En este nuevo año, los medios de comunicación y el Estado instan a conservar la buena actitud y la mejor disposición para enfrentar los retos que se avecinan, llaman a la solidaridad y al amor entre familias, vecinos y amigos. Desgraciadamente para las familias de cuatro mujeres de Veracruz el inicio de año comenzó de la peor manera. Ana Arelly Bustos Vázquez, Samara Aurora Arroyo Lemarroy y Adriana Beatriz López Rodríguez, son los nombres de cuatro mujeres víctimas de feminicidio en el Estado de Veracruz. Desaparecidas desde diciembre del año pasado, fueron encontradas hace escasos días, brutalmente asesinadas.
Ana, con evidentes huellas de violencia sexual y física, fue encontrada el 8 de enero en el municipio de Tlapacoyan. Samara, nutrióloga del IMSS y oriunda del municipio de Jáltipan, desapareció y dos días después fue hallada sin vida; existe un sospechoso de nombre William “N”, instructor del gimnasio al que la víctima asistía y que, según reportes, la acosaba. Por último, la joven Adriana desapareció en el municipio de Cosoleacaque después de ir a una reunión con amigos de la que no regresó. Hallando su cuerpo al interior de una maleta cerca de un fraccionamiento.
La situación de inseguridad que viven las mujeres en el Estado de Veracruz es de peligro extremo a todas horas y en todo lugar. Sólo de enero a noviembre del año pasado el Estado contaba con 79 carpetas de investigación por el delito de feminicidio. Mientras los noticieros, periódicos y políticos discuten cuál será el mejor momento y la mejor estrategia para empezar la nueva normalidad, reactivar el comercio y aumentar el turismo, las mujeres veracruzanas se encuentran en peligro constante, las familias de las victimas ahora no sólo tienen que afrontar las dificultades de la crisis económica y cuidarse del COVID-19, también deben soportar el infierno que es el perder a una hija, una hermana, una madre y la inmensa impotencia que es el sentir que las autoridades no harán valer la justicia ni castigar al asesino.
En varios medios expresan: “2020 no fue año para ser mujer”. Nosotros podemos decirles que, en una sociedad en la cual anteponen los intereses económicos, donde la policía sólo sirve para proteger la propiedad privada y no a la población, siempre será un lugar en el cual ser mujer y ser trabajador en general, represente un peligro constante.
En un Estado que sigue sin responder a nuestros intereses la clase trabajadora debe tomar las riendas; por sus hijas, sus madres y su supervivencia.
Hoy en día el despedirte de tu madre, tu hermana, hija o amiga, ya sea por que saldrá al supermercado, al trabajo, el gimnasio o a una fiesta, es quedarte pensando que puede ser la última vez que la veas con vida; es saber que incluso la misma policía puede ser autora de su feminicidio; es mentalizarte que al final del día, cuando el sol se ponga, ella regresará caminando por la noche rumbo a su casa sin nadie que la acompañe y que la única señal de vida y bienestar que te haga saber que llegó a salvo es su mensaje de texto o llamada. En estos días, la única forma que se puede garantizar su seguridad es organizándonos nosotros mismos. La policía y la justicia burguesa hoy en día carece del respeto y esperanza que antaño tenía, dejó de ser la voz y puño del pueblo para convertirse en un ser extraño, corrupto y carente de confianza.
Sólo con la organización de los trabajadores y alzando la voz es cómo las instituciones de “justicia” se ponen manos a la obra, nosotros somos los que podemos tomar las riendas de nuestra seguridad y de la seguridad de las mujeres. El Estado está podrido desde hace ya varios años, el capitalismo se ha asegurado de destruir la confianza del pueblo y de evidenciar su completo desinterés hacia la población más vulnerable.