Cuba: la Ministra y los no-mendigos
Neilán Vera
Republicamos aquí con permiso del autor, un texto del periodista cubano Neilán Vera acerca de las declaraciones de la Ministra de Trabajo y Seguridad Social Marta Elena Feitó Cabrera, sobre la mendicidad en Cuba. Las declaraciones han causado gran revuelo y provocado mucho repudio.
No sé si este país es la tacita de oro que alardeaba el general Resóplez, ni si somos un eterno verano o un eterno Baraguá. Tampoco podría decir si Colón exageró o fue sincero cuando declaró que esta tierra era la más hermosa que ojos humanos hayan visto. De lo que sí estoy convencidísimo —y lo debatiré con cualquiera— es de lo única, bizarra, pintoresca y contradictoria que resulta la vida cotidiana de la nación.
Sí, exacto: parecemos personajes de una novela de realismo mágico, o del cuento más absurdo que haya parido la literatura universal. Si nuestros escritores no producen más, es por falta de interés, no de material. En esta última década sobran argumentos para guiones, libros y cualquier obra de ficción. Pondré varios ejemplos.
Un político sale en televisión para explicar que el «reordenamiento económico» es muy simple: solo hay que ir del punto A al punto B. Otro afirma que hay que dolarizar la economía para poder desdolarizarla. Un tercero anuncia, en un arrebato de inspiración, la teoría de los «apagones solidarios». Y un cuarto, en su octavo año de presidencia, descubre preocupado que «la economía no puede seguir siendo un terreno de improvisaciones». Es decir, hasta ahora su gestión fue errática y deficiente: solo necesitó dos mandatos para entenderlo.
Un día organizan un cabaret para extranjeros en la sede de la Asamblea Nacional del Poder Popular, y al siguiente alquilan la Tribuna Antiimperialista, donde tantas veces habló Fidel. Un día piden fe, austeridad y sacrificio, y al otro ves a familiares de altos dirigentes viajando por el mundo, cenando en restaurantes caros o paseando en yates.
Es, como decía, una fuente inagotable de historias. Por desgracia, hoy forman parte de nuestra realidad. Nos duelen, nos enfurecen y nos corroen por dentro, por lo hirientes, reales y desesperanzadoras que son. Sin ir más lejos, este lunes tuvimos un ejemplo perfecto de lo que les comento.
Seguí en redes sociales la intervención de Marta Elena Feitó, ministra de Trabajo y Seguridad Social de Cuba, mientras hablaba sobre la atención a las «personas vulnerables» ante dos comisiones parlamentarias. Por un momento, creí que era un video generado por inteligencia artificial, pero era tan real como esos dos minutos de sinceridad involuntaria que se le escaparon. Luego dudé: ¿me equivoqué y era una ministra de Javier Milei, una asesora de Isabel Díaz Ayuso o de Donald Trump? Eso al menos habría tenido lógica.
Pero en la pantalla estaba, sin duda, el guion de una comedia negra. Una ministra comunista que criminaliza a los mendigos, que llama «recolectores ilegales de materias primas» a los que hurgan en la basura y que, atención, asegura que EN CUBA NO HAY MENDIGOS. Lo escribo en mayúsculas porque nuestro Ministerio de Trabajo resolvió el problema de la forma más rápida y eficiente posible: negándolo.
No hay mendigos aquí. ¿Dónde los ves? Ese no, ese solo se disfraza. ¿El que limpia parabrisas? Es un borracho que quiere ron. ¿La anciana que recoge latas? Una evasora de impuestos: vende desechos y no paga a la ONAT. ¿Qué mendigos? Solo hay gente que eligió el camino fácil y se viste de pobre, aunque no lo sea.
Para fichar en La Libertad Avanza, Vox o el PP, a la ministra solo le faltó decir que el pobre es pobre porque quiere. Aunque no lo dijo con esas palabras, la idea flotaba en su razonamiento arrogante y carente de tacto.
Podríamos desmontar sus argumentos uno por uno, pero sería inútil. Basta con pararse en cualquier calle céntrica para ver a esos «no-mendigos», algunos demasiado jóvenes. La realidad, le guste o no a la ministra, está ahí afuera, en los barrios y avenidas. Ni todas las miradas huidizas del Ministerio harán que desaparezca por arte de magia. Ignorar un problema solo garantiza que crezca sin control.
Esto debería preocuparnos a todos, pero ya nos acostumbramos a ver mediocres y oportunistas en el poder. La fábula de los «no-mendigos» probablemente no será un escándalo, ni le costará el puesto a la compañera ministra, quien, por cierto, también es miembro del Comité Central del Partido.
No puede sorprendernos. Tenemos dos exviceprimeros ministros tronados por corrupción —Jorge Luis Perdomo y Alejandro Gil, este último exministro de Economía— y otros dirigentes menores que cayeron por meter las manos donde no debían.
No puede sorprendernos cuando Etecsa y el Ministerio de Comunicaciones decidieron que la rentabilidad de una empresa justifica medidas contra el pueblo, y nadie asumió responsabilidades.
No puede sorprendernos, si un gobernador gris e impopular, como el de Villa Clara, de pronto ascienda a ministro, para asombro de los propios santaclareños.
No puede sorprendernos, si incluso Marino Murillo, exministro de Economía y arquitecto del desastre de la Tarea Ordenamiento, salió limpio, con gladiolos y abrazos, y recibió la presidencia de TabaCuba como premio por su mala gestión.
En otro contexto, un ministro de izquierdas que culpa a los mendigos de su situación ya estaría desalojando su despacho. Si esta fuera ministra de Fidel, quizá eso ocurriría. Pero no es el caso. ¿Cuántos altos dirigentes deberían empacar sus maletas antes que Marta Elena Feitó?
Si durante la pandemia, con gente muriendo en sus casas sin atención médica, Díaz-Canel mantuvo a los mismos equipos de dirección ineptos al frente de las provincias, ¿ahora va a hacer limpieza, a sacudir la mata? ¿Y si el verdadero problema es que tenemos demasiados cuadros que no son comunistas ni martianos, sino oportunistas que fingen, mientras quienes deben evaluarlos están peor que la gamita ciega?
¿No será que esto ocurre porque no existen mecanismos efectivos de control popular que fiscalicen a los dirigentes?
Después de tantos planteamientos, votos de confianza y críticas «en el momento adecuado», solo nos quedan la voz propia, el derecho a preocuparnos por el rumbo del país y la voluntad de ayudar en la medida que los decisores lo permitan. Si caemos al abismo, que al menos la Historia deje claro que no todos fuimos cómplices.
¿Quieren eliminar la mendicidad de las calles cubanas? Empiecen por reorganizar algo como la Batalla de Ideas, que rescate a quien pueda ser salvado; convoquen parlamentos obreros para que los trabajadores analicemos y mejoremos las propuestas económicas; entierren la idea de que subsidiar necesidades básicas era una «gratuidad indebida»; organicen la economía para el bienestar popular, no para el bolsillo de una élite de nuevos ricos. Ah, y no lo olviden: hay una diferencia entre hacerse el tonto y poner el bobo…
Tenemos mendigos, señora ministra, porque también tenemos millonarios.
Neilán Vera.
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