Gran Bretaña se encuentra en medio de una profunda crisis, como no se había visto desde hace muchas décadas. Por todas partes hay conmoción. Éste no es el sentir desde algún periódico de izquierda, sino la opinión oficial de la clase dominante británica. En el pasado, los poderosos intereses capitalistas tomaban todas las decisiones. Pero hoy han perdido el control de la situación.
Derribar al gobierno
«Boris Johnson ha detonado una bomba bajo el aparato constitucional del Reino Unido», afirmaba un editorial reciente del Financial Times (FT), el órgano del capital financiero británico.
Las acciones de Boris Johnson, el primer ministro conservador, al suspender el parlamento se describen como, «sin precedentes modernos».
“La historia ha demostrado que los charlatanes, los demagogos y los posibles dictadores tienen poco tiempo para un gobierno representativo. Buscan formas de evitar el parlamento antes de concluir que es un inconveniente. Johnson puede que no sea un tirano, pero ha establecido un precedente peligroso. Él y la camarilla a su alrededor que han elegido este camino revolucionario deben tener cuidado con lo que buscan».
El contundente editorial concluye: «Es hora de que los parlamentarios derriben a su gobierno con una moción de censura, allanando el camino para unas elecciones en la que el pueblo pueda expresar su voluntad» (FT, 28/8/19)
Es realmente asombroso. ¡El sector dominante de la clase dominante, temiendo un Brexit duro, está pidiendo públicamente la caída de un gobierno conservador! Dicen que esto es necesario «para salvaguardar la democracia británica». En realidad, es para proteger su poder, ganancias e intereses materiales, disfrazados bajo el llamado «interés nacional».
Precedente peligroso
Estamos viviendo tiempos verdaderamente inauditos. Algunos lo comparan con el período anterior a la Guerra Civil Inglesa, durante el cual el rey Carlos I disolvió el Parlamento, y cuyo resultado acabó con la cabeza del rey en una canasta.
Boris Johnson no es Carlos I. Éste pudo haber perdido la cabeza, pero al menos tenía una cabeza que perder. Johnson es un primer ministro al que nadie ha elegido y que dirige un gobierno minoritario. Su principal interés, aparte de sí mismo, es asegurar el Brexit, cualesquiera que sean las consecuencias, y aumentar su propia posición. Él y su pequeña camarilla de Brexiteers acérrimos están empeñados en alcanzar una salida de la UE sin acuerdo.
Las acciones de Johnson han repelido comprensiblemente a la mayoría de las personas. Casi la mitad de los británicos encuestados en una encuesta de YouGov rechazan su plan de suspender el parlamento. Pero Rees-Mogg, líder de la Cámara de los Comunes, despreciaba esta reacción negativa tildándola de «indignación de poca importancia».
Es un intento de «golpe de Estado» constitucional. Los constitucionalistas tienen razones para inquietarse, pues sienta un precedente peligroso. Después de todo, podría alentar a un futuro gobierno laborista de izquierda a impulsar un programa radical por esos medios.
Con el paso cambiado
Johnson sabe que no puede asegurar un acuerdo con la UE que elimine la salvaguarda irlandesa; es decir, mantener abierta la frontera de las dos Irlandas (Norte y Sur) para el libre tránsito de personas y mercancías. Pero su postura dura ha causado alarma en las capitales europeas. Forma parte de una estratagema.
Dada su débil base parlamentaria, la única forma en que puede conducir el Brexit es utilizando artimañas y colocando a sus oponentes a la defensiva, y principalmente a los parlamentarios tories «rebeldes». Él les prometió un acuerdo para el Consejo Europeo del 17-18 de octubre, con la esperanza de que esto les impida apoyar una moción de censura.
La suspensión del Parlamento se utilizó para restar tiempo a la oposición. Boris confundió a la oposición al enviar a Jacob Rees-Mogg al Castillo de Balmoral para obtener el consentimiento de la reina para su «golpe».
Corbyn había acordado recientemente con los Liberal Demócratas, los Independientes (exdiputados tories y laboristas derechistas) y los partidos nacionalistas que se unirían para encontrar un medio legislativo para derrotar un Brexit duro. Esto ya no sirve, dada la falta de tiempo. Ahora no hay forma de detenerlo, excepto a través de una moción de censura para expulsar a Johnson.
Sin embargo, esta opción es desagradable para la oposición derechista de Liberales Demócratas, Tories rebeldes e Independientes, ya que le daría el poder a Corbyn. Esto es algo que les cuesta tragar, incluso aunque Corbyn sólo fuera un primer ministro temporal en un gobierno provisional.
Johnson los está obligando a tomar decisiones difíciles muy rápidamente. Incluso los ha desafiado a derribar a su gobierno la próxima semana.
«Defender la democracia»
La suspensión del Parlamento ciertamente ha aumentado la turbulencia política en Gran Bretaña. Los conservadores están divididos, como muestra la renuncia de Ruth Davidson como líder del partido tory escocés.
John Bercow, presidente Conservador de la Cámara de los Comunes, calificó la suspensión parlamentaria de «atropello constitucional» y dijo: «el propósito de la suspensión sería detener el debate del Parlamento sobre el Brexit y su deber de dar forma a una alternativa para el país».
La izquierda también está alarmada por la «amenaza a la democracia parlamentaria» de Boris Johnson. El periodista y comentarista Paul Mason, por ejemplo, encabezó una manifestación frente al Parlamento para «defender la democracia».
Por supuesto, debemos defender nuestros derechos democráticos, por los cuales la clase trabajadora ha tenido que luchar y ganarlos: el derecho a votar, el derecho a la huelga, el derecho a organizarse, etc.
Pero el discurso ante la multitud de Mason estuvo lleno de elogios al foro parlamentario y de disparates como «la gran contribución del partido conservador a la democracia». Esto repugna bastante cuando se cumple el 200 aniversario de la masacre de Peterloo, en la que fueron aplastados en sangre centenares de trabajadores por pedir a los predecesores de los conservadores una reforma parlamentaria.
«Para mis amigos del Partido Tory, respeto la tradición de la que sois parte», pronunció Mason frente a su audiencia reunida en College Green, en Westminster. «Respeto la contribución de vuestro partido para hacer de la democracia británica lo que va: desde Peel a Disraeli, a, por supuesto, Winston Churchill …»
¡Cuánta ignorancia! De hecho, fue Sir Robert Peel quien, en diciembre de 1842, suspendió el Parlamento por un período de seis semanas. Precisamente estas «tradiciones» tories son las que Johnson está utilizando ahora para llevar a cabo su suspensión del parlamento.
Los conservadores se han opuesto a cada uno de los progresos en derechos democráticos, incluido el derecho a voto y huelga. Paul Mason parece haberlo pasado por alto en su apuro por defender la «democracia».
Elogió a la Corte Suprema, como la máxima autoridad del país, que, según él, respalda la «voluntad del pueblo», que «sólo se expresa a través del Parlamento». Pero esta Corte es un cuerpo no electo e impune, completamente a merced de las grandes empresas. Ha respaldado constantemente muchas de las leyes contra la clase trabajadora y ciertamente no es nuestra aliada.
¿Huelga general?
Owen Jones ha pedido una ocupación del parlamento «por parte de los ciudadanos» e incluso una huelga general para «defender la democracia». En otras palabras, ¡una huelga general para mantener al parlamento en sesión!
Pero una huelga general plantea la cuestión del poder: ¿quién controla la sociedad? No es una cuestión secundaria. La idea de que millones de trabajadores se declaren en huelga sin salario, indefinidamente, para que los parlamentarios puedan seguir sentados en la Cámara de los Comunes, carece de un sentido de proporción.
¿Y quién va a convocar esta huelga general? ¿Owen Jones, los sindicatos? Si fuera posible una huelga general, sería mucho mejor convocar una huelga de protesta de un día, directamente relacionada con una campaña para expulsar a los conservadores, y por unas elecciones generales inmediatas.
Entonces podríamos luchar, no para dar un tiempo extra para las sesiones parlamentarias, sino por un gobierno de Corbyn comprometido con políticas socialistas.
La monarquía
Jeremy Corbyn buscó una reunión con la reina para discutir la decisión de suspender el parlamento. Pero la monarca ya le había dado su bendición real a la solicitud de Johnson. La ironía del líder de un partido electo pidiendo a un miembro real no electo que «salvara la democracia» quedó totalmente de manifiesto. Nuestra soberana se ha puesto a disposición de Boris Johnson. En palabras de Kate Osamor, diputado laborista, en su tweet: “La reina no nos salvó”.
La monarquía no está para salvar a nadie, excepto a sí misma y al sistema establecido, del cual forma parte. Es un arma de reserva de la clase dominante, para ser utilizada en emergencias graves.
Estas «peticiones humildes» a la reina para detener a Boris no impidieron que el grupo pro-UE, «Best for Britain», emitiera una amenaza:
«Si se le pide ayuda a la reina, haría bien en recordar que la historia no se muestra muy amable con los miembros de la realeza que ayudan y apoyan la represión de la democracia».
La monarquía no está aquí para salvar a nadie más que al sistema al que pertenece.
Moción de censura
No es del todo seguro que una moción de censura tenga éxito en el parlamento. Ésa es la razón de la seria petición del Financial Times para que la oposición se trague sus diferencias para «salvaguardar la democracia británica».
Se va a ejercer presión y todo lo que esté en su mano para que hagan lo que se les ordena. Dominic Grieve, un destacado Tory pro-UE, ya ha dicho que votará a favor de una moción de censura. Otros seguirán su ejemplo.
Incluso si se aprueba la moción de censura, las principales fuentes del gobierno han expresado que Boris se negará a renunciar o recomendará a la reina que elija a un líder alternativo para formar un nuevo gobierno. Esto podría conducir al caos constitucional, arrastrando a la reina aún más en este desastre.
Johnson podría preferir convocar elecciones generales inmediatas, cuya fecha exacta estará en sus manos. Luego podrían retrasarlas fijando el día de las elecciones para principios de noviembre, momento en el que Gran Bretaña habría abandonado la UE sin un acuerdo.
Por otro lado, si la moción de censura fracasa, el parlamento se volverá a reunir el 14 de octubre para escuchar el discurso de la reina, apenas dos semanas antes de la fecha límite del Brexit. Esto eliminaría el tiempo parlamentario y limitaría severamente las opciones de quienes se oponen al Brexit.
Este conflicto irá en crescendo. La oposición podría descubrir que ha perdido una oportunidad, ya que una moción de censura, seguida de unas elecciones generales, vería a Gran Bretaña salir de la UE sin un acuerdo.
¡Por un gobierno laborista socialista!
Sin embargo, unas elecciones generales son inevitables más temprano que tarde. Serán las elecciones generales más amargas que se hayan disputado, y las apuestas serán muy altas.
Está claro que Johnson se mantendrá en una plataforma política de «ningún acuerdo con la UE», entrando en un pacto electoral con Farage y el Partido del Brexit. Intentará enmarcar las elecciones como una batalla entre el parlamento y el pueblo, con él del lado del «pueblo». Cree que puede volver a realizar la campaña del referéndum de la UE de 2016 y obtener un nuevo mandato para un Brexit sin acuerdo.
Desafortunadamente, Corbyn ha sido forzado a una posición pro-UE, principalmente por los blairistas del grupo parlamentario del Partido Laborista. En lugar de explicar que, sobre una base capitalista, estar dentro o fuera de la UE no resolverá nada para los trabajadores, ha cedido bajo la presión.
La razón por la que al Partido Laborista le fue tan bien en las elecciones generales de 2017 fue por el hecho de que Corbyn se concentró en los problemas de clase y no en el Brexit. Pero esta vez ha prometido que, de ser elegido, los laboristas celebrarán un segundo referéndum. Esto será utilizado por Boris y compañía como un bloqueo al Brexit.
Por el contrario, Johnson intentará centrar toda la atención de las elecciones generales en el Brexit y en cómo está representando «el voto del pueblo». The Sun, Daily Mail, Express, etc., lo ayudarán a este respecto. Estarán encantados de atacar a Corbyn y al resto por este problema.
Johnson cree que, o bien la oposición se desmoronará, o bien se verá obligada a disputar unas elecciones generales según sus términos. Por supuesto, Johnson se juega mucho en unas elecciones generales. Será una situación de vida o muerte.
Como líder del Partido Tory, Johnson habría recibido en el pasado el pleno respaldo de los medios capitalistas. Pero, exceptuando la prensa amarilla, éste no será el caso esta vez.
La clase dominante está dividida. Algunos sectores apoyarán al grupo pro-UE. Preferirían algún tipo de gobierno de unidad nacional, en lugar de un gobierno laborista de Corbyn. Sin embargo, mucho va a depender de la aritmética parlamentaria, imposible de predecir.
Cualquiera que sea el resultado, Gran Bretaña ha entrado en un período extraordinariamente convulso: en política, en economía, constitucionalmente, y de todas las formas posibles. Ya nada volverá a ser igual.
La podredumbre del sistema se revela a diario. Se está preparando el escenario para convulsiones revolucionarias, en las que la transformación socialista estará a la orden del día.
*El autor es integrante de Socialist Appeal, sección británica de la Corriente Marxista Internacional