Campeche, Colima, entre otros estados, asimismo la política de Calderón no distó mucho de la priista, hasta cabría decir que incluso entre ellos se repartían el pastel.
En el 2012, después de un fraudulento proceso, el PRI entró nuevamente a Los Pinos, pero esos dos sexenios en los que estuvo fuera le sirvieron de experiencia, sobre todo para no perder tiempo y mejorar los malos manejos, las corruptelas, los negocios turbios, el desvío de recursos, la represión, el hostigamiento, entre muchas cosas más.
En resumidas cuentas, el sexenio de Enrique Peña Nieto fue una guerra abierta y frontal contra los trabajadores, por un lado, con la firma del Pacto por México se echaron a andar las reformas que durante los gobiernos de Fox y Calderón se quedaron en el tintero, la burguesía supo esperar y con Peña por fin vieron la luz al final del túnel, materializándose las reformas “que México necesitaba”. Por otro lado, el sexenio de Peña también estuvo marcado por la represión, principalmente al magisterio democrático, quién podrá olvidar el violento desalojo del plantón en el Zócalo en 2013, la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa en 2014 o la masacre en Nochixtlán en 2016.
El rostro más vil y sanguinario del PRI fue revelado, el mensaje era claro y también a quién iba dirigido. Es decir, el gobierno del PRI declaraba con sus acciones que podía controlar cualquier disidencia, al costo que fuera, y obviamente el mensaje iba dirigido a la burguesía nacional y al imperialismo. Sin embargo, como reza el viejo refrán: “Dios no cumple antojos y no endereza jorobados”. En 2018 el PRI sufrió una dolorosa derrota al perder la presidencia ante Morena y AMLO.
El 2018… el principio del fin para el PRI
Ante el enorme malestar que se fue gestando durante el sexenio de Peña, que también traía tras de sí las secuelas de la horrorosa “guerra contra el narco”, que en realidad fue un proceso de militarización para mantener a Calderón en la presidencia, —hay que recordar que llegó al cargo por medio de un escandaloso fraude—ya que como vemos actualmente, al menos a un sector del narco se le dejó actuar, incluso con la ayuda de las altas esferas del gobierno, Genaro García Luna es el mejor ejemplo.
La situación en la que se encontraba el PRI no era la mejor, la decreciente credibilidad de Peña, más su estupidez innata, pudieron más que el carisma de su fingido matrimonio con Angélica Rivera, su torpeza, la lujosa y excéntrica vida de sus hijos, y una gran lista de desatinos fue hundiendo la imagen del presidente y la de su partido. Sin embargo, no hay que echarle toda la culpa a él, la dirigencia halagaba a gran parte de sus gobernadores por ser los nuevos elementos del PRI, pero poco les duró el gusto, ni siquiera había terminado la gestión de Peña y varios gobernadores de ese “nuevo PRI” estaban siendo investigados. Actualmente algunos se encuentran en la cárcel, han sido detenidos y esperan un juicio, otros más se encuentran prófugos de la justicia.
Bajo ese escenario y con una enorme carga de malas decisiones, ineptitud, cinismo y arrogancia, el PRI se enfrentó en 2018 a una elección con un candidato “ciudadano”, con gran experiencia en la función pública, pero que no despertó la simpatía de los priistas, su candidatura se vio como una imposición, —aunque no pudo ser de otra manera—, ya que fue el único precandidato que se registró. Todo el aparato priista confiaba en quemar el cartucho del “candidato ciudadano”, y que con eso era suficiente para regresar a Los Pinos.
Sin embargo, la realidad le dio un duro golpe en la nariz al PRI. Meade, quien era en realidad un político burgués que operó sin distinción en los gobiernos del PRI y PAN, no tenía una identidad política, no estaba afiliado al PRI y eso tuvo sus consecuencias. Por ejemplo, vimos mítines vacíos como en Cancún que solo reunió a poco más de 20 simpatizantes, fue abucheado varias veces y al final su candidatura se desvaneció como agua entre las manos.
El resto lo conocemos, AMLO y Morena arrasaron en la elección, las masas se cansaron de las promesas incumplidas, de la violencia, de la corrupción, del cinismo, de las triquiñuelas del PRI y del PAN, y lo demostraron dándole el 53.19% de los votos, lo que equivale a 30 millones 113 mil 483 votos. En un muy lejano tercer lugar quedo el PRI, con tan solo 9 millones 289 mil 853 votos, cifra que representó el 16.40%.
Las cifras son claras, el PRI aún con toda la maquinaria pesada (y fraudulenta) no pudieron ganar, es obvio que preparaban un fraude, pero no había forma de quitarle votos a Morena, la gente se arremolinaba en las casillas para verificar que su voto fuera efectivo, las redes sociales se inundaron con fotos de las sábanas de los resultados por distritos electorales en los que se mostraban los datos duros y concretos en los que era innegable el triunfo para AMLO, pero también la derrota del PRI y del PAN. Fue tal la derrota que, a las pocas horas de cerrarse las casillas, tanto Meade como Anaya salieron a reconocer su derrota, algo que jamás nadie hubiera imaginado.
La elección interna o el PRI vs el PRI
Posteriormente a la derrota en 2018 se empezaron a mover las aguas dentro del tricolor. Era necesaria una reorganización, ya que no solo había perdido la presidencia del país, perdió la mayoría de diputados y senadores, perdió también 2 gubernaturas, y las que conservó se vio en minoría en los congresos locales.
En resumen, el PRI se encontraba en una profunda crisis, de la que necesitaba salir lo mejor parado.
Ante esa necesidad, en 2019, entraron en el proceso de renovación de la dirigencia nacional del partido. Con lo que no contaban era que la elección de su nuevo presidente se convertiría en una caja de Pandora.
El rostro demacrado y más vil del PRI salió a relucir, pues entre ellos sacaron e hicieron uso de sus peores mañas y artilugios. Tan cochino estuvo el proceso que figuras públicas del partido con décadas de militancia, como el caso de José Narro Robles, que, con más de 40 años en las filas del PRI, renunció a su candidatura y al mismo partido por la forma en la que “actuaban” otros candidatos.
Principalmente se refería a Alejandro Moreno, que terminó siendo el ganador del proceso con 1 millón 603 mil 725 votos, en segundo lugar, con 177 mil 298 votos de Ivonne Ortega y en tercer lugar Lorena Piñón, con 49 mil 251 votos. Los resultados demuestran no solo la inflación del padrón, cosa que denunció Narro e incluso Manlio Fabio Beltrones (quién tiene las manos manchadas de sangre), sino el acarreo y compra masiva de votos, sobre todo en Campeche, de donde es originario Moreno, y también ex gobernador.
La elección de la nueva dirigencia que pudo ser la oportunidad de cohesionar al partido, sobre todo de cara a la elección intermedia, fue un fiasco, el partido salió aún más dividido. Y lo que más les preocupaba a sus militantes era la incapacidad de Alejandro Moreno al frente del partido.
Recuento de las derrotas del PRI: ¿2021 un golpe de muerte al PRI?
Posterior al triunfo de Peña en 2012 parecía que el PRI iba a gobernar otros 80 años, sin embargo, no fue así. La elección del pasado 6 de junio, puso en claro que estamos, tal vez, presenciando su fin. Las cifras son contundentes y hasta escalofriantes.
Uno de los aspectos relevantes de la elección intermedia eran las diputaciones, pues a la mitad del periodo de AMLO, ganar la mayoría para la oposición era algo más que necesario. Tanta era su necesidad que las dirigencias del PRI, PAN y PRD (algo que tampoco nos llegamos a imaginar), se unieron en una cruzada contra Morena y AMLO, esta alianza no demostró fortaleza, sino debilidad y desesperación, ya que aún con la pandemia, la crisis económica y demás vicisitudes, la aprobación de AMLO ronda el 60%.
Esta alianza sin principios para el PRI y PRD fue un rotundo fracaso, el PAN salió mejor librado, pero es obvio que no obtuvieron los resultados que esperaban.
La debacle del PRI inició en 2015, aunque no se le prestó demasiada atención, seguramente porque los desatinos de Peña acaparaban los reflectores, y bueno, siempre había algo que decir al respecto, por lo que no es extraño que perder algunas gubernaturas no era algo que, bajo el sexenio de Peña, fuera la gran nota.
En 2015, en elecciones intermedias, se eligieron 9 gubernaturas, de esas el PRI tenía 6 bajo su control, Campeche, Colima, Michoacán, Nuevo León, Querétaro y San Luis Potosí. Sin embargo, perdió Nuevo León ante Jaime Rodríguez “El Bronco”, un candidato “independiente”, pero de origen priista; también perdió Michoacán frente al PRD; y Querétaro quedo en manos del PAN, y como premio de consolación le arrebató Sonora al PAN.
También se renovaron los 500 diputados, de los cuales el PRI obtuvo 203, el PAN 108, el PRD 56 y Morena 35. En esta elección el PRI obtuvo el 29.2% de la votación y Morena obtuvo el 8.39%, del 47.72% de participación ciudadana.
De las 12 gubernaturas en disputa en 2016, el PRI gobernaba 9: Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Hidalgo, Quintana Roo, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz y Zacatecas, pero después de las elecciones perdió Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz, aunque recuperó Oaxaca y Sinaloa, es obvio que no les fue muy bien que digamos.
En el 2017 se eligieron 3 gobernadores en los estados de México, Coahuila y Nayarit, en esta elección el PRI salió mejor parado, manteniendo el Estado de México y Coahuila, pero perdiendo Nayarit, incluso el ex gobernador del estado actualmente se encuentra detenido por posibles vínculos con el narcotráfico.
Para el 2018 las cosas fueron algo semejante a los años anteriores, perdió Yucatán frente al PAN y Jalisco ante Movimiento Ciudadano. En esta elección (2021) perdió Campeche, Colima, Guerrero, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas frente a Morena, también perdió San Luis Potosí, pero contra el Partido Verde. Por lo que ya sólo gobernará en 4 estados (Estado de México, Oaxaca, Coahuila e Hidalgo).
Así podemos ver que desde 2015, aun bajo el auspicio del presidente de la Republica, a cada elección a la que se ha enfrentado el PRI, ha sufrido alguna derrota, aunque ninguna como la actual, lo que ha encendido los focos rojos dentro del tricolor a tal grado que militantes del partido exigen la renuncia de Alejandro Moreno.
La toma de la sede nacional y las “supuestas conversaciones” con Morena
La exigencia para que Alejandro Moreno renuncie a la dirigencia del partido ha ido evolucionando rápida y dramáticamente. Poco después de darse los resultados oficiales en la pasada elección las cosas dentro del PRI se han estado moviendo bastante, incluso diría que se habla más del PRI ahora que durante las pasadas campañas electorales.
Hace unos días la sede nacional del partido, ubicada en la Ciudad de México, fue tomada simbólicamente por Ulises Ruíz Ortiz, un famoso militante y no necesariamente por su eficacia como gobernador de Oaxaca, sino por todo lo contrario, tan solo hay que recordar que él fue el responsable directo de la represión contra la APPO en 2006, que dejó decenas de muertos, desaparecidos e incluso fue denunciado por delitos de lesa humanidad. Pero bueno, este personaje, ha dado mucho de qué hablar dentro del partido, primero cuando dijo que Peña Nieto le había hecho daño al partido quitando los candados para “imponer candidatos externos”, en referencia a la candidatura presidencial de Meade, en la que recalcó que “impuso a su grupo, puso a sus cuates de gobernadores y dejó robar a sus colaboradores impunemente”. Aunque todos sabemos que no era necesario pedirle permiso al presidente para tal actuar, el mismo Ulises Ruiz lo hizo en Oaxaca, sin que Peña fuera presidente.
Sin embargo, las cosas no se quedaron ahí, tras la derrota en 2018 pidió la expulsión de Peña Nieto, “(…) debe ser expulsado del partido por el inmenso daño que le causó, llevándolo del triunfo en 2012 a la peor derrota de su historia en 2018″, destacó en un documento firmado por la corriente “Democracia Interna” a la que pertenece.
Ya en 2019 entró en franca batalla contra Moreno, incluso lo denunció ante la Fiscalía General de la República (FGR) por enriquecimiento ilícito. En venganza lo trataron de expulsar, por supuestamente actuar contra los intereses del partido en la elección de 2017-2018. En ambos casos no pasó nada. Ahora Ruiz ha lanzado la campaña por la renuncia de Moreno, encabezando junto a Nallely Gutiérrez Gijón la toma de la sede nacional.
Dicha toma trascendió porque se dieron enfrentamientos con palos, piedras y en los vídeos que circulan se oyen hasta disparos, se dice que hubo un herido de bala, lo que demuestra que los priistas no tienen límites para hacerse del poder. Y aunque se acusan mutuamente de ser los incitadores de la violencia, nadie puede negar que ambos bandos tienen la capacidad para movilizar esos grupos de choque, tan solo hay que mencionar a Antorcha Campesina, que de todos es sabido es un brazo armado del PRI, que actúa bajo el auspicio de la dirigencia. Pero aquí salió a relucir el grupo de “Los Claudios”, que en 2018 sabotearon actos de campaña de la ahora jefa de gobierno Claudia Sheinbaum, pero que se dedican a varios tipos de ilícitos, es más Claudio González se encuentra detenido desde 2015 acusado de estar involucrado en el secuestro de empresarios tanto en la Ciudad de México, como en el Estado de México.
Por su parte, Gutiérrez Gijón, acusa a Moreno de haber realizado el montaje, para desprestigiar a la disidencia, que exige su renuncia. Y derivado del enfrentamiento, decidieron levantar el plantón, según ellos, como una muestra de disposición al diálogo y de resolver el conflicto.
En otro aspecto que se ha mencionado y que tal vez sea el principal conflicto entre Moreno y Ruiz, más allá del fraude con que se hizo de la presidencia del partido, de la fatídica derrota electoral, de las denuncias mutuas y demás, es el posible acercamiento de la dirigencia priista a Morena.
En una de las conferencias matutinas AMLO dijo que existía la posibilidad de “dialogar” con el PRI para llevar adelante las reformas que proponga. No obstante Alejandro Moreno salió a decir que no harán ninguna alianza con Morena, pero dejo la puerta abierta al “diálogo” si se les presenta una “buena” propuesta.
Asimismo, Mario Delgado, presidente nacional de Morena, dijo que: “No hay ninguna contradicción en que Morena pacte con el PRI”. Quién sabe a qué se refiera Delgado, pero obviamente si hay contradicción y no sólo una en pactar con el PRI.
Morena no tiene la mayoría calificada y estos acercamientos pueden obedecer a tratar de atraer a al menos algún sector de los parlamentarios priístas para llevar adelante algunas reformas. El problema es que ellos no actuarán sin nada a cambio. lo cual puede llevar a Morena a dar concesiones a la derecha. Con quien verdaderamente se debería aliar este partido es con el pueblo organizado para romper las resistencias que pone la derecha y llevar adelante cambios radicales.
Entre tanto, Moreno acusa a Nallely Gutiérrez, de ser una infiltrada de Morena, y que busca desestabilizar la alianza con el PAN-PRD, de cualquier forma, las acusaciones, los dimes y diretes van a continuar, hasta cuándo, no lo sabemos. Ya que por ahora parece que las cosas se han calmado un poco, sin embargo, el conflicto está muy lejos de solucionarse y mucho menos de forma pacífica.
Lo único cierto es que al PRI le llueve sobre mojado, aun no se levantan del duro golpe que significaron las elecciones intermedias y ya está en un conflicto intestino dentro de sus filas. Sea como sea, de este conflicto saldrán más divididos y debilitados.
2023-2024: ¿El fin del PRI?
La histórica derrota del PRI en 2018, sumado a la derrota de este 2021 en cuanto a las gubernaturas y diputaciones, podemos ver un panorama bastante sombrío y un futuro poco prometedor para las elecciones de 2023-2024.
Para empezar, porque dejará de tener los recursos económicos que le llegaban de los estados en los que gobernaba, eso hará que su capacidad de compra de votos y acarreo se vea muy limitada. Otro factor importante es que ha ido perdiendo credibilidad ante la ciudadanía, los escándalos de corrupción y malversación de fondos de los exfuncionarios del gobierno de Peña, más los ex gobernadores presos, con orden de captura o prófugos se hacen cada vez menos atractivos para que la gente vote por ellos. Incluso ha perdido a sus aliados naturales como el Partido Verde, que ha cambiado sus favores a un mejor postor.
Un elemento más es la división a lo interno del partido, que viene desde la postulación de Meade hasta el fraude de Alejandro Moreno, que hizo que varios personajes históricos del PRI dieran un paso atrás. Y después de la alianza sin principios con el PAN y el PRD, que terminó de dividir al partido, sobre todo por los resultados, que muy seguramente, no fueron los que Moreno prometió.
Por todo lo anterior estamos ante la gran oportunidad de echar al basurero de la historia al partido que ha sido el responsable de un sinfín de injusticias, violación de derechos humanos, asesinatos, persecución, desaparición, y una larga y muy negra lista de actos, acciones y decisiones que han marcado con sangre la vida interna de nuestro país.
Sin embargo, no podemos solamente esperar a que llegue el 2023-2024 para asestarle el golpe que termine con su existencia, porque incluso, como ha sucedido con otros partidos que pierden el registro, puede buscar uno nuevo. Y dependiendo de cómo vayan las cosas con Morena, el PRI puede revivir.
Por lo que es necesario explicar que las dádivas que el PRI dio en el pasado se dieron en un contexto muy concreto de boom capitalista y también porque se descubrieron yacimientos de petróleo, incluso se contrajeron préstamos millonarios a las instituciones más parasitarias como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y eso creó las condiciones para que los gobiernos priistas dieran algunas concesiones, mismas que arrebató cuando la situación cambió, sobre todo por las crisis recurrentes del capitalismo.
No es que con el PRI se vivía mejor, es que las condiciones materiales del capitalismo permitían ciertos avances, pero tan solo hay que recordar la devaluación del peso y el rescate bancario —que solo perjudicó a los más pobres, y que hasta la fecha seguimos pagando, mientras que los banqueros y empresarios siguen amasando inmensas fortunas—, para entender que el PRI siempre ha velado por los intereses de la burguesía nacional y del imperialismo.
El fin del PRI no solo se tiene que dar en las urnas, sino al eliminar las condiciones que sustentan la compra de votos y el acarreo, y eso está muy lejos de suceder mientras no arranquemos de raíz las desigualdades, la pobreza y la marginación, así que la tarea es extender la lucha y la organización del pueblo trabajador, elevar el nivel de conciencia y ayudar a sacar las conclusiones necesarias para no solo destruir al PRI y todo lo que representa, sino para dar una lucha frontal contra el capitalismo, que podemos decir, es el origen de todos los males que vivimos, no solo en México, sino a nivel mundial.