El pasado 15 de junio, fue un día particularmente sangriento en Guerrero con 17 homicidios en el Estado, esto es una reacción del crimen organizado que se niega a perder sus cotos de poder y sus jugosos negocios. “El comisario de la comunidad de Acatempa, municipio de Tixtla, Julio César Coctecón, fue privado de su libertad y posteriormente apareció su cuerpo descuartizado en el barrio de El Fortín”. Julio César pertenecía a la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria (CRAC-PC). Exigimos justicia para el compañero Julio Cesar y protección para los pobladores y activistas en Guerrero.
Estos hechos ocurren poco después de las recientes elecciones donde se registraron 910 agresiones de algún tipo, lo más grave fueron las desapariciones y homicidios, 91 políticos fueron asesinados. El Estado de Guerrero fue uno de los más peligrosos. Sin embargo, este ambiente de violencia no se limita al proceso electoral ni a los políticos de los partidos oficiales. Activistas campesinos, estudiantiles, sindicales y de las policías comunitarias, así como la población en general vive bajo amenaza. Dentro de esto vemos casos de feminicidios y desapariciones de chicas, en Tixtla vimos a final del año pasado el caso dramático de Ayelin, de tan sólo 13 años, que fue secuestrada y después encontrada mutilada y asesinada. Este caso es el botón de muestra de que la situación ha llegado a un estado de barbarie.
Esta violencia ésta íntimamente relacionada con la descomposición social y el ascenso del crimen organizado, sumado a las históricas tradiciones represivas en el Estado de Guerrero por parte de los caciques locales. El crimen organizado se ha convertido en una fuerza con poder de disputar localmente para su beneficio el control del Estado. Busca dirigir los gobiernos municipales, y de hecho a varios los gobierna, para que los cuerpos represivos del Estado sean usados como protección para sus ilegales negocios. La situación llega a tal punto que disputan o desaparecen el poder de los gobiernos federales. Chilapa, por ejemplo, pasó de ser un poblado tranquilo a vivir una encarnizada lucha del crimen organizado.
Al candidato del PRI-PRD, Mario Moreno Acros, derrotado en las elecciones para dirigir el Estado de Guerrero, se le acusa de tener nexos con el crimen organizado. Morena, a pesar de lo criticable de la elección de su candidata a gobernadora y su política reformista, fue un instrumento del pueblo para luchar por salir de la actual situación de barbarie. Se votó por un cambió en Guerrero, llevándose la gobernatura y arrebatando 15 alcaldías, aunque 36 de ellas siguen bajo control del PRI y PRD.
Tixtla es uno de los municipios donde el crimen organizado, concretamente Los Ardillos, ha gobernado de forma descarada a través de personajes como Bernardo Ortega Jiménez, hijo del fundador de los Ardillos, y su novia Erika Alcaraz Sosa, todavía alcaldesa. Eso mantiene a la población subyugada, amenazada y bajo peligro permanente. Los Ardillos, a través de la coalición del PRD-PRI, fueron derrotados en las elecciones municipales donde ganó Morena.
En medio de este duro panorama, tenemos que reconocer la valentía del pueblo de Tixtla y de los guerrerenses. A pesar del cerco policial que está en las entradas y salidas de la ciudad y del cerco mediático, del terrorismo de estado y del crimen organizado que tiene sometida a la población, el 6 de junio, el pueblo hizo valer su rechazo a la actual situación, manifestándose con su voto y con ello mostraron su hartazgo.
Tras las elecciones el ambiente de violencia se ha incrementado y tememos por la seguridad de la población y los activistas del movimiento social.
El grupo criminal los Ardillos, ha mantenido un importante control en Tixtla y sus alrededores. Como dice una nota de Proceso, de octubre de 2020, en Tixtla: “Los Ardillos lo controlan todo y detienen a cualquier persona en los retenes que instalan junto a los filtros de las policías municipal y estatal”.
El caso de Julio César Coctecón, hace poco asesinado, lamentablemente no es el único, la nota citada de Proceso nos recuerda que:
“En noviembre de 2015, Los Ardillos asesinaron a cuatro policías comunitarios del grupo La Patria es primero, en las inmediaciones del barrio de El Fortín, ubicado en plena zona urbana de Tixtla.”
“El 5 de mayo de 2018, los cuerpos de nueve trabajadores de una empresa distribuidora de productos Coca Cola fueron encontrados asesinados en la batea de una camioneta repartidora que dejaron abandonada sobre el libramiento que conecta la capital del estado con el poblado de Tixtla, en la región Centro.”
El compañero Clemente Rodríguez Moreno, padre de uno de los 43 estudiantes desaparecidos, denunció que fue levantado por Los Ardillos, el 20 de julio pasado, poco después que tuvieran una reunión con Alejandro Encinas, subsecretario de gobernación federal. El asesinato reciente de Julio Cesar se da al poco tiempo de que se identificaran restos de Jhosivani Guerrero de la Cruz, uno de los 43 desaparecidos.
La organización Siempre Vivos, de Chilapa, ha denunciado que los Ardillos son responsable del asesinato de al menos 300 personas. Acciones como el criminal asesinato de Julio César Coctecón, es una señal de que el crimen organizado quiere seguir actuando con plena impunidad y ve al pueblo organizado como una amenaza para ello. En zonas donde la población ha adquirido un alto nivel de organización, basado en las asambleas comunitarias de toda o la gran mayoría de la comunidad, el establecimiento de radios y policías comunitarias, se ha logrado mantener al margen a los grupos criminales. Cuando la organización de las masas no ha alcanzado ese nivel de fuerza el crimen organizado se vuelve un latente peligro. El pueblo de Tixtla debe fortalecer su organización, también saber preservar la vida de su comunidad, saber cuando replegarse y cuando avanzar. En última instancia será la organización de masas revolucionaria de los trabajadores del campo aliados con los de la ciudad, la que acabará con estas lacras.
No queremos más activistas asesinados, no queremos vivir con miedo. Los gobiernos de Morena, federal, estatal y municipal deben tomar todas las acciones para resguardar la seguridad de la población y los luchadores sociales. Eso implica dar más que dadivas a la población, se requiere elevar el nivel de vida para salir de la pobreza y la barbarie y eso no es posible sin golpear los intereses de los grandes capitalistas, los legales y los ilegales, que han sumido a la población en la miseria y la violencia. Se debe fomentar la organización de la población y resguardar su integridad. Se debe actuar ya, no queremos otros casos como los de los 43, no queremos más Samir Flores asesinados, no queremos más compañeros caídos como Julio César Coctecón.
Tixtla, cuna del general Vicente Guerrero, tiene un legado de gente valiente. La historia se vuelve a escribir como hace 200 años. La elección muestra el coraje, el descontento de un pueblo con gran historia. Están jugando con fuego y quienes violentan pueden despertar a este pueblo guerrero, a los valientes hijos de Vicente Guerrero. Si los tixtlecos traducen el descontento manifestado en la elección en unidad y lucha revolucionaria de masas, pondrán nuevamente a temblar a los que hoy les oprimen.
Llamamos a las organizaciones de trabajadores, de estudiantes, indígenas, de mujeres… ha evidenciar lo que pasa en Tixtla y el Estado de guerrero. A exigir seguridad para todo luchador social y la población y a seguirnos organizando por un cambio de raíz en la sociedad que acabe con la pobreza, la explotación y la violencia.