Nuestro mundo, tan interconectado, donde las economías están tan ligadas, actualmente se enfrenta a una de las mayores pandemias en más de 100 años y sus efectos se ven amplificados de forma alarmante. En Baja California, donde la mayor actividad económica es el sector de las maquiladoras, se ha dejado ver claramente la contradicción entre la protección de la salud de los trabajadores y el ímpetu de los burgueses por seguir produciendo ganancias económicas.
Al inicio de la contingencia sanitaria, el gobierno estatal dio la orden de parar las actividades económicas. Miles de trabajadores fueron enviados a sus casas con la instrucción de que quien pudiera seguir laborando de forma remota lo hiciera de esa forma. Hubo, sin embargo, fábricas que se negaron a parar sus actividades, situación que se prolongó hasta que el gobierno mismo se vio obligado a cerrarlas. Parecía que el sentido común prevalecería en una situación que ameritaba dejar de lado las ganancias en pro de la salud pública.
No obstante, llegó la orden de nuestro vecino del norte. La indicación era clara: sus cadenas de suministros no pueden verse afectadas. Mexicali, en particular, es sede de varias fábricas de empresas aeroespaciales que directa o indirectamente tienen lazos con proveedores de diversas ramas de la fuerza aérea estadounidense y si las actividades paran por un tiempo prolongado pueden tener un impacto en el suministro que mueve la enorme maquinaria militar del imperialismo de Estados Unidos. En otras palabras, es por mantener el músculo del imperialismo que las empresas extranjeras instauradas en México deciden poner en riesgo las vidas de los trabajadores.
Otras empresas mantuvieron su producción argumentando que era esencial, principalmente insumos médicos. Esa categoría de productos sí fue catalogada como esencial. Sin embargo, el producto producido por estas empresas, en su mayoría trasnacionales, aun siendo de uso médico, es exclusivamente para exportación y no cumple con las normativas para su uso y distribución en territorio mexicano. Estas empresas cerraron temporalmente sus fábricas y volvieron a abrir en cuanto amenazaron con retirar sus inversiones de Baja California.
Las correspondientes medidas sanitarias y de aislamiento no duraron mucho tiempo hasta que el gobierno de Bonilla llegó a un acuerdo con los empresarios. Dicho acuerdo involucraba la reapertura de las fábricas y en papel, habría un compromiso por parte de las empresas repartir el equipo de protección personal y llevar a cabo las medidas sanitarias necesarias para mantener por lo menos al mínimo la cantidad de contagios. Aquí se dibuja entonces una contradicción obvia: por un lado el gobierno estatal convoca a la población a mantenerse lo más aislada posible y, por el otro, le da luz verde a las empresas para llamar a trabajar a sus empleados. Por lo mismo, en la práctica no existe ningún esfuerzo real por parte de las autoridades para mantener a la población a salvo; se exhorta a la población a permanecer en casa, pero no se elimina el principal motivo por el cual los trabajadores salen de casa todos los días desde que sale el sol. Por consiguiente, las medidas sanitarias son ignoradas por gran parte de la población que debe ir a trabajar para vivir y/o que simplemente ignoran los alcances de la pandemia.
Ese evidentemente contradictorio mensaje de las autoridades ha provocado una gran desconfianza por parte de la población de todo el estado. Y aunados a esta desconfianza, existe el precedente de un gobernador corrupto que intenta manipular la política de Baja California para su propio beneficio y el de sus socios económicos, especialmente demostrado con la llamada “Ley Bonilla”, el relajamiento de las medidas ha propiciado el desarrollo y extensión de conductas negligentes, descuidadas y carentes de seriedad en la población con respecto a la pandemia. Esta suma de factores ha creado el caldo de cultivo perfecto para la propagación del virus como si de un incendio forestal se tratase.
Hoy, Mexicali es el tercer municipio a nivel nacional en defunciones causadas por COVID-19. ¿Cuántas de estas muertes podrían haberse prevenido si se hubiese priorizado el bienestar de la población antes que las ganancias de los empresarios, los intereses del imperialismo y demás adinerados? Pero no, en el capitalismo el trabajador es solo una pieza más, un número en un documento, un recurso únicamente. Los directivos, gerentes, CEOs y demás, frecuentemente nos hablan de solidaridad en tiempos difíciles, desde una visión de gente rica que tiene el privilegio de poder aislarse en sus hogares lujosos, pero ante la más mínima perturbación en los ingresos de las empresas, recortan el personal poniendo en riesgo el modo de vida, y la vida misma, de la gente trabajadora.
Esta contingencia sanitaria y la crisis económica que se ha exacerbado han dejado muy claro que ningún directivo ni ninguna empresa estarán dispuestas a dejar de percibir un ingreso ni a ver mermado ese ingreso en lo más mínimo. Antes sacrifican a sus trabajadores. Las empresas no son fuerza del bien, ¿por qué es el trabajador quien tiene que sufrir la ansiedad de no tener para comer, para pagar las cuentas o las medicinas?
Somos testigos de una situación en la que las autoridades nos arrojan mensajes contradictorios mientras permiten a la burguesía exponer la salud de la gente. Hoy, los grandes corporativos se regocijan en sus ganancias mientras que los trabajadores sufren tan solo para subsistir. El sistema capitalista había generado las condiciones para una crisis sin que aún se hubiera recuperado del todo de la de 2008, la actual pandemia ha venido a ser un catalizador que ha detonado y exacerbado los efectos de la crisis. Eso solo puede significar que los empresarios querrán resarcir los daños y las pérdidas a toda costa, y eso solo lo lograrán aumentando la carga de trabajo de los obreros, poniendo más y más en riesgo nuestra salud y atacando repetidas veces nuestros derechos, prestaciones y modo de vida.
Con este orden social y económico, la recuperación de la economía y la seguridad de la sociedad son mutuamente excluyentes. Sólo mediante la inmediata expropiación de todos los medios de producción, puestos bajo el control de los trabajadores y en el marco de un plan democráticamente realizado será posible reconstruir la economía de Baja California, del país, y de modo que podamos salvaguardar nuestra salud y atacar al imperialismo.