Los primeros meses del año están planteando retos muy importantes para el actual gobierno y también para la lucha de clases. La llegada de Trump está estremeciendo a la 4T de tal forma que está acelerando las contradicciones inherentes al reformismo. Sumemos a eso una ola de movilizaciones que han encabezado los profesores de la CNTE contra la reforma a la Ley del ISSSTE (los profesores de Zacatecas y Chapingo); en las escuelas también está subiendo el ambiente por la demanda de comedores subsidiados para los estudiantes.
La lucha de clases en ascenso
Más de 6 mil movilizaciones sociales, de diferentes tipos, se vivieron a lo largo del gobierno de AMLO. Muchas de ellas tenían un tinte de derecha, otras más no se movilizaban exactamente contra el gobierno sino contra la patronal y autoridades locales o direcciones universitarias; pocas de ellas venían desde la izquierda para remarcar el rechazo a las políticas reformistas del gobierno anterior. Podríamos decir que una de las grandes victorias del gobierno de AMLO fue desmovilizar al grueso del movimiento social, por la izquierda.
Uno de los dos componentes fundamentales para lograr esto fue, por un lado, un componente político de primer orden: su figura. AMLO utilizó todo su capital político acumulado por su larga trayectoria política, la confianza que tenían en él los referentes y bases del movimiento social, así como los ataques de la derecha que él capitalizaba todas las mañanas. Estas condiciones permitieron no sólo frenar las movilizaciones y pedir a la gente que tuviera paciencia, insistiendoles que él resolvería los problemas. También permitió reforzar o reorganizar el maltrecho Estado capitalista. Bajo su mandato los diferentes órganos armados del Estado se fortalecieron y recuperaron credibilidad en la sociedad (particularmente el Ejército).
El otro factor fue la cantidad de programas sociales que dio a millones de personas, principalmente a las más necesitadas. Más de 25 millones de familias se beneficiaron por lo menos de un programa social. Sumemos a esto su política salarial, que hizo crecer los salarios mínimos, recuperando con ello un poco del nivel adquisitivo de la clase obrera. En algunos sectores, como los profesores y trabajadores de la salud laborantes del Estado, prometió un salario mínimo de 16 mil pesos, muy por encima del que se tenía anteriormente. Estas fueron las bases sobre las que se asentó una cierta paz social.
Las movilizaciones de ahora son en sumo interesantes, no sólo por la cantidad de lugares en donde se están movilizando, sino porque son directamente contra una política del gobierno de Claudia Sheinbaum. En un primer momento se presentó una reforma al ISSSTE con la cual se quería cambiar una serie de reglamentaciones para que Fovissste pudiera construir vivienda para los trabajadores y aumentar el monto de cotización al ISSSTE por parte de los trabajadores que en su totalidad ganaran más de 10 UMAS —cosa que después se modificó y se dijo que eso sólo lo pagarían los de confianza y no trabajadores de base—, entre otras medidas.
Esto despertó a los profesores de la CNTE, los cuales se opusieron a la reforma y retomaron la consigna de derogar la reforma a la Ley del ISSSTE del 2007, que eliminó la jubilación solidaria, el retiro a los 30 años de trabajo y los topes de 28 años de servicio para mujeres y de 30 para los hombres. Además de que los ahorros de los trabajadores pasaron a las manos privadas de las Afores.
El gobierno salió a decir que las modificaciones no afectarían a los trabajadores y después retiró su reforma, pero los profesores se han mantenido en la calle de forma correcta. Están planificando incrementar su lucha hasta echar abajo la reforma del 2007. El gobierno dice que está abierto a la discusión y les ha pedido que no se vayan a paro, pero los trabajadores se han mantenido claros en la lucha.
Sumemos a esto la huelga de los trabajadores de la Universidad de Chapingo, quienes plantean un aumento salarial y planes de jubilaciones para los profesores. Aunque las autoridades han hecho todo lo posible por descarrilar la lucha y no se han sentado a negociar, los profesores siguen firmes en la lucha.
En Zacatecas, los trabajadores de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) también se han ido a huelga: 33 planteles han parado sus actividades, desde secundaria hasta posgrado. La demanda central es un aumento salarial del 15%, mientras que la Rectoría sólo ofrece el 4% y un 1% más en prestaciones; claramente un insulto a los trabajadores sindicalizados. La huelga ha llamado a movilizaciones importantes en la que otras organizaciones sociales y políticas han tomado parte. Esta lucha ya lleva 20 días y los trabajadores siguen resistiendo.
Aunemos a esto el ambiente entre los estudiantes, los cuales han tomado planteles, se han movilizado en diferentes escuelas y por diferentes demandas. Por ejemplo, hay paros y movilizaciones en la Universidad de Puebla. En Yucatán también se tomó el plantel de la UNAM en Mérida, en el IPN la UPIITA se ha ido a paro y en las escuelas de media superior de la UNAM ha habido paros y movilizaciones demandando comedores universitarios, etc.
No podemos decir que hay un cambio radical en el ambiente entre los trabajadores y la juventud, pero lo que sí podemos decir es que estamos entrando a un periodo diferente, donde las aguas se van a comenzar a agitar en diferentes sectores de la sociedad. Entre la clase obrera hay demandas económicas y políticas que se tienen que arrancar a la patronal o directamente al gobierno. Entre la juventud el malestar siempre se está acumulando; no es raro, pues es el sector que no ve un futuro dentro del capitalismo. Las mujeres de la clase obrera han salido este 8 de marzo —200 mil mujeres jóvenes salieron a las calles de la Ciudad de México y hubo manifestaciones en más de 20 ciudades—; en las escuelas no hay salida para las demandas, como comedores subsidiados, y en las calles la violencia no para. La juventud es quien siente lo peor de este sistema y no será casualidad que sean los que más se movilicen en el siguiente periodo.
Trump acelera las contradicciones
Como lo hemos explicado en otros artículos, la llegada de Trump al gobierno de los EE. UU. está planteando una serie de retos complicados para el gobierno de la 4T. No queremos repetir nuevamente lo que ya hemos escrito en otros artículos. Lo que sí queremos mencionar es cómo es que con Trump en el gobierno norteamericano va a acelerar las contradicciones ya existentes en este gobierno.
A partir de que Trump llegó al gobierno de los EE. UU. la situación se ha vuelto más inestable a nivel mundial. Mientras intenta terminar con los conflictos bélicos (Ucrania y Palestina), desata una serie de conflictos económicos y políticos. Toda la política norteamericana está marcada por una necesidad que Trump intentó resolver. El imperialismo norteamericano se ha debilitado en medio del surgimiento de otras potencias mundiales y la necesidad de EEUU es fortalecerse: recuperar su capacidad industrial (con los aranceles busca que las empresas regresen a EEUU), resguardar sus zonas de influencia (someter a duras presiones a México y Canadá, para que sean los más serviles, y si esto no sucede habrá aranceles), retirarse de las regiones donde antes tenía comprometido apoyo económico y militar (abandonar a la Unión Europea a su suerte, lo mismo que a Ucrania) y luchar por quedarse con regiones o sectores estratégicos que sirvan a sus planes (recuperar el Canal de Panamá, tomar Groenlandia y desarrollar su mercado de microchips e inteligencia artificial).
De aquí se desprende toda su política de ataques contra México. Aunque el gobierno actual está diciendo que va a luchar “con dignidad” para defender la soberanía, en realidad ha cedido en todo lo que Trump a requerido: ha movilizado 10 mil elementos de la Guardia Nacional a la frontera norte, ha transformado su política contra el narco —nada de abrazos—, han mandado de regalo 29 capos que EE. UU. quiere como trofeos y ha endurecido la política arancelaria contra las mercancías chinas. Lo que ha querido el imperialismo, lo ha obtenido.
Los gobiernos de la 4T no han querido romper con la dependencia que hay hacia los EE. UU., por el contrario, su política ha sido para mantener ese vínculo dependiente. AMLO primero y ahora Claudia hacen todo lo posible para “aprovechar” los “negocios” con el imperialismo norteamericano. Las obras de infraestructura desarrolladas en el sexenio pasado tienen ese fin. Y por un tiempo parecía que este proyecto conectaba con el ambiente internacional de relocalización económica (o nearshoring); llegaron capitales a invertir aprovechando la posición geográfica de México y sus tratados comerciales con los EE. UU., para que las mercancías de las nuevas firmas entraran al mercado estadounidense sin pagar impuestos. Ahora esto está por irse por la borda. El llamado “milagro mexicano” puede convertirse en su contrario si los aranceles al final se imponen.
La presión que está ejerciendo el imperialismo está llevando a una negociación mensual y con ella aumenta la incertidumbre. Las empresas no están seguras si seguir invirtiendo, sacar sus inversiones y regresar a los EE. UU., o esperar. Hay una sensación de inestabilidad entre la burguesía que tiene intereses en el país y esto no es bueno para la economía, la cual ya lleva varios semestres estancada.
Además, Claudia está buscando sustituir mercancías chinas para los componentes automovilísticos que se arman en México. También ha impuesto aranceles a la ropa de ese país. Ha dicho que mantendrá una posición dura con respecto a China, cuando son los EE. UU. los que le han dado de patadas en la boca. Parece un chiste: quien la está tratando con la punta del pie son los norteamericanos, pero les ha dicho que defenderá los negocios que tiene con ellos, a como dé lugar. No creemos que la alternativa sea atarse a otro país imperialista, pero llama la atención esta postura de entrega total al imperialismo gringo.
En fin, no sólo se trata del tema económico, aunque sea en efecto el principal. Hay presiones hacia los migrantes, que EE. UU, está regresando (ya van 19 mil). A ello sumemos los casi un millón de latinos que están en el país porque esperaban una visa humanitaria para cruzar la frontera norte. Si los aranceles van adelante y comienzan a salir empresas del país, el desempleo se intensificará.
Y para terminar, tenemos la situación de los cárteles de la droga mexicanos, de los cuales 6 han sido declarados organizaciones terroristas por el gobierno estadounidense. Como ya lo hemos dicho, es difícil pensar en una intervención armada para terminar con ellos; esto implicaría un estallido de las masas contra esta política intervencionista. Pero lo que sí está claro es que esto es un garrote en manos de los americanos que será utilizado en el momento que les plazca para dar de porrazos en la cabeza del gobierno mexicano. Esto no puede ser llamado un “trato digno”, ni “de iguales”; esto no muestra la verdadera naturaleza de las relaciones entre México y los EE. UU.: la del amo y el esclavo.
Tiempos de inestabilidad y lucha
Aunque el gobierno de Claudia se ha anotado ciertas victorias parciales, como retrasar los aranceles por dos meses, y esto le ha valido el aumento de su popularidad: 80% de los mexicanos le apoyan y ahora hay un pacto —un frente popular— entre los empresarios y el gobierno, pero esto no garantiza una estabilidad de ningún tipo.
Por el contrario, esa fortaleza y confianza que otrora había en 4T se va a erosionar rápidamente. Esto no va a suceder de un día para otro, ni de forma lineal, pero lo que sí podremos ver será un periodo en el que la lucha de clases en las calles comenzará a sentirse más; se harán presentes la clase obrera y la juventud. Estas luchas no sólo estarán justificadas, sino que tendrán toda la obligación de redoblarse para triunfar.
Al tiempo que las presiones del imperialismo aumenten y se sientan las consecuencias de sus políticas agresivas, el gobierno tendrá de dos: o radicaliza su postura con respecto a los EE. UU. y lucha en las calles para evitar el cierre de fábricas y los despidos (haciendo llamados a los trabajadores a defender el empleo por medio de las huelgas, como Cárdenas lo hizo en su momento, y ciertamente éste es el camino menos probable), o sigue cediendo a lo que el imperialismo quiera, mientras se fortalece el vínculo del gobierno con la burguesía nacional; este vínculo se manifestará en un apoyo del gobierno a estos sectores a todos los niveles, dando condonaciones de impuestos, invirtiendo en capitales de riesgo, protegiendo sus inversiones, etc. A mediano plazo, la burguesía también pedirá reformas que defiendan sus intereses contra los trabajadores.
Nosotros queremos luchar contra el imperialismo y sus ataques, y estaremos del lado de los trabajadores y la juventud en la lucha por sus demandas. Entendemos que la única forma de luchar seriamente contra el imperialismo es luchar contra el capitalismo también. Si Claudia Sheinbaum toma el camino cardenista, apoyaremos su política de forma crítica, pero si toma la otra alternativa de aliarse cada vez más con la burguesía nacional y ceder ante el imperialismo, nosotros no la apoyaremos y diremos claramente que ese camino sólo la llevará a la derrota.
Independientemente de qué camino siga este gobierno, la tarea de los comunistas es muy clara: seguir aglutinando fuerza para la formación del partido revolucionario, luchar con nuestra clase y preparar los cuadros para los futuros acontecimientos en la lucha de clases. Los comunistas somos internacionalistas y creemos que en quien deberíamos apoyarnos es en la clase obrera norteamericana y canadiense para luchar contra el capitalismo y el imperialismo en la región, y así poder establecer una unión de Estados socialistas, en Norteamérica y el mundo.