En el momento de escribir este editorial, los datos oficiales apuntan a la marca de 490.000 muertes por Covid-19 en Brasil. Pero según los datos presentados en el «análisis del exceso de mortalidad por causas naturales en Brasil 2020-2021» por el Consejo Nacional de Secretarios de Salud, puede haber al menos 60.000 muertes más que no han sido registradas como causadas por Covid-19. Está claro que hay una infradeclaración, especialmente en los primeros meses de la pandemia en 2020, cuando era muy difícil acceder a las pruebas Covid. El hecho es que, incluso teniendo en cuenta los datos oficiales, la marca de medio millón de muertes en Brasil es ya irreversible. Es una tragedia sin precedentes para el país. Brasil tuvo una participación lateral y pequeña en el acontecimiento de la historia de la humanidad que más muertes directas causó: la Segunda Guerra Mundial, en la que murieron aproximadamente 2 mil brasileños. Incluso los datos sobre la epidemia de gripe española de hace 100 años apuntan a un número de muertos en Brasil que osciló entre los 30.000 y los 100.000. Nunca tantos brasileños han perdido la vida por la misma causa como ahora. Y aquí es necesario reafirmar que la causa está más en la política del gobierno brasileño que en la propia epidemia.
Bolsonaro es el responsable indiscutible de la tragedia de medio millón de brasileños muertos. Aun con todas las limitaciones del capitalismo (especialmente la propiedad privada de los medios de producción y el conocimiento) es bastante evidente que se podrían haber evitado muchas muertes si Bolsonaro se hubiera comportado como un buen gobernante burgués. Las revelaciones del CPI* instalado en el Senado muestran la negativa de Bolsonaro a negociar la compra de vacunas e insumos durante meses mientras los cadáveres se acumulaban en las estadísticas diarias.
Pero si la vacunación es saboteada como en Brasil, surgen nuevas variantes del virus y se hace cada vez más difícil controlar la pandemia. Nuevas oleadas provocadas por variantes resistentes a los inmunizantes ya disponibles obligarían a nuevos cierres en países que ya se estaban librando de este mal. La burguesía internacional ya se dio cuenta de que Bolsonaro trae perjuicios para los negocios de todos, y no sólo para los capitalistas brasileros -tupiniquins-.
Los sectores dominantes de la burguesía nacional, completamente sumisos a los intereses del capital financiero internacional, ya no apoyan a Bolsonaro. Pero ponderan que sacarlo ahora podría enardecer los ánimos de las bases de Bolsonaro, por un lado, y desatar un movimiento de masas de izquierda, por el otro. No quieren más Bolsonaro en la silla del Palacio Presidencial, pero caminan con pies de plomo. Decidieron presionar a Bolsonaro para que «se ponga en línea», mientras preparan su reemplazo en las elecciones de octubre de 2022. Por eso estamos viendo a los senadores haciendo ataques a los bolsonaristas en la CPI -Comisión Parlamentaria de Investigación-, al STF -Supremo Tribunal Federal- avanzando en los trámites del proceso de anulación de la plataforma de las elecciones de 2018, el bloqueo a las investigaciones contra Flávio Bolsonaro etc.
Tienen que mantener la correa apretada. Después de todo, Bolsonaro es un perro rabioso que puede morder la mano de su propio amo. A nadie le extrañaría que Bolsonaro intentara un autogolpe, ya sea ahora para avasallar a los poderes legislativo y judicial, o en 2022, a lo Trump, al no reconocer su derrota en las urnas. Pero la cuestión no es si Bolsonaro es tan imprudente como para intentar algo así. La cuestión es si tiene una base de apoyo organizada lo suficientemente fuerte como para que ese intento tenga éxito. Y eso está muy lejos de la realidad.
Mientras tanto, a medida que aumenta el número de muertes, el desempleo y la hambruna, también aumenta el descontento entre las masas proletarias. Y los vientos de Ecuador, Chile y Colombia, que ya han soplado en Paraguay, que ahora se han expresado en las urnas en Perú, pueden hacer mucho daño en Brasil. Las grandes manifestaciones del 29 de mayo, contra las consignas de la CUT (Central Única de los Trabajadores) para que la gente se quede en casa, demuestran que hay un cambio significativo en la situación. Ahora, los actos del 19 de junio reafirmaron esta tendencia. ¡Debemos ayudar a las masas a encontrar su camino hacia la movilización que derribará a Bolsonaro ahora, estropeando los planes de la burguesía y la burocracia petista para sostener a Bolsonaro hasta las elecciones, e inaugurará un nuevo tiempo donde nuevas posibilidades entrarán en el orden del día!