Estamos en medio de la época más turbulenta de la historia de la humanidad, la crisis por el COVID-19 ha precipitado una crisis económica sin precedentes en la historia del capitalismo, algunos analistas dicen que es la crisis más profunda en los últimos 300 años.
Lo hemos dicho otras veces, la crisis económica no fue provocada por el COVID-19, sin embargo, éste sí jugó, y está jugando, un papel muy importante en el desenvolvimiento del proceso mundial.,
No es la clásica crisis de boom-recesión sobre la que se mueve el capital, es una crisis organiza del sistema, donde los medios actuales para salir de ella no están funcionando, donde la burguesía no puede hacer nada para sobrepasarla., No estamos diciendo que no habrá una recuperación, pero ésta no será al nivel de la caída del año pasado. Es decir, la tendencia general es a la baja, a pesar de las recuperaciones momentáneas que pueda haber.
Una muestra clara de que esta crisis no es común, es la nula capacidad que tiene la burguesía para poder salir de ella. No sabe cómo resolver el problema. Ha pedido a sus títeres en los gobiernos. que inviertan miles de millones de dólares y euros para salvar a los bancos y a las grandes empresas pero esto no resuelve absolutamente nada, solamente pospone la catástrofe.
Algo de este dinero que ha dado los diferentes gobiernos ha caído en la mesa de los trabajadores, pero la gran mayoría de esa cantidad ha quedado en los bancos y en los bolsillos de los grandes empresarios.
Lo que ha hecho la crisis actual es desnudar la cruel realidad de las relaciones en el sistema capitalista. Mientras un puñado ve cómo su fortuna crece por minutos, como ocurre con el dueño de Amazon, la gran mayoría de la humanidad tiene que salir a las calles a arriesgar la vida y la de su familia, bajo el peligro de contagiarse, porque no puede parar de trabajar. En este “detalle” podemos ver lo duro que es el capitalismo. Mientras que unos no arriesgan nada y ganan todo, la gran mayoría de la población mundial arriesgan la vida para no morir de hambre.
Para tratar de ocultar estas relaciones sociales que se engendran en esta sociedad, se está tratando de utilizar la llamada Unidad Nacional. Bajo esta bandera se intenta, por medio de los gobiernos y de la burguesía, hacer que todos asuman las pérdidas de la crisis, que todo se pongan la camiseta para trabajar y recuperar la economía de los diferentes países. Es decir, asumir las perdidas de la burguesía, y que aguantemos lo duro que será la recuperación.
Los grandes organismos económicos internacionales —como el FMI o el BM— hablan, eufóricos, de una recuperación económica. Dicen que el 2021 será un año de crecimiento y que superaremos lo que vivimos en el 2020. Sin embargo, no toman en cuenta que ninguna de las palancas de la economía a nivel internacional está mostrando síntomas de recuperación real y sostenida.
No estamos diciendo que no puede haber una recuperación económica. Le economía internacional y de los diferentes países ha caído tanto que una recuperación mínima es inminente, la va a haber, pero no a los niveles de la caída que ha sucedido el año pasado. Esta recuperación tendrá características particulares, la primera de ellas es que es muy complicado saber cuándo y qué tamaño tendrá si no se ha controlado del todo la situación del COVID-19. Puede suceder que todo el dinero de la clase media que no fue gastado durante todo este año de pandemia, en un momento determinado sea utilizado y esto también implique un crecimiento, sin embargo, éstos aspectos se verán opacados por un proceso en donde la deuda de los diferentes países va creciendo y donde los gobiernos comienzan a aplicar medidas de austeridad severas para tratar de recuperar todo el dinero que han dado a sus capitalistas.
El problema para la burguesía no sólo es económico, sino político. En diferentes países, la frustración de la clase obrera, al ver cómo se reducen sus ingresos y cómo tiene que exponer su vida y la de su familia al salir a buscar que comer, se contrapone con un cinismo de los gobernantes, un derroche en el gasto público, una corrupción imparable en los diferentes niveles de gobierno y, también, con el crecimiento de las enormes fortunas de algunos magnates internacionalmente.
Mientras que la clase obrera perdió, de abril a julio del 2020, aproximadamente 400 millones de empleos, un puñado de hombres han incrementado su fortuna casi al doble. Un solo personaje puede ganar por minuto lo que una persona normal puede ganar en toda su vida de trabajo. Esto no se puede esconder y acelera las contradicciones.
Otra de las características importantes de esta crisis es que es a nivel internacional, podemos hablar de un proceso de coordinación internacional, todos los países han caído, incluso el gigante asiático, China, ha tenido una profunda caída, aunque en los últimos meses del año se haya recuperado un poco gracias a la intervención activa del Estado.
La crisis económica está empujando a una inestabilidad política, en donde la burguesía está perdiendo el control de la situación y todos sus métodos habituales para salir de la crisis y para controlar la situación de desestabilidad están agotados. En paralelo, el ambiente entre las masas está fermentando rápidamente. La clase obrera puede sacrificar una parte de su vida y su tiempo para obtener algunos resultados, pero ahora no obtiene nada, solo ve la corrupción y el aumento de las grandes fortunas; no pueden seguir asumiendo su papel dócil y sin ningún tipo de acción. Éstas son las precondiciones para que un ambiente explosivo, incluso pre revolucionario en la sociedad.
Estamos en un punto de inflexión, en donde las situaciones se pueden transformar de un momento a otro y que estas asumen un carácter de lucha violenta contra el status quo. Uno de los mejores ejemplos lo podemos ver en los Estados Unidos, donde millones de personas han salido a las calles y hay un proceso de polarización y fermento político muy fuerte. Por supuesto que hay confusión y esa confusión sienta las bases para que la masa se mueva entre elementos reaccionarios y revolucionarios. Esto no plantea, como muchos otros dicen, el ascenso del fascismo, sino la posibilidad de una ruptura revolucionaria en el futuro.
En todas partes, bajo la superficie, hay un odio, coraje, rabia y frustración que se demuestra en un colapso de confianza en las instituciones, en los bancos, en los medios de comunicación, las leyes y la moral. Todo está en crisis; la gente ya no cree en los políticos y sus gobernantes y están decidiendo salir a las calles y tratar de solucionar sus problemas por sus propios medios.
Hasta hace algunos meses podríamos ver que la gente no se interesaba en la política, eso está cambiando. La política se reducía a la época de las elecciones, hoy las masas están comenzando a interesarse en la participación en la lucha, en las manifestaciones en las calles, en lo que sucede en los parlamentos, en lo que dicen las noticias. Se está dando un paso al frente este proceso de intervención de la gente en la política.
Si esta rabia no es capitalizada por la izquierda, es posible que la polarización sea capitalizada por demagogos de la derecha o incluso por una parte de los reformistas de izquierda. No hay un ascenso del fascismo. Las bases de masas en la cual se apoyó el fascismo en el pasado, como la pequeña burguesía, están en las calles luchando contra el capital. Lo que vemos es en estos giros bruscos, en estos cambios de humor de las masas, es una alternativa a los que están sufriendo. Como no existe ninguna alternativa revolucionaria, giran a la izquierda y la derecha.
El hecho de que los demagogos de derecha y reformistas de izquierda puedan, en un momento determinado, dirigir un movimiento de masas, es por el hecho de que la masa comienza a participar en la política, sin contar aún de preparación y de alternativas revolucionarias. Esto no significa un giro a la derecha, sino una búsqueda de alternativas.
Ni los demagogos derecha ni los reformistas de izquierda pueden resolver ningún problema de los que hay en la sociedad, porque el problema es el capitalismo y estas dos fuerzas en ningún caso lo quieren transgredir. Por eso es que los gobiernos demagogos de derecha como lo fue el gobierno de Trump, el de Bolsonaro o Bukele, pierden el apoyo de las masas. Este efecto lo estamos viendo también con los gobiernos de izquierda reformista, los llamados progresistas en América latina. Los gobiernos demagogos de derecha, como los progresistas de izquierda, pueden ser la base o el principio de una lucha revolucionaria.
Las plumas de la burguesía e intelectuales pequeñoburgueses aspiran a que todo este ambiente de rabia y frustración pueda irse desvaneciendo a lo largo de este año. Sin embargo, no hay ningún indicio que eso vaya a suceder, por el contrario, las contradicciones van a ir en ascenso.
China es el único país que tiene un crecimiento positivo del 2%, pero es basado a la interacción que tiene con los demás países a través de las exportaciones. Los demás países están en crisis y no van a aceptar de China que exporte su crisis hacia ellos. Esto va a fortalecer la guerra comercial y la endeble estructura del mercado mundial se va a ver amenazada.
La deuda pública de los diferentes países está por los cielos, es una bomba de tiempo que puede explotar en cualquier momento y está en el corazón de la economía mundial. Sus efectos, una vez que estalle, va a ser devastadores.
Todo mundo dice que va a haber una recuperación económica, es posible que la haya, sin embargo, estará asentada sobre la deuda pública y sobre las medidas que van a tomar los diferentes gobiernos, como los recortes el gasto social, el aumento de impuestos y privatizaciones.
La pregunta clave en el próximo periodo es ¿Quién va a pagar la deuda? la burguesía piensa que los trabajadores tienen que pagarla, pero los trabajadores no se van a quedar con los brazos cruzados.
Cómo ya lo dijimos anteriormente, no estamos negando la posibilidad de una recuperación, pero esta será muy débil y se mantendrá sobre más impuestos, ataques a los derechos de los trabajadores y miseria, esto vendrá a reforzar el ambiente volátil que ahora hay.,
Las organizaciones tradicionales de los trabajadores, los sindicatos y partidos, sólo piden más sacrificio de la clase, no están dispuestos a encabezar una lucha revolucionaria para terminar con el sistema y todas las carencias que esto le atrae a nuestra clase. Por eso es que la clase obrera se ha alejado de sus de sus organizaciones, el enojo y la rabia de la clase obrera no cabe en las organizaciones tradicionales, los dirigentes de estas organizaciones tratan de frenar la lucha.
La crisis a la que nos enfrentamos va a ser prolongada, no va a durar un año o dos. Habrá altas y bajas, momentos en donde las masas se retraigan de la lucha y la burguesía y sus gobiernos tomen iniciativas para reprimir, sin embargo, eso solamente será el preludio para movilizaciones más duras.
La clave fundamental por la cual se prolongará este periodo es la falta de una dirección revolucionaria. Los próximos años serán de revolución y contrarrevolución, de lucha de clases, de derrotas duras y de aprendizaje amargo.
Se abrirán amplias posibilidades de intervención para los marxistas revolucionarios. Tenemos que ser capaces de aprovechar este periodo y crear un partido de la clase obrera que tenga como meta la lucha por el socialismo