El indulto a los presos políticos catalanes del Procés ha provocado una airada reacción de la derecha, que trata de agitar a sus bases sociales para desgastar a Sánchez. Sin embargo, sectores clave de la clase dominante han apoyado la medida más o menos explícitamente, seguros de que sus intereses se defienden mejor haciendo esta pequeña concesión al independentismo catalán ¿Cuál debe ser la posición de la izquierda?
Nuestra posición
Primero, queremos dejar claro que defendemos incondicionalmente el derecho de autodeterminación del pueblo catalán, que es apoyado por el 75,1% de la población catalana, según el último sondeo del Centre d’Estudis d’Opinió de la Generalitat (CEO). Debe ser el pueblo catalán quien decida si quiere formar un Estado propio o permanecer dentro del Estado español. La unión “forzosa” sólo consigue incrementar las suspicacias y odios nacionales, lo que va en contra de la hermandad y la unidad de las clases obreras catalana y española. Sólo el reaccionario aparato de Estado español, con sus jefes del Ejército, de la policía, la Guardia Civil, la judicatura, y su monarca al frente, y los grandes capitalistas que lo sustentan, están interesados en imponer la unidad “forzada” del Estado español por los enormes privilegios e intereses económicos y de prestigio que les provee.
Ante la oposición feroz del Estado español y su Constitución al ejercicio de este derecho ansiado por la mayoría del pueblo catalán, consideramos legítimo todo intento que trate de ejercerlo por la acción directa de masas, como fue el referéndum del 1 de octubre de 2017. Por tanto, consideramos a los 12 presos del Procés como presos políticos, y exigimos su liberación incondicional y la anulación de sus condenas. Igualmente, exigimos la anulación de todos los cargos a los 3.000 republicanos catalanes encausados por diferentes denuncias y a los representantes políticos catalanes exiliados. Desde el punto de vista legal, siempre hemos defendido su amnistía; pero en la medida que desde el gobierno central se les otorga el indulto sin obligatoriedad de arrepentimiento ni disculpa, también lo apoyamos.
Nuestra posición nada tiene que ver con los cálculos cínicos de la política burguesa –que están presentes en el PSOE, la Generalitat y los sectores decisivos de las burguesías española y catalana– para “encauzar” la vuelta de los partidos independentistas mayoritarios, ERC y Junts, a la vía de la autonomía constitucional, a cambio de estos indultos; defendemos la libertad incondicional de los presos por consideraciones elementales de justicia y democracia.
La reacción contraataca
Por supuesto, la reacción no ha perdido el tiempo para lanzar gritos de espanto y poner en marcha todos sus resortes para movilizar a su base en la pequeña burguesía reaccionaria. El aparato del Estado no les va a la zaga, sobre todo la casta judicial. Así, un informe del Tribunal Supremo, consideraba el indulto como “una solución inaceptable”. El rechazo del Supremo a los indultos obligaba legalmente al gobierno a otorgar un indulto parcial. Al final, el gobierno ha decidido eliminar la pena de cárcel, sin anular la condena, y mantener la inhabilitación de los indultados a ocupar cargos públicos.
También tuvimos la concentración en Madrid el 13 de junio, con el apoyo de PP, Vox y Ciudadanos, para mostrar su rechazo a los indultos que congregó apenas a 25.000 personas, según la Policía nacional, que muestra el cansancio de la población a la manipulación del tema catalán por parte de la derecha. A esto se añade el fracaso de la campaña de recogida de firmas contra los indultos: unas 300.000 hasta la fecha. En un arrebato histérico, la presidente de Madrid Díaz Ayuso, conminó al Rey a no humillarse firmando los indultos, condición legal para que sean efectivos. Eso fue el colmo de la estupidez, ya que hará pasar a Felipe VI como un “traidor a España” y un “cobarde” ante los suyos. Y además, ha destapado algo importante: el peligro reaccionario de los poderes constitucionales de Felipe VI quien, legalmente, tiene la última palabra para sancionar (o rechazar) cualquier Decreto o Ley de un gobierno elegido democráticamente.
La gran burguesía española a favor del indulto
Con todo, lo verdaderamente relevante es que los sectores clave de la clase dominante sí están a favor de la medida, incluyendo la patronal CEOE. Los burgueses inteligentes entienden que los indultos son el único instrumento para tratar de apaciguar la situación catalana y favorecer la integración de los dirigentes de ERC y Junts en la vía autonomista. Estos necesitan ofrecer algo a sus bases para justificar la congelación de la llamada vía unilateral a la independencia y volver al autonomismo anterior al Procés. El máximo dirigente de ERC, Oriol Junqueras, ya declaró que “la vía unilateral es indeseable e inviable”, para dejar clara la actitud del nuevo Govern de la Generalitat. Es interesante al respecto el Editorial de El País, el vocero principal de los bancos y de las grandes empresas españolas, del pasado 30 de mayo, donde afirmaba: “Las sentencias contribuyeron a superar la fase más aguda de la crisis, pero no han resuelto de forma definitiva el reto existencial para la democracia española que supone el independentismo” (Énfasis nuestro).
Y, más adelante:
“Sí hay bastantes pruebas de que el no a todo de gobiernos anteriores ha favorecido el crecimiento independentista en la última década. La situación es ya difícil. Pero se convertiría en una catástrofe inmanejable si un salto cualitativo convirtiese las posiciones en favor de la secesión en ampliamente mayoritarias.” (Énfasis nuestro)
Ellos comprenden lo mismo que nosotros. La cuestión catalana es un “reto existencial” para el régimen burgués español porque una eventual independencia de Catalunya sería un golpe demoledor para el aparato del Estado: al misticismo de su imbatibilidad, a sus prebendas y privilegios, a la ideología centralista sobre la que reposa el hipnotismo que ejerce sobre la pequeña burguesía, al prestigio de un ejército y un monarca incapaces de evitar la ruptura del Estado impuesta por el movimiento revolucionario de las masas catalanas. También atacaría al corazón de la clase dominante porque una eventual independencia de Catalunya, además de suprimir su control directo sobre un territorio que concentra el 20% de la riqueza del Estado, mercados e ingentes recursos industriales, debilitaría significativamente la autoridad del Estado y el miedo de las masas trabajadoras al aparato de represión que aquélla necesita. Este sector de la burguesía comprende mejor que sus obtusos y mediocres representantes en el aparato del Estado y los partidos de derechas que el arrinconamiento sin escapatoria del movimiento independentista, en un contexto de crisis de régimen y descontento social, podría convertir las posiciones independentistas “en ampliamente mayoritarias”, lo que “se convertiría en una catástrofe inmanejable”; esto es, en un movimiento revolucionario en Catalunya en toda regla y la obligación del ejército de intervenir con consecuencias imprevisibles.
Disputar la calle a la reacción españolista
En realidad, la rabieta de la derecha y de la ultraderecha tiene como único objetivo preservar el prestigio del aparato de represión del Estado (policías, jueces, ejército) y debilitar todo lo que puedan al gobierno. Al festín se han sumado “exdirigentes” del PSOE, como Felipe González, completamente degenerados política y personalmente, que actúan como agentes de la reacción y del aparato del Estado. No pueden ocultar su odio personal a Pedro Sánchez y desearían verlo caer y que fuera sustituido incluso por la derecha sin ningún remordimiento. Estos personajes han atravesado con creces el Rubicón, y sólo podemos calificarlos como enemigos de clase (Felipe González, Guerra, Corcuera, Leguina, Redondo Terreros, etc.). Aun así, no estamos en otoño de 2017, un sector amplio de la clase trabajadora que quedó confundido, desorientado, y cayó temporalmente preso de los cantos de sirena del nacionalismo español reaccionario, ya ha saldado cuentas con este pasado, y comprende el peligro que representa la derecha y cómo manipulan los sentimientos nacionales para sus sucios propósitos. Muchos trabajadores, de hecho, respirarán aliviados, en la creencia de que los indultos podrían distender la situación en Catalunya y volver a una situación de mayor estabilidad.
En este contexto, la izquierda no debería dejarse ganar la calle por las turbas de la derecha. En Catalunya y en el resto del Estado, sin dejar de exigir la amnistía, habría que organizar movilizaciones demandando la anulación de las condenas y cargos contra todos los procesados, y la vuelta de todos los exiliados sin represalias. Sería un error permanecer pasivos porque los indultos ya sean un hecho, aun con sus limitaciones antidemocráticas. Se trata de combatir frontalmente el nacionalismo españolista con su tufillo franquista y opresor, exigir la depuración del aparato del Estado de franquistas y reaccionarios, y de volver a levantar firmemente la bandera del derecho de Catalunya a su autodeterminación.