El pasado 8 de marzo, en el marco del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, se vivió una intensa jornada de lucha en diferentes estados de la república, levantando la justa demanda del alto a la violencia hacia las mujeres. En este día se realizaron diferentes expresiones de protesta, como la de las mujeres en Mérida, Yucatán, quienes cantaron “Canción sin miedo”; la pega de pancartas y manifestación frente a la fiscalía de justicia de Mazatlán, Sinaloa; la colocación de una “Antimonumenta” en el principal boulevard de la ciudad de Veracruz y marchas en diferentes estados como Tabasco, Michoacán, Puebla, Estado de México, Hidalgo, Querétaro, Morelos, Guerrero, entre otros, y por supuesto la Ciudad de México.
A diferencia del año pasado, las manifestaciones no fueron tan multitudinarias, aunque posiblemente hayan sido las más grandes durante el año de pandemia. En la Ciudad de México, miles de mujeres salieron a las calles. Fue muy evidente que la situación de la pandemia jugó un papel importante en la disminución numérica de las asistentes, más no es un indicativo de que la lucha de las mujeres este disminuida en fuerza y necesidad de lucha.
Nuestras condiciones no han cambiado en absoluto, al contrario, han empeorado. El año pasado se registraron 967 feminicidios, 16,545 delitos de violación, más de 260 mil llamadas a los números de emergencias relacionadas con la violencia hacia la mujer, cada hora se denuncian seis delitos sexuales, en promedio 10 mujeres son asesinadas a diario y, de ese total, menos del 30% son investigados como feminicidios y más de la mitad queda impune. Sólo el 5% de las denuncias por agresión o abuso sexual termina con una condena judicial. México es el país con la mayor tasa de feminicidios y brecha salarial de América Latina. Razones sobran para salir a las calles.
El capitalismo y su estado burgués son quienes originan la violencia por medio de la extrema desigualdad, descomposición social inherentes al sistema, la ausencia de justicia y la normalización de dicha violencia, relegando a la mujer a un papel subordinado y de opresión en la sociedad. Esto provoca que el Estado mexicano, bajo el mando del gobierno de AMLO, sea incapaz de ofrecer una solución real y profunda ante este grave problema.
Hasta ahora sólo ha podido ofrecer criminalización a la protesta y alegatos de infiltración del movimiento, restando importancia a la tremenda ola de violencia hacia la mujer que recorre todos los rincones de este país.
Desde el 5 de marzo, se instaló un muro de hierro frente al edificio de Palacio Nacional, con la intención de proteger el recinto ante los “probables actos de vandalismo” del 8 de marzo. Evidentemente, en el movimiento tomamos este acto como una completa cerrazón del estado a escuchar y resolver nuestras demandas. Casi de inmediato se respondió escribiendo en el “muro de la paz” los nombres de miles de mujeres que han sido víctimas de feminicidio y violencia en este país. Muestra clara de que la violencia es real y día con día millones de mujeres tenemos que enfrentarla y luchar por nuestras vidas. En las vallas metálicas de ese muro, se rindió homenaje y se dio voz a todas esas mujeres que han sido víctimas de la barbarie del sistema capitalista.
Finalmente llegó el día de la movilización, para el cual, además del muro, el gobierno de la Ciudad de México se preparó con bloqueos a diferentes accesos del zócalo y con la fuerza de 1,700 mujeres policías. Su argumento fue “resguardar” la marcha que partiría del Monumento a la Revolución hacia el zócalo. Desde medio día, contingentes de diversas agrupaciones del feminismo “radical” se agruparon en el Monumento a la Revolución para avanzar hacia el zócalo, se vivieron enfrentamientos y encapsulamientos de los cuerpos policiacos.
La cita para las organizaciones obreras, sociales y políticas fue más tarde. De igual forma fueron avanzando en una ruta más despejada hacia la plaza de la constitución. Ahí, frente al muro de hierro, fue donde se dieron los principales enfrentamientos entre el bloque negro con la policía, pues las manifestantes lograron derribar una parte del muro en un intento de traspasarlo hacia el palacio nacional. Mientras se hacían embates con martillos y explosivos caseros, la policía respondía con gas lacrimógeno y extintores. En un acto que más bien parece una provocación también se lanzó gasolina y prendió fuego a las policías, dejando un saldo de 66 policías y 19 civiles lesionadas, según cifras oficiales.
Existe una real rabia frente a la violencia y la impunidad, sabemos que un monumento o un muro no vale la vida de ninguna de nosotras y que pareciera que el gobierno se preocupa mas por cuidar el patrimonio material que a las mujeres. Acciones directas de enfrentamiento y destrucción de infraestructura en el pasado recibían un apoyo de masas, hoy son relativamente tolerados por el movimiento de mujeres, pero no reciben el respaldo eufórico del pasado. Igual pasa con el separatismo, hubo menos hostilidad hacia compañeros que se hicieron presentes en esta manifestación del 8 de marzo. Esto muestra que existe una reflexión y cuestionamiento sobre los métodos que debemos seguir. Comprender la rabia no significa justificar ciertos métodos, estas acciones del feminismo “radical” son en realidad izquierdistas y no cambian nada de raíz. En un momento han visibilizado luchas, pero al final terminan en actos autoritarios hacia el propio movimiento contra la violencia a la mujer e impiden que la lucha vaya más allá, además que son presa fácil para la infiltración y el mal uso de nuestra lucha.
Las manifestantes procedentes del bloque negro no solamente se enfrentaron y atacaron violentamente a la policía, si no que concentraron también una parte de sus fuerzas para impedir la instalación del templete y el sonido donde se realizaría el mitin político. Este espacio tradicional de la lucha obrera es donde se da voz a las demandas de los diferentes sectores y organizaciones en lucha y nos fue negado. Con esto hicieron imposible que familiares de víctimas de feminicidio o desaparición forzada pudieran dar testimonio de sus casos. No fue posible que las mujeres trabajadoras del IEMS y de Notimex, que se encuentran en lucha y huelga, pudieran hablar sobre sus movimientos y la necesidad de apoyo y solidaridad a su causa. No pudimos hablar a nombre de nuestras compañeras Sara Abigail y Bianca Alejandrina, victimas de feminicidio, porque fuimos repelidas de la plancha del zócalo a martillazos, empujones y pintas.
Fue claro que la correlación de fuerzas este año no favorecía al sector de mujeres y hombres organizados en torno a los sindicatos democráticos y a las organizaciones populares y de la clase obrera como el año pasado, donde el bloque negro y los sectores pequeñoburgueses del feminismo eran una minoría ante la aplastante fuerza de las mujeres de la clase obrera. Este año fue claro que los efectos de la pandemia y la crisis económica a la que nos enfrentamos fueron razones por las cuales este sector no salió a las calles. Otra razón, nos guste o no, fue en parte a la desmovilización llamada desde el gobierno federal, donde se acusa al movimiento feminista de estar infiltrado por sectores conservadores que sólo buscan desestabilizar al gobierno de la 4T. Los actos ultraizquierdistas juegan un papel de repulsión hacia el movimiento y terminan por dividirlo, fue evidente que la base de masas de apoyo al obradorismo no salió masivamente a las calles este 8M, aunque consideren que la lucha es justa y necesaria.
Este año quien representó la principal fuerza en las manifestaciones del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, irónicamente, fue la pequeña burguesía representada, en parte, por el feminismo burgués, “radical” y separatista. Transformando este día de lucha histórica en una especie de festejo feminista, carente de contenido político, sin posibilidad de fomentar la organización permanente de las mujeres, sin ofrecer ninguna alternativa de lucha más allá de la euforia de la acción directa del momento. Se dio muestra clara del callejón sin salida al que nos llevan las tendencias políticas del feminismo, pues no ofrece más que radicalidad espontánea y visibilización del movimiento, pero no una solución permanente contra la violencia.
Un relativo paso adelante en la conciencia del movimiento se vio en que ahora las consignas y la lucha se centró contra el gobierno federal, ante su lamentable actuación y declaraciones hacia el movimiento de mujeres, más que contra el género masculino. Aunque estamos de acuerdo en que las declaraciones del presidente son nefastas y evasivas ante nuestra violenta realidad, no podemos negar que hay algo de verdad en cuanto a la infiltración que sufre el movimiento feminista por sectores conservadores y de derecha. La derecha también fue muy clara en la pasada marcha, pues por todos lados vimos enormes carteles muy bien producidos, en papel fino, con consignas contra estatales. Si la derecha y los empresarios no están ahí ¿con qué recursos se financian estos carteles producidos en masa?
Es evidente que la reacción se está aprovechando de la justa lucha de las mujeres para golpear a su enemigo en presidencia, no porque esté preocupado por resolver las demandas de las mujeres. Esto está siendo muy fácil para ellos porque el gobierno de AMLO no se ayuda a sí mismo.
La violencia contra las mujeres es un problema que será imposible de resolver plenamente bajo los límites del sistema capitalista. Las políticas separatistas y ultra izquierdistas, pero sobre todo la ausencia de una posición de clase, del movimiento feminista permiten la entrada a sectores reaccionarios por el simple hecho de ser mujeres o llevar el rostro oculto. Esta cuestión, si bien no es el eje de atención prioritaria de nuestra lucha, si debe ser denunciada. No debemos olvidar que estos sectores reaccionarios son los que por años han sumergido a nuestra clase en la miseria, violencia y precariedad, son estos mismos sectores que se visten de morado y levantan la bandera del feminismo mientras les niegan el acceso a derechos democráticos a miles de mujeres de la clase obrera.
López Obrador se equivoca al declarar que las movilizaciones contra la violencia de la mujer hayan empezado desde que él tomó el poder, pues desde el gobierno de Peña Nieto las mujeres ya llenábamos las calles clamando por justicia y un alto a los feminicidios. Si continuamos en las calles es porque la violencia ha aumentado y ni el gobierno progresista ha podido frenar esta escalada.
El gobierno federal declara que tiene un compromiso con la lucha por la igualdad de la mujer y se jacta de decir que ha sido el primero en nombrar al primer gabinete paritario de la historia del país. Esto a nosotras, a las de abajo, no nos sirve de absolutamente nada. No nos sirve una mujer en la Secretaría del Trabajo incapaz de resolver una huelga que lleva más de un año, donde más del 80% de las afectadas son mujeres como la de Notimex.
No nos sirve de nada una mujer en la Secretaría de Educación Pública planteando medidas de austeridad y despidos hacia el sector magisterial donde también hay una amplia capa de mujeres docentes. De nada nos sirve una mujer en la Secretaría de Gobernación que no puede ofrecer una solución clara y contundente contra la violencia hacia la mujer. De nada nos sirve tener parlamentos con 50% de mujeres que nos niegan el acceso al derecho democrático de decidir sobre nuestro cuerpo. Esto no sirve de nada porque todas esas mujeres, aunque de palabra muestren empatía o den alguna concesión, al mantener una política reformista de conciliación de clases, terminan por no representar los intereses de nuestra clase, no representan los intereses de la mayoría. Esto sólo es otro espejismo de las cuotas de género del feminismo, que reflejan este error político fundamental, pues es claro que el acceso de nuestro género en los órganos estatales no son una solución para las mujeres de la clase trabajadora.
Es necesario que analicemos todos estos acontecimientos pues debemos sacar conclusiones revolucionarias de ellos. Todo lo que ha sucedido desde el actuar del gobierno, hasta los límites de los métodos de lucha del feminismo “radical”, están iniciando un proceso de crítica y reflexión de las mujeres jóvenes y combativas que están buscando una vía de lucha seria y contundente, donde se preguntan ¿qué sigue después de la acción directa?, ¿es necesaria una organización permanente?, ¿es el gobierno de AMLO o el sistema capitalista el que nos violenta? Todas estas y más preguntas deben ser resueltas para sacar conclusiones revolucionarias y llevar el movimiento hacia adelante, fuera del pantano de las ideas posmodernas, interseccionales y separatistas que sólo generan divisiones entre la lucha obrera, alejándonos del objetivo de acabar con la violencia contra la mujer.
La lucha de las mujeres en México tiene una gran fuerza y un enorme potencial revolucionario, que debemos orientar hacia la lucha contra el sistema capitalista y la sociedad dividida en clases que es el origen de todas las formas de opresión. Es necesario orientar nuestras fuerzas hacia la lucha de clases que es la única vía mediante la cual podremos sentar las bases materiales para una verdadera transformación de la sociedad, donde verdaderamente podremos avanzar hacia la completa emancipación de las mujeres y de nuestra clase, donde todos los oprimidos podamos construir una nueva sociedad lejos de la violencia y la barbarie imperante en el capitalismo. Avancemos reivindicando las mejores tradiciones de lucha de la clase obrera, devolvamos el carácter de clase al 8 de marzo.